Potenciando el emprendimiento indígena
del Valle del Limarí, ubicado en la región de Coquimbo en Chile, creció en una familia agricultora. Sus primeros recuerdos son debajo de una mata de lechuga y nadando en el río. Ha pasado toda su vida ahí. “Mi vida siempre ha girado en torno a la naturaleza. Pienso que eso me mantiene joven y me permite ser libre”. Agradece a su sangre indígena Diaguita su arraigo a la tierra y la energía para trabajarla. Al igual que su madre, durante muchos años trabajó como temporera para empresas exportadoras hasta que decidió emprender para poder administrar su tiempo y atender a sus tres hijos pe-queños. Fue entonces cuando conoció a Fondo Esperanza y se animó a formar el primer Banco Comunal de la zona: Las Socias Renacen al Futuro.
Un grupo que ella define orgullosa como “responsable, con ganas de trabajar y sacar adelante su emprendimiento, un grupo donde las confianzas ya están consolidadas”. Este piloto de ruralidad se realizará en distintas partes del país hasta diciembre de 2024 y luego se buscará, en base a los resultados, estandarizar la metodología a través de la experiencia con ruralidad y población indígenal 2024 Fondo Esperanza comenzó a trabajar con emprendedoras y emprendedores de sectores rurales. Si bien ya se realizaba este trabajo, Een esta oportunidad se busca adaptar la metodología de los créditos, educación y redes de apoyo a la ruralidad en las comunidades indígenas.
Eduardo Contreras, es el primer asesor del segmento rural, esto no quiere decir que no estemos presentes como Fondo Esperanza en sectores rurales en el resto del país, sino que él está aplicando el nuevo piloto de metodología para emprendedores rurales, donde en pueblos indígenas. Actualmente, trabaja con algunos emprendedores del pueblo Diaguita, perteneciente al norte de Chile.
La metodología rural busca que como institución podamos adaptarnos a este segmento. ¿En qué se diferencia de lo que ya estamos haciendo? En térmi-nos de tiempo las reuniones son quincenales y presenciales en el primer ciclo de pago, entendiendo que la zona rural maneja otras distancias y conectividad geográfica. Además, tiene una brecha digital más alta que el promedio.
Esta metodología se da en sectores del país donde existe población indígena que busca mantener su cultura y tradiciones, pudiendo surgir desde ahí nuevos emprendimientos que pueden ser potenciados, adaptándose a sus necesidades, sin imponer una metodología estándar. Según el último censo del año 2017, aproximadamente el 12.8% de la población chilena se identifica como indígena. Entre las actividades productivas que realizan se destacan las agrícolas, hortícolas, forestales, pesqueras y turísticas. También su patrimonio cultural resalta en emprendimientos de artesanía, de orfebrería y textiles. Entre ellas, la emprendedora en agricultura Verónica Contreras, oriunda.