Autor: ROBERTO CAREAGA C.
Las novelas que documentan la crisis de Venezuela
Las novelas que documentan la crisis de Venezuela Revista de Libros“E scribir una novela de izquierda”, anotó hace algu quierda que le doliera a la iznos años la escritora venezolana María Elena Morán (1985). Ya se había ido de su país, vivía en Brasil y arrastraba una resaca de frustración y decepción ante la Revolución Bolivariana que impulsó Hugo Chávez.
Ella había apoyado con fe el movimiento, hasta que en algún momento entendió que mientras al chavismo avanzaba, también la idea de que a los enemigos políticos era “necesario erradicarlos”. La novela que finalmente escribió es Volver a cuándo, la historia de una mujer que se ve obligada a dejar Venezuela, en medio de la crisis que impuso el régimen. Deja atrás a su madre y a su hija, a quien espera volver a buscar cuando esté estable económicamente, pero en Maracaibo la red eléctrica se cae a diario y la comida escasea. También está su exesposo, un funcionario del gobierno que encarna todos los deseos autoritarios del chavismo. “Creo que la novela es una invitación a esa casa en ruinas que es nuestra historia reciente”, dijo Morán en una entrevista, hablando del libro que publicó 2023 con la editorial española Siruela.
Ambientada en una Venezuela donde ya ha muerto Chávez y gobierna Nicolás Maduro, Volver a cuándo ganó el Premio de Novela Café Gijón y se ha vuelto una de las referencias casi ineludibles para pensar la crisis política y social en que está sumida la República Bolivariana de Venezuela. No es la única, sino que se suma a una serie de títulos que en conjunto reflejan la situación del país. Quizás las más famosas son Patria y muerte (Tusquets, 2015), de Alberto Barrera Tizka; The night (Alfaguara, 2016), de Rodrigo Blanco Calderón, y La hija de la española (Lumen, 2019), de Karina Sainz Borgo. El entramado literario que refleja los ecos del chavismo ha crecido y a los temas más dominantes (la violencia, el caos político, la pobreza, los apagones) se han sumado el del exilio y la migración. Es un asunto del que no se puede escapar: según cifras de Naciones Unidas, 7,7 millones de venezolanos han dejado el país buscando una mejor vida, la mayoría de ellos en la última década. Entre toda esa masa, también están los escritores. En Chile, por ejemplo, está Arianna de Sousa-García (Puerto de la Cruz, 1988), quien llegó junto a su hijo a nuestro país en 2016.
Hace unos meses publicó un libro que es el testimonio de su experiencia y de sus compatriotas ante la escasez y el hambre que se han tomado su país, Atrás queda la tierra (Seix Barral). Relato sobre los efectos de los tristemente célebres apagones que han afectado a Venezuela, como también del desencanto con el chavismo y el masivo éxodo, Atrás queda la tierra es untexto de no ficción en que De Sousa-García le habla a su hijo. Según dice a “El Mercurio”, su libro está en una larga tradición de títulos que han documentado la crisis de su país, incluso antes de la aparición de Chávez. “Primero habría que recordar que nuestra crisis, así de aguda como es, ha sido larga y dolorosa. Lo novedoso es el mundo viendo finalmente hacia Venezuela”, dice la escritora.
“Hay que tenerlo presente si se quiere pensar en la literatura venezolana que da cuenta del colapso del país, porque no es poca ni reciente y cuyos orígenes están en una literatura que es inclusive previa al chavismo, que está ahí en la narrativa del petróleo. Desde entonces la literatura está denunciando, retratando, pensando o imaginando al país, cómo sobrevivirlo, experimentando maneras de llevarlo de la mano con una propuesta estética interesante”, añade.
La tradición de la crisisDe Sousa-García piensa en novelas ya clásicas co-mo Casas muertas (1955), de Miguel Otero Silva, como el origen de una literatura de crisis, pero tambiénen Diario de ruinas (2018), de la escritora Ana Teresa Torres, que documenta la degradación del país entre 1998 y 2017.
Para la periodista y novelista venezolana Michelle Roche Rodríguez, la llegada al poder de Chávez desató una escritura: “Durante la primera década y media del nuevo siglo se desarrolló una literatura identificada con el protagonismo de Hugo Chávez en la política venezolana, a la cual se le puede identificar como un tipo de relato neoexpresionista que describe imágenes del deterioro, del envilecimiento institucional y la violencia social”, dice a “El Mercurio”. En esa tendencia, aparecen novelas como Nocturama (2006), de Ana Teresa Torres, un relato distópico que enlazando notas deAELOREIVAJOCSICNARFUNA BIBLIOGRAFÍA ABREVIADALa escritura del colapso:prensa adelantaba la crisis actual de Venezuela. Junto a ella está Patria o muerte, en que Barrera Tizka narraba el impacto en el país por la muerte de Chávez en 2013.
El autor siguió explorando la situación de su país y en la novela Mujeres que matan (2018) hizo una descripción que todavía parece vigente: “La situación económica era terrible, el dinero no alcanzaba para nada, los precios cambiaban cada día, había que hacer cola para comprar cualquier producto y, muchas veces, ni siquiera se conseguía. No había harina, no había arroz, pero también escaseaban las medicinas, los desodorantes o las toallas sanitarias.
La ciudad parecía estar llena de zombies o de fantasmas, deambulando, caminando sin sentido, en cualquier dirección”. De paso por Madrid, Barrera Tizka asegura que si bien ya existe una literatura que da cuenta de los problemas de su país, junto a ella surge otro conflicto: cómo publicarla. “Creo que la literatura venezolana está expresando de muy distintas maneras la crisis que estamos viviendo. Dentro y fuera del país se escriben novelas, relatos, poemas, crónicas, cómics que van dando cuenta de la tragedia del país: la represión salvaje, la debacle económica, el militarismo, la migración, el desarraigo. El problema es que en medio de esto las dificultades para publicar (tanto en Venezuela como fuera de ella) son inmensas. Eso también forma parte de la crisis: para el mundo editorial, somos escritores sin mercado”, dice. La diásporaLa situación editorial en Venezuela ha sido lastrada también por el colapso político. El antes influyente y decisivo Premio Rómulo Gallegos ha ido perdiendo peso entre suspensiones y presiones, y editoriales. Lo mismo ha pasado con la tradicional editorial Monte Ávila. Pero si allá los circuitos literarios se han restringido, en el mundo florecen los escritores que han dejado el. LA s t a d p d. e o L. p e e o a. B r. b r d E. r f a l. e R r i i o. e b t. T e t n. r o r e O o. ratura venezolana actual es osa y muy diversa, que trata rdar y contar lo que ocurre mas diferentes.
Estamos diendo a ser un país sin rio y estamos escribiendo eso”... .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . BARRERA TIZKA. LM s i e p d c q. n u u. s I u e e a.
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Lo fundamental en ueva etapa es la diáspora de nas que escriben sobre el país otros lugares con realidades ales diversas que, quizá sin r, terminan integrándose en ras”... .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . E ROCHE RODRÍGUEZ. PA f n e n ú. i R. s o u r n l. I, t. i A v. e a i m h. N m. s l e. N m a t. d e A. ro habría que recordar que ra crisis, así de aguda como sido larga y dolorosa.
Lo oso es el mundo viendo ente hacia Venezuela”... .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . DE SOUSA-GARCÍA a década ha dado un giroALEURISLAIROTIDESOREVITNOFASIULZEÑÁ Y ROTCÉHNIUGNEPpaís. Si en Chile está De Sousa-García, en España hay varios autores desarrollando su carrera. Michelle Roche Rodríguez vive en Madrid, donde trabaja como periodista y publicó con la editorial española Anagrama la novela Mala sangre. Y dice al respecto: “La literatura venezolana de la última década ha dado un giro interesante, menos de tema que de estilo. Aunque esto coincida con el tiempo de Nicolás Maduro en la presidencia, no me atrevería a hablar de un ciclo del madurismo.
Lo fundamental en esta nueva etapa es la diáspora de personas que escriben sobre el país desde otros lugares con realidades culturales diversas que, quizá sin querer, terminan integrándose en sus obras”. En esa línea está Rodrigo Blanco Calderón, instalado en Málaga, quien en 2019 ganó el III Premio Bienal de Novela Vargas Llosa por The night, sobre los apagones en Venezuela, y en 2021 publicó Simpatía, una novela que, siguiendo el rastro de los miles de perros abandonados en Caracas por los migrantes que salen del país, retrata una sociedad marcada por la carencia y militarización.
La mirada de Karina Sainz Borgo no es muy diferente: residente en España desde 2006, en su aclamada novela La hija de la española narra la historia de una mujer que intenta irse del país mientras en las calles se desata la violencia: “Estar en la calle a las seis de la tarde era una manera estúpida de rifarse la existencia. Cualquier cosa podía matarnos: un disparo, un secuestro, un robo. Los apagones se alargaban horas y empalmaban las puestas de sol con una oscuridad perpetua”, se lee en las primas páginas.
Cuando en 2019 se lanzó La hija de la española, también el analista político MoisésNaím publicó Dos espías en Caracas, unthriller en que espías estadounidenses y cubanos siguen y se involucran en el ascenso de Chávez al poder, hasta incluso el momento de su muerte. Con vocación de best seller, ese título da cuenta de la amplitud de formas para aproximarse a la crisis venezolana.
En el otro extremo, De Sousa-García menciona libros de poesía, como Parasitarias (2020), de Alejandro Castro; Restitución de la lengua (2023), de Miguel Hernández Zambrano, o la antología de poetas venezolanos en Chile Una cicatriz donde se escriben despedidas (2021), publicada por la editorial Libros del Amanecer.
No siempre se trata de obras que aluden explícitamente a la crisis política venezolana y, en ese sentido, la novela Malasangre, de Roche Rodríguez, también alude a la situación actual pese a ser una historia vampírica ambientada en el Caracas del 1921. Según la autora, la mirada literaria tiene una forma oblicua pero reveladora de retratar la realidad: “Es la única perspectiva que conozco. También mi narrativa aborda al país desde sus fábulas del deterioro, aunque in stricto sensu mi novela más reciente integre los géneros histórico y fantástico. La realidad es que esos géneros son lenguajes que me permiten hablar de dictaduras militares, presos políticos y violencia social sin referirme a la grotesca actualidad de Venezuela”, sostiene.
Articulista, guionista de teleseries, poeta e incluso biógrafo de Chávez, Barrera Tizka en su último libro evitó reiterarse con una nueva narración sobre la política y las calles venezolanas: El fin de la tristeza (2023) es una novela sobre un funcionario burocrático deprimido, un escándalo de suicidios masivos y redes sociales. De fondo, late un país en bancarrota, aunque nunca aparece el nombre de Venezuela. “Creo que la literatura venezolana actual es poderosa y muy diversa, que trata de abordar y contar lo que ocurre de formas diferentes. Estamos aprendiendo a ser un país sin territorio y estamos escribiendo sobre eso. No se trata de un programa, de un plan, es más bien parte de la misma experiencia de la pérdida y la desesperación”. La escritoraLa autora Arianna de Sousa-García viverrera Tizka. Sainz Borgo.. En medio de las ruinas que ha dejado el chavismo, la literatura venezolana ha florecido narrando historias de violencia, hambre y migración. A autores ya consolidados se ha sumado una generación de la diáspora que desde España, Brasil o Chile está relatando la experiencia de la nación. “Dentro y fuera del país se escriben novelas, relatos, poemas, crónicas, cómics que van dando cuenta de la tragedia del país”, sostiene Alberto Barrera Tizka. en Chile. Rodrigo Blanco Calderón, autor “The Alberto BaLa narradora Elena Morán vive en Brasil.