LA OTRA CARA DE LA INMIGRACIÓN VENEZOLANA: LOS MÚSICOS CLÁSICOS QUE SE ABREN PASO EN CHILE
La Fundación Música para la Integración está desarrollando una vibrante labor por acoger a los intérpretes migrantes de ese país. Hoy cuenta con tres orquestas formativas, una profesional, dos coros y una compañía lírica. Junto con ello sirven de apoyo a todos los artistas que cruzan la frontera, asesorándolos con becas y posibilidades de trabajo.
Ana Vanessa Marvez, fundadora y presidenta del directorio de esta entidad, afirma que la intención "ha sido integrar estas personas al campo cultural chileno, visibilizarlas y que tengan una oportunidad como músicos y como docentes". Desde sus inicios, esta fundación ha catastrado 400 integrantes adultos del elogiado Sistema de Orquestas de Venezuela que buscan conseguir un espacio. Cinco músicos revelan su llegada y sus logros. MAUREEN LENNON ZANINOVIC esde 2015 Ana Vanessa Marvez (38) está radicada en Santiago. Como muchos venezolanos, huyó por la compleja situación por la que estaba atravesando su país, buscando mejores perspectivas. “Renuncié al mejor trabajo del mundo, por calidad de vida. Trabajé en el Sistema de Orquestas Juveniles de Venezuela, formado por el maestro José Antonio Abreu (1939-2018), pero la situación fue empeorando vertiginosamente. Sumadas la delincuencia y la presión política, incluso dentro del gremio artístico, ahí dije no más. Me fui, sin imaginar que mi país seiba a poner peor”, confiesa en un café cercano al Teatro CorpArtes, en Rosario Norte. La profesional estudió Licenciatura en Educación Musical y tiene un título de gestora cultural por la Universidad Central de Venezuela. Formada en Barquisimeto, la llamada “ciudad de la música”, integró el Coro Simón Bolívar e impartió clases en el conservatorio y en diversos proyectos corales. Actualmente, Ana Vanessa Marvez se desempeña como encargada de la programación musical de la Corporación Cultural de Lo Barnechea y —desde 2016— es fundadora y presidenta del directorio de la Fundación Música para la Integración. “Siempre he tenido suerte”, añade esta gestora distinguida, en 2021, como una de las 100 mujeres líderes por “El Mercurio” y también reconocida con el Premio Mujer Impacta.
Confiesa que a las pocas semanas de llegar a Santiago “ya tenía un trabajo en el área cultural, pude arrendar mi primer departamento y contaba con RUT, algo esencial para los migrantes”. ¿Qué vino después? Como muchos sabían de su paso por el Sistema de Orquestas Juveniles de Venezuela, “comencé a recibir currículums de músicos buscando puestos de trabajo en Chile.
Sentí una frustración tremenda al tener los contactos de muchísimos venezolanos con un nivel impresionante y pensé que quizás se podría armar una orquesta con ellos. ¡Fue un momento de revelación! Así empecé a redactar este proyecto”. Reconoce que le dolió ver a tantos talentos desaprovechados. “Muchos de ellos hacían, y lo siguen haciendo, delivery, trabajan como garzones o tenemos el caso de una gran flautista que fue nana puertas adentro. El problema es que la música es como el deporte. Si no sigues practicando, pierdes habilidades”, dice.
De esta manera comenzó a tocar puertas en municipalidades, ministerios y empresas privadas, hasta que SIGUE EN E 2 la otra cara de la mi VIENE la Unesco se interesó en su sueño, la patrocinó, y pudo dar forma a la Fundación Música para la Integración. Gracias a esta entidad —desde hace ocho años— ofrecen clases a músicos migrantes (la gran mayoría venezolanos) y cuentan con dos coros (uno de niños y otro comunitario), una compañía lírica y cuatro orquestas.
Tres de estas últimas son formativas: la preinfantil Semillero Simón Bolívar (dirigida a niños entre los 6 y 14 años), la infantil José Antonio Abreu (12-15) y la juvenil Andrés Bello (14-22). Asimismo, se suma una agrupación profesional conformada por adultos: la Orquesta Sinfónica Música para la Integración.
La compañía lírica, en tanto, la lidera la cantante chilena, quien estuvo radicada en Venezuela, Giovanna Sportelli y como parte de su oferta han montado óperas de cámara y galas líricas en distintos escenarios, como el Museo Nacional de Bellas Artes y el Centro Cultural La Moneda. La autogestión ha sido uno de los sellos de esta fundación ya que, según advierte Marvez, solo reciben aportes estatales cuando postulan a proyectos específicos del Ministerio de las Culturas. El financiamiento, en su mayoría, proviene de los ingresos por clases. “Tenemos un panel de profesores venezolanos que las imparten a un costo muy accesible, pero también contamos con muchos músicos becados que no pueden pagar las clases. Cuando las orquestas formativas son contratadas para algún evento en un colegio, no pedimos dinero sino que nos donen instrumentos o insumos. Un caso distinto es la profesional, que recibe ingresos por sus conciertos y actividades propias”, señala. También ha sido clave el apoyo de la Fundación Notes for Growth que les donó dos pianos. “Ha sido fundamental porque antes enseñábamos teoría musical con cuatros, pero no es lo mismo. Otra gran alegría es que contamos con una sede propia en la calle Balmaceda, donde antes funcionaba la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles.
Alejandra Kantor, ex directora ejecutiva de la FOJÍ, nos recomendó al Ministerio de Bienes Nacionales y gracias a ello contamos con un espacio en comodato”, apunta. —¿ Me imagino que en estos ocho años ha vivido momentos muy emocionantes? “Impresionante. He recibido caminantes: chicos que cruzaron la frontera con su instrumento, músicos víctimas de persecución política muy famosos en Venezuela y que acá partieron pintando paredes. Eso es lo que me mueve, darles una oportunidad y tener a las familias reunidas, llorando porque ven a sus hijos brillar nuevamente con la música.
Hay algo energético en todo lo que hago”. 400 músicos del Sistema Desde sus inicios, la Fundación Música para la Integración ha catastrado 400 integrantes adultos del Sistema de Orquestas de Venezuela que buscan abrirse un espacio en Chile. “Nosotros operamos como una productora y enlace.
Los músicos llegan a nosotros y les avisamos de audiciones, de puestos que se abren y de oportunidades de conciertos”. Ana Vanessa Marvez comenta que son “400 músicos que han pasado por nosotros y varios de ellos hoy están instalados en orquestas como la Filarmónica de Santiago, la Orquesta de Cámara del Municipal de Santiago, las agrupaciones de la FOJI y las cameratas de las universidades de los Andes y Andrés Bello, por citar algunas”. La ejecutiva profundiza en este aspecto y afirma que la intención “ha sido integrar estas personas al campo cultural chileno, visibilizarlas y que tengan una oportunidad como músicos y como docentes. Que se conviertan en un aporte para el país y no en una carga”. Para ello han implementado una serie de acciones que buscan generar un círculo virtuoso y que abarquen toda la carrera artística.
“Acá nosotros formamos a un niño, lo ayudamos a audicionar para la FOJI y, después de los 20 años, cuando egresan de la Sinfónica Nacional Juvenil, lo podemos recibir en nuestra Orquesta Música para la Integración. Bienvenidos sean: pueden dar clases y tocar por contratación. Si hay chicos que quieren seguir en la universidad, los apoyamos con cartas.
Hemos construido una red”. Replicar los centros formativos del Sistema de Orquestas de Venezuela es otro de sus grandes motores, “entendiendo también que el maestro José Antonio Abreu pensó todo esto como un proyecto social enfocado en la práctica colectiva de la música. Esa es la definición. Nació en Venezuela para rescatar a los niños de los peligros de la calle.
Si un chico quiere dedicarse a la música, feliz; pero lo primero que se busca con esto es que sean mejores personas”. Eso sí, en nuestro país no todos han sido logros y quedan importantes desafíos por concretar. “Ojalá pudiéramos reinsertarlos a todos. Todavía tenemos gente dando vueltas. Mi director musical, hasta hace muy poco, preparaba pizzas. A veces siento que estoy viviendo una segunda Venezuela, con muchos músicos que dicen no lo logro y terminan yéndose a Miami o a Perú.
Nos queda mucho por hacer”, expresa Ana Vanessa Marvez; y concluye “que eso no implica que los músicos dejen de hacer delivery, porque eso les da la posibilidad de sobrevivir, pero sí hemos logrado que no se despeguen de su instrumento.
Un músico que no toca en dos o tres años, sufre una depresión tremenda”. Oración venezolana... EN Pa CL A E Y al La segunda edición del concierto Diáspora Sinfónica se realizó el año pasado en el Centro Cultural La Moneda. Actuaron la Orquesta Sinfónica Música para la Integración y un coro. Reinsertarlos a todos. Todavía tenemos gente dando vueltas. Mi director musical, hasta hace muy poco, preparaba pizzas. Hay muchos músicos que dicen no lo logro y terminan yéndose a Miami o a Perú.
Nos queda mucho por hacer”. Niño, lo ayudamos a audicionar para la FOJI y, después de los 20 años, cuando egresan de la Sinfónica Nacional Juvenil, lo podemos recibir en nuestra Orquesta Música para la Integración. Bienvenidos sean: pueden dar clases y tocar por contratación. Si hay chicos que quieren seguir en la universidad, los apoyamos con cartas. Hemos construido una red”. CRISTIAN CARVALLO Nacional Juvenil, conjunto estrella de la FOJI. La cellista Gisell González está en la Orquesta Sinfónica HÉCTOR gente buena y gente mala. Lamentablemente, muchas veces atodos nos meten en el mismo saco. Hay una lucha diaria de un grupo de venezolanos para demostrar que sí somos buenos”, cierra. Javier Mijares (33) es intérprete de corno e integra la Orquesta Filarmónica de Santiago. “Yo tocaba en la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela, fui parte del Sistema, pero llegó un momento en que la situación era tan precaria y difícil que tomé la decisión de salir”, explica. Mijares añade que llegó a Santiago en 2017 “sin nada. José Luis Guede, primer corno de la Filarmónica, sin ni siquiera pedirlo, me dio un fajo de dinero, 'cómprate lo básico, cama, refrigerador, etc. ”, me dijo. Eso me marcó mucho”. El músico pone en valor el aporte de Fundación Música para la Integración. “No es mi trabajo principal, pero igual quise involucrarme como profesor de la cátedra de corno. Siento mucha empatía por esta entidad, porque busca replicar lo que se hacía en Venezuela, apoyando a muchos niños. Es una manera de agradecimiento atodo lo que me ha dado la música y colaborar con mis colegas. Poner un granito de arena”, aclara este artista, quien también destaca que hoy, en la Orquesta Filarmónica de Santiago, hay seis intérpretes venezolanos de planta. Gisell González (16) es cellista y es parte de la Sinfónica Nacional Juvenil, el conjunto estrella de la FOJL. Este martes ofreció un concierto en el GAM, organizado por la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles. “Estoy acá desHÉCTOR ARAVENA Robert Ramos trabaja en la Orquesta Filarmónica de Santiago. AURISMAR VILLAMIZAR Javier Mijares es intérprete de corno en la Filarmónica de Santiago. HÉCTOR ARAVENA Freddy Pérezes director de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Puente Alto. Rodrigo Rodríguez (viola) forma parte de la Camerata UAndes. Una lucha diaria Freddy Pérez (38) es director de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Puente Alto y llegó a Chile en 2017. “Primero trabajaba en un call center y vendía sushi con un amigo chileno en la calle. Nunca en mi vida había hecho eso.
Algo que yo le agradecía la inmigración es que crecí mucho como persona, trabajé en cualquier cosa al principio y luego, a través de la Fundación Música para la Integración, se me comentó de un curso de dirección con el maestro Rodolfo Fischer, en FOJÍ, y todo cambió”, rememora. Pérez finalmente consiguió un puesto en la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles y a los pocos meses surgió la titularidad en Puente Alto. “Pensé que el cargo sería para un chileno, pero metocó a mí y estoy súper agradecido”. Y termina con una reflexión. “En esta inmigración descontrolada, como todo en la vida, hay ÁLBUM RODRIGO RODRÍGUEZ de 2018. Desde los siete toco el cello y en Chile he seguido desarrollándome”, expresa. Su madre, Gisenki Fuentes, recuerda que su profesor en Venezuela le dijo a Gisell que “debes viajar con tu cello, porque tienes mucho talento. Llegamos sin contactos. Tocamos la puerta y la Fundación Música para la Integración nos recibió con los brazos abiertos. Fuimos parte de los inicios. Sabemos que la música abre puertas”. Fuentes concluye que “con Venezuela tenemos un guayabo eterno (nostalgia), preparados porque en algún momento vamos a volver. Ahora la música que ella recibió en su casa hay que multiplicarla”. Robert Ramos (29) integra la fila de los primeros violines de la Orquesta Filarmónica de Santiago.
Comenta que llegó a Chile en 2017 y de inmediato se contactó con la fundación de Ana Vanessa Marvez (hasta el año pasado colaboró con clases de su instrumento). “Cuando me vine, se produjo una crisis grande en Venezuela. No había nada. Me robaron el violín, la ropa. Cuando todo sale mal, sale mal. Y dije me voy. Y así me vine. Comencé a tocar en bodas, en la calle, en lo que fuera, hasta que conseguí entrar en mi orquesta. Muy agradecido”. Rodrigo Rodríguez (30) es intérprete de viola, formó parte de la Orquesta de Cámara del Municipal de Santiago y actualmente se desempeña en la Camerata de la Universidad de los Andes. Arribó a nuestro país en 2019. “Formé parte del Sistema y un profesor chileno me ofreció una beca para un festival de música en Futaleufú. Luego me contacté con la Fundación Música para la Integración e hice unos ensayos en la iglesia Los Sacramentinos”, dice. Rodríguez concluye que “todo trabajo tienesurecompensa”. Antes de encontrar un trabajo estable y conseguir visa, tocó en la calle y en el metro, “llegaba a la medianoche en mi casa después de tocar caminando. Trabajé en el terminal Tur Bus vendiendo pasajes. Estudiaba a Bach en el Museo de Arte Contemporáneo, y la gente se paraba y me daba dinero. Pero valió la pena y hoy sigo en la música”, puntualiza. FUNDACIÓN MÚSICA PARA LA INTEGRACIÓN