La salud mental no puede seguir siendo un lujo
La salud mental no puede seguir siendo un lujo EDITORIAL y de control de enfermedades crónicas, la salud mental requiere con urgencia políticas públicas universales, sostenibles y con financiamiento garantizado.
No basta con campañas esporádicas o con derivaciones tardías; se necesita integrar el bienestar emocional como parte esencial de la atención primaria, aumentar la cobertura de profesionales en el sistema público y generar programas preventivos en escuelas, barrios y lugares de trabajo. La sobrecarga de las mujeres, la presión academica en jóvenes, la precariedad laboral y el aislamiento social derivado del uso excesivo de pantallas son realidades que no se resolverán de forma individual. Requieren de un compromiso político y social que entienda que cuidar la salud mental es cuidar el tejido mismo de la comunidad. Cada día sin acción significa más diagnósticos postergados, más familias que sufren en silencio y más desigualdad. La ENCAVI ha puesto los números sobre la mesa: es hora de asumir que la salud mental no es un lujo, es un derecho. Y como tal, debe ser prioridad de las políticas públicas en Chile.
La última Encuesta Nacional de Calidad de Vida (ENCAVI 2023-2024) dejó al descubierto un diagnóstico que no sorprende, pero que estremece: uno de cada cinco chilenos declara sufrir depresión, ansiedad u otro trastorno de salud mental, y las cifras son aún más preocupantes entre mujeres y jóvenes. La soledad, la exclusión y la falta de bienestar emocional atraviesan a la sociedad postpandemia, revelando un país más inactivo, más cansado y con menos redes de apoyo. Durante años, la salud mental se ha tratado como un asunto secundario, muchas veces reducido a una consulta privada que solo unos pocos pueden costear. En la práctica, tener atención psicológica o psiquiátrica en Chile sigue siendo un privilegio, inaccesible para amplios sectores de la población. Esto, pese a que los trastornos emocionales impactan de manera directa en la productividad, en el rendimiento escolar, en la convivencia social y, sobre todo, en la calidad de vida. El Estado no puede seguir mirando hacia el lado. Así como existen programas de vacunación. Uno de cada cinco chilenos reporta depresión o ansiedad, pero la atención sigue siendo un privilegio para pocos. Urge que el Estado garantice politicas públicas universales y sostenibles en salud mental, para que el bienestar deje de depender del bolsillo.