Autor: MACARENA CERDA M.
La ruta por las cárceles del cardenal Chomali: ha visitado recintos como Colina I y II, San Joaquín y Punta Peuco
La ruta por las cárceles del cardenal Chomali: ha visitado recintos como Colina I y II, San Joaquín y Punta Peuco Hay que cruzar rejas interminables y someterse a acuciosas revisiones para ingresar, no sin antes responder preguntas, enrolarse y dejarse fotografiar, como si uno también fuera a quedar preso en los registros del sistema. Una vez adentro, es imposible abstraerse del penetrante hedor que golpea de repente y de los semblantes endurecidos, con miradas esquivas que llenan cada esquina. Así suele ser visitar una cárcel en Chile: un espacio donde la dignidad humana se deshilacha bajo el peso de la condena. Allí, la población penal crece cada semana, llegando a superar los 61 mil 400 internos en junio pasado, con una proyección crítica de hacinamiento que podría alcanzar el 200% en 2030. Sin embargo, son precisamente estos recintos los que el cardenal Fernando Chomali, arzobispo de Santiago, se ha empeñado en frecuentar con gran ímpetu el último tiempo.
Desde su vuelta a la capital, y retomando una costumbre durante los años que vivió en Concepción, ha recorrido varios penales, entre ellos, Colina I y II, la expenitenciaría e incluso Punta Q PAÍS DE PERFIL Peuco. Ha celebrado misas, acompañado a familias y recogido historias que admite que lo han marcado. “El cariño ha sido inmenso. Me piden bendiciones, me muestran cartas sobre sus condiciones personales y familiares. Les gusta mucho que los visiten los sacerdotes, los capellanes, el obispo”, explica. Ha sido tal su afán de involucrarse, que incluso prometió pasar la Navidad este año en el complejo femenino de San Joaquín, al igual que el año pasado.
Privados de dignidad En conversación con “El Mercurio”, el cardenal repasa su experiencia en estos recintos, donde se ha enfrentado a realidades ásperas y observado que “el apoyo de la sociedad intermedia es prácticamente nulo”, sin perseguir la real reinserción, en medio de una gran escasez de recursos. Con todo, dice, también ha encontrado gestos de fe y humanidad.
En Colina II, recuerda, vio a “una pareja joven, abrazada, con un niñito, a quienes bendije y les dije: Voy a trabajar arduamente para que este niño, en vez de volver a la cárcel, cuando tenga 18 años vaya a la universidad”. Este compromiso que asumió nace desde la noción de que “el talante de una sociedad se mira en la capacidad que tenemos de ocuparnos de los más pobres”. Revive también una conversación que tuvo lugar en la enfermería de la expenitenciaría, cuando se acercó a compartir con un grupo de internos que miraban noticias en la televisión: “No, monseñor, afuera la cosa está muy mala”. Chomali reconoce que esa frase lo hizo reír por el infaltable “humor chileno”, pero también lo golpeó. “Incluso en situaciones carcelarias, se dan cuenta de que hay un serio problema de seguridad y violencia en Chile, que tenemos que erradicar absolutamente.
Y la manera de erradicar eso en el largo plazo es mediante políticas públicas que cuiden y promuevan la familia, cosa que no se ha hecho en Chile, al igual que con la educación pública, que también lamentablemente está muy desmejorada”, apunta. El arzobispo insiste en que “no por estar privados de libertad tienen que estar privados de dignidad”. Así lo planteó también cuando visitó Punta Peuco y llevó su inquietud al Senado. Para el cardenal, el Estado debe garantizar condiciones mínimas en todas las cárceles, especialmente cuando se trata de personas enfermas o de edad avanzada.
“No se trata de impunidad, sin lugar a dudas, pero sí de un acto de clemencia”. Y remarca en cuanto al caso de Punta Peuco: “Entiendo muy bien que esto puede causar escozor en las personas que han visto en sus familiares violación de los derechos humanos, pero creo que la dignidad de una persona no se pierde incluso bajo las peores condiciones y ahí eso es lo que está aconteciendo”. El derecho a recomenzar Al abandonar las prisiones que visita, el cardenal carga físicamente con más de lo que deja: regalos hechos a mano, como cruces de madera, alfombras y cartucheras le son entregados por los reos como agradecimiento. Aunque la misión no culmina al dejar atrás los barrotes, puesto que también asegura impulsar iniciativas de reinserción laboral y proyectos para los hijos de los internos.
Lo explica con la convicción de que “las personas podemos cambiar, podemos tener una vida digna, podemos pagar nuestras culpas, pero tenemos que tener derecho a recomenzar”. “Participo activamente de una fundación que se llama Invictus, con la que estamos tratando de dar trabajo al interior de la cárcel.
Además, ahora estamos promoviendo una gran casa de acogida donde los hijos de los internos tengan la posibilidad de estudiar en un buen preuniversitario para que entren a la universidad y rompan el círculo de la pobreza”. El cardenal ya anticipa que continuará recorriendo las cárceles en los próximos meses, convencido de que “Dios anda también por esos lados”. n. Recuerda cuando un interno de la expenitenciaría le comentó que “afuera la cosa está muy mala”. La frase, entre irónica y cruda, marcó al prelado como un retrato de la inseguridad y la violencia. EL ARZOBISPO DE SANTIAGO AFIRMA QUE “DIOS TAMBIÉN ANDA POR ESOS LADOS” Menos visibles El arzobispo Fernando Chomali plantea que Gendarmería trabaja en condiciones muy difíciles, con escasos recursos y poco reconocimiento. En la foto, en Colina II.