Autor: Juan Paulo Iglesias
Elevando la discusión: los debates que marcaron la semana
Los fantasmas populistas Hace 27 años, Terry Gilliam estrenó 12 Monos. Una película basada en una cinta francesa anterior, lo que para el caso es irrelevante, porque lo que importa es el argumento que parece ad-hoc para estos tiempos.
Es verdad que es una película de ciencia ficción, con viaje al pasado incluido y las aventuras de un prisionero que intenta encontrar un virus mortal (cualquier similitud con la actualidad es pura coincidencia) que causó la muerte de parte de la humanidad, para poder desarrollar una cura. Pero resumiendo, es finalmente unintento desesperado por entender la realidad. Y eso por estos días se ha vuelto recurrente. El mundo está “en modo actualización” y exige, como dice el expresidente Ricardo Lagos, caminar en puntillas para no romper los precarios equilibrios.
Equilibrios que también parecen precarios por estos lados, donde el gobierno sigue afinando el rumbo, porque, como apunta Juan Carvajal, “esto no da para más”. Y por “esto” entiende la dramática “necesidad de que la institucionalidad asuma el desafío de restablecer la estabilidad, el orden y la paz en el país”. No es poco. Ahí está lo sucedido esta semana en el centro de Santiago, con dos niños cuchillos en mano, amenazando a una mujer, o comerciantes ilegales atacando a carabineros para recuperar sus mercancías.
Por eso, es “preciso demostrar de qué lado está la autoridad”, dice el exdirector de la Secom y “tomar el toro por las astas” para “desterrar acciones que son inaceptables para la convivencia ciudadana”. Todo se desordenó. Y lo que senos viene por delante no es mejor. “Durante 2023, un año que al parecer será largo, largo”, apunta Ascanio Cavallo, “el gobierno enfrentará encrucijadas en todos los ámbitos posibles” -como si las que ya tiene no fueran suficientes.
Y la principal, dice, “es evitar la pobreza”, porque para “la coalición de gobierno entregar el país con más pobreza de la que lo recibió sería más que un fracaso, una condena”. Y las opciones que tienen son tres: seguir el mismo camino, inclinarse hacia el socialismo democrático o “polarizar el debate”. Dividir el país entre amigos y enemigos. Y eso, dice Cavallo, es populismo. Y si bien en Chile le ha ido generalmente mal, todo puede cambiar. Al final, la borrachera electoral ha tenido al país caminando en zigzag, embriagado por el entusiasmo de unos, primero, y de otros, después.
Es “la maldición del ganador”, apunta Josefina Araos citando a Eduardo Engels, quien acusó por estos días a la oposición de estar “obnubilada” y actuar con “intransigencia”. El asunto es que no es NEWSLETTER DE OPINIÓN Suscríbase al newsletter de Opinión, Elevando la discusión, los debates que marcaron la semana, para conocer los temas que fijaron agenda y las columhas de la semana. Latercera. com sólo la actitud de algunos, es “la clase política” la que está “sometida hace tiempo a esta lógica”, apunta Araos. Y mientras el fantasma del populismo acecha sobre nuestras cabezas, según ella la solución es mucho más compleja de la que plantea Engels. No exige sólo a una parte. La única salida, apunta, reside en un gesto de renuncia colectiva, donde todos se muestren dispuestos a ceder. Es eso de “la medida de lo posible”, que no es otra cosa que la política.
La política en juego Y si de política se trata, lo de las negociaciones por la nueva Constitución han demostrado que llegar a acuerdos nunca es fácil, cuando unos y otros esperan que sea el otro el que termine cediendo. Pese alos homenajes a Patricio Aylwin en la inauguración de su estatua y lo de “salir de las propias trincheras”, que dijo Gabriel Boric, las lógicas del blanco y negro han primado en el debate. Quizá todo, como apunta Óscar Guillermo Garretón, se debe a esa estrategia de “esgrimir responsabilidades abstractas” para “construir culpables y enemigos”. Nosotros contra ustedes. Una “magia que fascinó” a algunos, dice, pero que empezó a deshacerse. Lo que se necesita hoy es que “la sociedad sereencuentre” y supere “la carencia de gobernabilidad”. Hay que terminar con “eljuego de caretas” como escribe Sebastián Izquierdo al abordar la negociación constitucional. Acabar coneso de tener “un discurso público y otro privado”, porque mientras tanto “el desaliento cunde en la ciudadanía y en los movimientos sociales” y las fuerzas políticas se fragmentan.
Pareciera, como escribe Claudia Sarmiento, que lo que ha hecho la clase política “al eternizar el acuerdo por una nueva Constitución es procrastinar”. Y conello alimenta “la sombra de falta deidoneidad” para cumplir sus funciones alimentando “el populismo y los caudillos asistémicos”. Hay que volver al equilibrio. Falta realismo constitucional, para Max Colodro.
Y la ironía de todo eso es que “loque a mediados de 2021 era una atractiva apuesta” -la mágica solución a todos los problemas, esperaban algunos- “hoy se ha tido en una clara amenaza” que, en el caso del gobierno, podría dejarlo “saboreando una segunda derrota electoral de proporciones”. Y todo en menos de dos años. Pero de alguna manera hay que salir del entuerto.
Quizá como agrega Gabriel Zaliasnik, sólo queda apelar a las bases sobre las que Chile “estructuró su institucionalidad” para solucionar este “dilema constitucional”. O quizá es un asunto de confianza, como sugiere Óscar Contardo, para quien la clave de todo está “en el derrumbe de la convivencia”, en ese “matadero de la confianza” en el que estamos, porque cada vez menos chilenos concuerdan con la frase “casi siempre se puede confiar en las personas”, según el último Estudio Longitudinal Social de Chile.
Y “cuando la sospecha es lo que cunde y respetar las normas acaba como una costumbre minoritaria, lo que nos depara el destino no es bueno”. Los giros del destino Seguimosen los terrenos de Groucho Marx, esos de que “si no le gustan mis principios, tengo otros”. O en la de Dennis Hopper y Peter Fonda en Busco mi Destino. Las autoridades siguen ajustando el rumbo, mientras se impone la realidad.
Es el caso de la alcaldesa de Santiago, como recordaba Carlos Correa, “la misma que el año pasado le dijo al diario El la represión no servía para controlar el orden público” y que ahora “clama por más carabineros ante las imágenes que muestra el descontrol en la Plaza de Armas”. Si alguna vez lo dije, no me acuerdo, es la máxima por estos días. Estamos ante “el despertar de la fuerza”. “El orden ha entrado en la agenda del Presidente, que al igual que Portales se dio cuenta de para el poder”, apunta Correa.
Y la “inevitable voltereta tendrá costos en la opinión pública y en las propias tropas oficialistas”. No todos están en sintonía, eso está claro, aunque por ahora, La Moneda perdió una oportunidad de marcar un nuevo rambo, a la luz de lo que decía el domingo Daniel Matamala.
Porque el paro de camioneros ofrecía dos caminos al gobierno, uno era “imitar a Lagos”, que en cedió ante el reclamo de las miy el otro, “ceder una vez más al este chantaje permanente, que convierte a los chilenos en rehenes de los privilegios de un pequeño grupo deinterés”. Y finalmente optó por el segundo. Son las contradicciones de Groucho Marx que por estos días abundan y no sólo que al uso de la fuerza se refiere. También las hay en la ofensiva de la ministra Camila Vallejo contra las fake news, según Pablo Ortúzar.
Porque pese a sostener que su ofensiva contra las mentiras mediáticas busca defender la democracia, “su comprensión del fenómeno, paradójicamente, es bastante poco democrática”. No sólo porque “los adultos, los mismos que votamos en las elecciones, no parecemos realmente necesitar de una tutela estatal en ese ámbito”, sino porque la propia Vallejo “proviene de un partido (... ) que avala regímenes autoritarios sin libertad de prensa”. Un asunto de equilibrios (o desequilibrios) precarios.