MONSEÑOR FERNANDO CHOMALI “NO ME INTERESA SER UN INFLUENCER”
MONSEÑOR FERNANDO CHOMALI “NO ME INTERESA SER UN INFLUENCER” Católica aún no ha perdido la batalla cultural: “La sed de trascendencia, de vida espiritual, está presente en todo ser humano, y creo que va a llegar un momento en que las personas van a quedar muy vacías de la oferta actual”, dice. Monseñor Fernando Chomali“NOME INTERESA SER UN INFLUENCER”POR ESTELA CABEZAS. FOTO JOSÉ LUIS RISSETTI.
Desde que en diciembre del año pasado fue ele-gido para encabezar el cargo más importante de la Iglesia Católica en Santiago, Monseñor Fernando Chomali hace tres cosas, sagradamente, todos los días, y siempre antes de las seis de la mañana: rezar en la capilla privada que tiene en su casa, hacer una hora de deporte y escribir su tweet diario en X. A veces es una reflexión o un consejo; otras, un comentario evangelizador con base en la actualidad. Son muy pocos caracteres. Entonces, hay que pensar muy bien cada palabra, cada frase, cada concepto. Hasta que no estoy absolutamente convencido, no lo lanzo. ¿Ha visto lo que le contestan?Poco. Es que hay personas que aunque tú digas “dos más dos son cuatro”, te van a criticar. Pero hay muchos a los que les interesa harto lo que yo digo, lo valoran. Siento que es un espacio público muy valioso y que hay que ocupar. También sé que la crítica va a estar siempre. Lo que más le alegan son las situaciones de abuso de la Iglesia. Sí, claro, pero una observación: la gente que escribe es anónima. La gran mayoría son sobrenombres.
También hace reels en TikTok e Instagram, aunque no todos los días. ¿Usted siente que le está volviendo a dar voz a la Iglesia?No, la voz de la Iglesia está en las parroquias, en los colegios, en la universidad. “No me interesa el poder. Me quiero ganar la autoridad. Y la autoridad se gana sirviendo. No hay otra manera”. Pero coincide en que después del 2010, luego que se conocieron los abusos de Fernando Karadima y otros miembros del clero, la Iglesia entró en un silencio profundo. Sí, evidente. ¿Usted quiere devolverle a la Iglesia un lugar de influencia?No, sinceramente no me interesa ser un influencer. Yo quiero hacer mi trabajo, mostrar el Evangelio y la doctrina de la Iglesia, y prestar un servicio a los más pobres. No me interesa el poder. Me quiero ganar la autoridad. Y la autoridad se gana sirviendo.
No hay otra manera. ¿Cree que 2010 fue el inicio de la crisis de la Iglesia Católica en Chile, la que hoy tiene a un 41 por ciento de los jóvenes que no se identifica como católico, según la Encuesta Bicentenario de la Universidad Católica de 2023?No, la crisis de fe venía de mucho antes.
Chile venía viviendo un proceso de secularización muy grande desde hace más de 20 años, porque se pensó que la tecnología, la economía y la ciencia iban a ser capaces de responder a las grandes preguntas de la inquietud humana. Y mucha gente pensó que la fe era irrelevante, pero aún les quedaba un sabor a católico.
Con la crisis de 2010 eso se aceleró, pero la gente ya había dejado de creer. ¿Usted cree que la Iglesia actuó bien tras esas denuncias y cuando comenzaron a aparecer más? Siguieron quedándose en silencio. Hubo poca transparencia. Es que había mucha vergüenza y temor de hablar del tema.
También creo que no hubo una adecuada asesoría para decir que la verdad es la que nos hace libres, se debió ser mucho más claro con los que habían sido abusados. día hay oficinas para recibir las denuncias, antes no. No había los protocolos que tenemos hoy día. ¿Cómo se enteró usted del caso Karadima?Existían rumores de que había personas que querían denunciarlo o que habían denunciado. Cuando estalló el caso, supe de qué se trataba y fue un balde de agua fría. Y evidentemente que estas personas fueron muy valientes al hacer la denuncia. Juan Cruz, uno de los denunciantes y con quien era cercano, contó que le había enviado un mail diciéndole lo que había sucedido, pero dijo que usted no hizo nada. Usted después le pidió perdón públicamente. pudo hacer deporte, nos insistió que practicáramos mucho: imagínate que de chicos íbamos siempre a esquiar. Y como él no pudo estudiar idiomas, nos puso en un colegio francés y nos incentivó a que hiciéramos intercambio. Él se proyectaba en nosotros con todo lo que no pudo hacer. Monseñor Chomali dice que él siempre tuvo conciencia de los privilegios que tenía. Yo veo a tantas personas a las que se les hace todo tan difícil, trabajar, estudiar, y yo siempre tuve todo: desayuno, almuerzo, té, comida.
Tuve sábanas limpias, vacaciones, un papá y una mamá en la casa, nunca me faltó nada; por lo tanto, siempre me he sentido muy deudor de todo eso. ¿En su casa todos sentían lo mismo, o usted era el distinto?Los cinco somos muy distintos, pero yo diría que el más rebelde era yo, por lejos. Después de muchos años hemos recuperado la amistad que nos unía. En esa época Fernando Chomali llevaba cinco años como Obispo Auxiliar de Santiago. Lo que pasa es que monseñor Errázuriz siempre se lo guardó mucho para él. Y también es cierto que los procesos fueron muy lentos; eso hoy día sería inaceptable. Usted estaba en una posición de poder en la Iglesia en esa época. ¿Manifestó internamente alguna crítica a la forma en que se estaban llevando los casos?Me faltó carácter, sin duda. Me paralicé en medio de una verdadera pesadilla.
Hoy las cosas son muy distintas y mi único temor es ser injusto con quien denuncia¿ Tuvo usted alguna crisis con la Iglesia por esto?En mi caso personal, el 2017, el 2019, fueron años muy tristes, porque ahí se concentraron las denuncias en Concepción, y yo me tuve que hacer cargo. Hice los procesos, las investigaciones, tuve que expulsar a sacerdotes. Fueron momentos duros, de mucha angustia. Fue muy doloroso escuchar a las víctimas. Responder ante la opinión pública también fue muy desgastante. Claro, porque, además, la Iglesia es culpable, porque todo esto pasó bajo su alero, ¿no?No, las culpas son personales. Además, tú no andas controlando a cada miembro, poniéndoles una cámara, sabiendo lo que hace 24-7. En el caso que yo conocí hubo mentiras, falsedad, hubo doble vida, hasta que explotó.
De tartamudo a sacerdoteFernando Chomali Garib, 67 años, ingeniero civil, sacerdote diocesano, hoy monseñor, doctor en Sagrada Teología de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y máster en Bioética por el Instituto Juan Pablo II, de la Pontificia Universidad Lateranense, es segunda generación de inmigrantes palestinos en Chile. Sus abuelos llegaron casados a Chile, dice que tenían 15 o 16 años y que fueron muy bien recibidos en la Sexta Región a donde llegaron. Este era un país cristiano y toda la migración que llegó en esa época eran todos católicos ortodoxos, y encontraron aquí un lugar para vivir. Su padre se trasladó en la década del 40 a Santiago para estudiar Odontología en la Universidad de Chile y nunca volvió al sur. Aquí se casó e hizo su vida profesional, la que, relata monseñor Chomali, fue muy exitosa. Llegó a ser profesor titular de la Universidad de Chile en maxilofacial. Todos mis hermanos estudiaron en la Universidad Chile, menos yo, que estudié en la Católica. Él es el segundo de cinco hermanos, quienes solían jugar en la calle El Belloto, en la comuna de Providencia. Luego se cambiaron a Lo Curro. Eran una familia que tuvo comodidades, dice. Todos estudiaron en la Alianza Francesa. Mi papá, como era hijo de inmigrante y era pobre, reflejó en nosotros todo lo que él no pudo hacer. Entonces, como él no¿ En qué consistía su rebeldía?Mi rebeldía estaba, creo yo, en una gran melancolía.
De hecho, mi mamá sufría mucho por eso, ella siempre me decía: “¿ Qué te pasa? Tienes de todo, te va bien, tienes una familia que te quiere, amigos, ¿por qué siempre estás triste?”. Era algo que me pasaba, que con el tiempo se me ha ido quitando. Dice que tal vez influyó el que fuera “muy tartamudo”. Yo ni siquiera podía hablar de lo tartamudo que era. Por eso todo se me hacía más difícil, especialmente el colegio, que además era bilingüe. También se me hacían más difíciles las relaciones humanas. Cuenta que su papá estaba muy angustiado por eso. Él también era un poco tartamudo, y sobre todo, cuando discutía con mi mamá se ponían los dos tartamudos, era muy divertido, pero lo mío era más complejo. Ambos están hoy fallecidos. Su madre murió a los 64 años de un cáncer al estómago. Fue una cosa muy dolorosa, tuvo dos años muy difíciles. Ahí me di cuenta de que la obstinación terapéutica no es buena.
Yo estoy en contra de la eutanasia, sin lugar a dudas, pero también estoy en contra de la obstinación terapéutica, que es hacer muchas más cosas médicas con un paciente y que son innecesarias, que no lo van a mejorar y le van a generar mucho sufrimiento. Cuenta que lo de ella fue en los años 90, que le hicieron una operación “muy razonable”, también quimioterapia. Y, después, le hicieron una segunda operación que, asegura, pudo no haberse hecho. La doctrina de la Iglesia es muy sabia en eso: eutanasia, bajo ningún punto de vista, pero tampoco obstinación.
Si su mamá le hubiera dicho que no quería sufrir más, porque tenía muchos dolores, ¿usted le habría dicho, “no, aguante nomás y muera cuando tenga que morir”?No, pero hoy día el dolor se puede tratar muy bien. Mi mamá tuvo dolor, pero estuvo muy bien tratada y acompañada, y no se le pasó ni por la mente pensar una cosa así. Ella quería seguir viviendo para ver a su hijo sacerdote, porque yo aún no me ordenaba, y para ver a su segundo nieto. Monseñor Fernando Chomali se emociona al recordar a su madre. Mi mamá era una persona muy amable, muy cariñosa. Nos quería mucho, nos cuidaba mucho, se preocupaba de nosotros.
Y bueno, yo pienso que ella sufrió especialmente por mí, no me veía contento; entonces, sufría por eso. que el cuerpo habla cuando uno no está contento con lo que hace, y conmigo habló con la tartamudez. Y así como se le acabo la tartamudez con el sacerdocio, ¿también se le acabó lo melancólico?Me da la sensación de que no. Hay un bienestar claro, pero lo melancólico forma parte de mi vida. A mí me cuesta mucho entender el mundo, y las preguntas existenciales que yo tengo me han acompañado desde siempre, pero en la fe encontré una respuesta contundente. Lo que pasa es que yo soy duro para asimilarla. Monseñor Chomali ha escrito varios libros sobre bioética, además de dos obras de teatro y un libro de poemas que creó en una época muy compleja. Mucha gente me criticó con ese libro de poemas, me decían que cómo yo, siendo un creyente, escribía poemas tan tristes. Otros me dijeron que era una maravilla que una persona como yo fuera capaz de mostrar su debilidad. Uno piensa que un cura debe ser feliz, esperanzado, alegre. No alguien triste. Creo que esa mirada nos ha hecho daño a los sacerdotes, porque hay personas que han endiosado a los curas, a los obispos. Yo soy común y corriente, con virtudes y defectos, y reconozco que fui llamado por Dios, no me siento superior a nadie.
Ese libro, cuenta, se lo envió al Papa Francisco y él, dice, le escribió una carta de su “puño y letra”. Me dijo que le había impactado que una persona como yo fuera capaz de expresar los sentimientos más profundos de un ser humano, que encontraba que eso era un acto de valentía y que sin lugar a dudas le iba a hacer muy bien a la gente que tiene esta cosa rara de que si no está impecable, no puede vivir. Yo pienso que la vida es un drama, y eso es lo que la hace interesante. ¿Encuentra interesante que la vida sea un drama?Sí, y claro, hay personas que tienen todo su corazón solucionado. Yo no. ¿Y qué le queda por solucionar todavía?Yo tengo una pequeña obsesión con el tiempo. Para mí es clave, porque no vuelve y quisiera entregar más de lo que soy. Tengo todos los dones que Dios me ha dado y siento que ando a contracorriente. Bueno, siempre me critican que trabajo mucho, que soy hiperquinético, pero es esa ansia de dejar algo mejor, de dejar una huella. A mí me importa eso. ¿Y eso no es puro y simple ego?No, para nada. Es responsabilidad. No tengo ningún ego. El sacerdote encapsuladoMonseñor Fernando Chomali cuenta que entró al sacerdocio pensando en que pasaría la vida en una parroquia, junto a la gente. Pero nada sucedió como él imaginó, porque antes de salir del seminario, siendo recién diácono, el rector del seminario le dijo que habían decido que lo iban a mandar a estudiar a Roma. Explica que eso no es algo normal, que lo usual es que los sacerdotes estén cuatro o cinco años en el sacerdocio, y después se van a estudiar. Luego, le pidieron que hiciera el doctorado. Era mediados de los noventa y había comenzado a aparecer la bioética por todos los adelantos científicos que involucraban a las personas. Y se transformó en la voz de la Iglesia en esos temas. Mis primeros 15 años de sacerdocio yo estuve muy encapsulado. Estaba muy dedicado a escribir papers en revistas. Fui a muchos congresos y presentaciones. Era una vida bastante especial.
Yo vivía en la parroquia de los Ángeles Custodios y un día fui a decirle al obispo: “Sabe, vivo en Providencia, estoy dedicado a hacer clase todos los días, corregir pruebas, dar conferencias, y la verdad, que me siento raro”. Entonces, me fui a vivir a una población en El Salto. Esa era la vida que yo me imaginaba de cura cuando entré al seminario. Y estuve viviendo dos años ahí, hasta que me nombraron párroco en La Dehesa. En 2011 lo nombraron arzobispo de Concepción. Y ahí, dice, tuvo un cambio en su mirada. En Concepción la realidad era otra, era una sociedad que se estaba quedando sin industria, mucha gente sin trabajo, muchos problemas sociales.
Había un grupo sobre detenidos desaparecidos que trabajaban arduamente, yo los acompañé mucho; de hecho, hice un documental sobre su historia, la situación de los mapuches, donde la Iglesia estaba muy cercana, y empecé a entrar en un mundo desconocido para mí y empecé a generar vínculos. En eso estaba cuando fue nombrado arzobispo de Santiago. Monseñor Chomali conoce desde hace varios años al Papa. Cuenta que cuando lo nombraron él pertenecía a la Pontificia Academia para la Vida; ese grupo le pidió una audiencia y fueron a verlo. Cuando el Papa Francisco lo vio, le dijo: “Yo a ti te conozco”. La razón es que había leído sus libros de bioética. Después, en 2015, tuvo una reunión con él a propósito del caso de Juan Barros en Osorno.
Según artículos de prensa, en la cita, Chomali le hizo ver los cuestionamientos que generaba la designación de Barros como obispo de Osorno por las acusaciones de encubrimiento de los abusos de Karadima, de quien era cercano. Sin embargo, el Pontífice insistió en su decisión. Esa fue una reunión muy dura, muy intensa. ¿Lo retó?investigaciones que se tenían que hacer. Nos dijo cosas feas, que teníamos psicología de élite, entre otras cosas. Y esa reunión se filtró y fue todo un tema. Tras volver a Chile, monseñor Chomali le envío una carta al Papa. Ahí le conté que yo entré al seminario porque quería ser cura, estar en una parroquia, y le conté mi historia en una población en Santiago.
También le dije que me habían mandado a estudiar y que jamás pensé que iba a estar metido en todo esto, y que no tenía recuerdos de haber hecho todo lo que él decía que habíamos hecho los sacerdotes que estábamos en esa reunión. Así es que le pedí que me mandara a una parroquia. Le dije que yo no quería ser arzobispo. Cuenta que esa época para él fue especialmente dura, porque coincidía con que estaban todas las denuncias concentradas en Concepción. Nadie le contestó nada, así es que un tiempo después, en un viaje a Roma, pidió una audiencia “para volver a decirle que yo me quería ir a una parroquia, porque no quería más. Me dio la audiencia y me escuchó. Le recordé un poco indirectamente lo de Juan Barros, le dije: “Mire, ya pasó”, pero de alguna forma quedó claro que yo tenía razón. Fui súper respetuoso, y le agregué que yo no tenía ningún interés en la curia, que me fueron metiendo en esto. Me escuchó atentamente, él es muy paternal, y me dijo: “Mirá, che. Vos sos muy sincero, yo valoro mucho tu franqueza y te pido que sigas”. Y yo le dije: “Bueno, si me lo pide, OK”. Y siguió. Cinco años después, estaba en Roma y pidió una audiencia para ver un tema con él. Dice que necesitaba su consejo y que no pensó que se la darían. Pero a los días me escribieron diciéndome que me recibiría.
Era un tema técnico, y conversamos largamente, llevábamos 40 minutos, y le dije: “Ya, no le quiero quitar más tiempo, hay gente afuera, así que me voy”, y él me dice: “No, siéntate, quiero hablar contigo sobre Santiago. Pienso que sería bueno que haya un cambio, y le dije: “OK, tengo dos nombres de personas excelentes”, y las anotó. A los quince días lo llamó por teléfono el nuncio para decirle que lo habían nombrado arzobispo de Santiago. Monseñor Chomali dice que la Iglesia vive una crisis, que no hay vocaciones, que la gente ya no se casa, incluso ni por el Registro Civil.
Se está configurando otro mundo dice. ¿El mundo católico ya perdió la batalla cultural?Pienso que no, porque la sed de trascendencia, de vida espiritual, está presente en todo ser humano, y creo que va a llegar un momento en que las personas van a quedar muy vacías de la oferta actual, que me parece que es muy materialista y muy individualista. Pareciera que hay una sed espiritual que ha sido trasladada a la astrología, la carta astral, los coaching de espiritualidad. Hay una inquietud, pero la gente ya busca respuestas en otro lado. Pero creo que eso no alcanza a colmar una respuesta definitiva y contundente. Y la gente se va a dar cuenta de eso. Creo también que todo lo que ha generado el individualismo va a reventar. Los seres humanos hemos sido creados para vivir con otros y para otros.
Y la gente que está muy centrada en sí misma va a experimentar un vacío muy grande que se manifiesta en muchas cosas, como, por ejemplo, la alta tasa de suicidio, de agresiones personales, de violencia; tienen que ver con una soledad muy grande, y yo pienso que nosotros vamos a ser capaces de dar una respuesta definitiva.
O sea, yo tengo esa certeza, o si no, yo no estaría acá. ¿Cómo ve a los chilenos?Hay un concepto que me gusta mucho, y es que hay una sensación de malestar, una incomodidad en las personas.
La primera incomodidad es que se sienten indefensos, que nadie los ayuda ni los comprende; o sea, si tienes un problema con la luz, llamas y te responde una grabadora que te dice marque 1,2, 3,4 Por otro lado, perciben que hay algunos que tienen muchos privilegios. Ahí está el nudo del asunto: hay personas a las que no les falta nada, que nadie las toca. Y hay otros que tienen que luchar excesivamente para tener lo mínimo, y eso genera mucha rabia.
Yo creo que el problema en Chile es la desigualdad, sin lugar a dudas. ¿Tiene una idea desde cuándo las cosas empezaron a funcionar mal?Lo primero que se me viene a la mente es el iceberg de Sevilla. Eso fue fatal, porque pretendieron mostrar una imagen de un país que no era. Chile ha vivido mucho tiempo de la imagen, pero no ha sido capaz de sentarse a reflexionar sobre los que van quedando en el camino. Y esos fueron sumando y sumando hasta que se aburrieron. El estallido social tuvo una dimensión absolutamente reprochable: el vandalismo, la destrucción del metro, la destrucción de la parroquia. O sea, eso es impresentable a toda vista, repudiable. Pero eso no nos puede obstaculizar el que nos preguntemos por qué pasó eso. Yo escribí un artículo en “El Mercurio” que se llama “Nuestros saqueadores”. Ese ha sido el artículo más comentado, donde más me han criticado. En X, a veces le dicen izquierdista. Hay gente que dice eso, pero no, no es cierto. Yo no defiendo intereses de ningún tipo. La gente que me conoce sabe que tengo una gran libertad para estar con personas muy distintas a mí y poder dialogar. Muchos piensan que las condiciones que llevaron al estallido no han cambiado. ¿Usted cree que puede haber otro?Me retó, porque llegué con esa información y le estaba cuestionando un nombramiento. Estuvimos una hora conversando, y yo le dije: “Mire, no es el momento para que una persona como él asuma”. Me respondió que él había investigado y que no había nada. Tres años después, en enero de 2018, tras una convulsionada visita a Chile, justamente, por este caso, el Papa constató que la advertencia tenía sustento y aceptó la renuncia de Barros.
Ese mismo año, y tras el informe Scicluna, el Papa tuvo una reunión en Roma con 31 obispos de la Conferencia Episcopal; de ellos, 29 pusieron su cargo a disposición tras ese encuentro, donde el Papa les habló de sus faltas en los casos de abusos que habían sucedido en la Iglesia chilena.
Monseñor Chomali recuerda que esa conversación fue “muy dura”. Nos trató bien mal, porque, dijo, no se habían hecho lasNo, pero sí creo que la gente se va a manifestar con más“Mi rebeldía estaba, creo yo, en una gran melancolía. Mimamá sufría mucho por eso y me decía: ¿ Qué te pasa? Tienes de todo, te va bien, tienes una familia que te quiere, amigos, ¿por qué siempre estás triste?”, cuenta. En la foto con sus hermanos. fuerza y vehemencia frente a las causas estructurales que llevan a que haya tantas diferencias sociales. Y por la corrupción.
No hay nada que genere más rabia a una persona, que se levanta todos los días a trabajar para llevar el pan a la casa, que aquellos que tienen acceso al poder lo usen mal. ¿Casos como el de Hermosilla y otros han mostrado eso?No quiero hablar de un caso con nombre y apellido, porque hay muchos Hermosillas.
El drama de la corrupción es que las personas con mayor educación, con mayor acceso al poder, son aquellas que menos han servido a quienes debiesen servir. ¿Cuánto influye en su postura sobre la guerra en Medio Oriente el que usted sea palestino?En la postura frente a la guerra prima en mí el ser promotor de la paz en cuanto católico. Mi origen palestino solo hace crecer ese anhelo.
Pero su postura es un poco más radical que eso: usted en una entrevista dijo que estaba de acuerdo con los alumnos de la UC que estaban pidiendo que se cortaran los programas de cooperación con las universidades israelíes. No dije eso y lo aclaré en CNN. Dije que si habían programas buenos que hacían el bien, no tenía sentido cortarlos, entonces el periodista preguntó: “¿ si hay un programa malo hay que cortarlo?” y de ahí salió esa frase. En mi opinión los programas académicos generan vínculos, hacen bien. No tiene sentido traspasar la política a lo académico. ¿Le aproblema que la mayoría de quienes hoy están en La Moneda sean ateos o agnósticos?No, porque son ámbitos distintos. Lo único que les pido es que nos dejen trabajar tranquilos, que nos dejen profesar nuestra fe. No percibo animadversión. De hecho, hace unos meses estuvimos con las personas del Comité Permanente del Episcopado en una conversación privada con el Presidente de la República. Fue una conversación muy franca. Le dijimos que nosotros queríamos colaborar con el Estado de Chile, y él eso lo valoró mucho. Usted habló en contra del aborto hace algunas semanas y la ministra Antonia Orellana dijo que usted era una voz más. Medio que lo ninguneó. No, para nada. Me parece excelente.
Yo no tengo problema en ser una voz más, y serán ellos los que tendrán que decir, pero nadie me puede negar el derecho a decir lo que nosotros pensamos, y argumentándolo con la fe, argumentándolo con la razón. Un comentarista bien conocido, Pablo Ortúzar, dijo “qué lástima que la ministra contestó atacándolo”, pero que no había contestado el fondo. “No quiero hablar de un caso con nombre y apellido, porque hay muchos Hermosillas.
El drama de la corrupción es que las personas con mayor educación, con mayor acceso al poder, son aquellas que menos han servido a quienes debiesen servir”. Hablando de los temas valóricos, ¿está de acuerdo con que niños menores de 18 años puedan transicionar a un género distinto de aquel con que nacieron, con utilización de hormonas incluso?Mi misión es pastoral, no es ni médica, ni política. A mí lo que me corresponde es escuchar atentamente y acompañar a los padres que tienen en su casa una situación así.
También, creo que si una persona menor de 18 años no puede salir del país sola, ¿cómo va a poder elegir algo así?, pero no me cierro a que haya situaciones particulares que requieran un acompañamiento familiar en primer lugar, luego pastoral, médico y psiquiátrico, amplio. ¿Y la parentalidad vía vientre subrogado?La mujer no puede ser considerada una incubadora, y en segundo lugar, en relación con el hijo, todo ser humano tiene derecho a una filiación cierta, a saber quién es su padre, quién es su madre.
También tiene derecho a que sea la misma madre la que lo engendra, la que lo tiene en el vientre y la que lo ve nacer y lo cuida y lo educa, eso es lo que corresponde. ¿Y los niños adoptados?Es distinto, porque le das una familia a un niño que no la tiene, y en el otro caso tú le das un niño a un padre o una madre que tampoco tiene. Monseñor Chomali dice que ya está un poco cansado, porque así como se levanta a las cinco de la mañana todos los días, no suele acostarse tarde.
Monseñor, una última pregunta. ¿Usted es feliz?Momentos, momentos.. Dice estar convencido de MONSEÑOR FERNANDO CHOMALI “NO ME INTERESA SER UN INFLUENCER” Católica aún no ha perdido la batalla cultural: “La sed de trascendencia, de vida espiritual, está presente en todo ser humano, y creo que va a llegar un momento en que las personas van a quedar muy vacías de la oferta actual”, dice. Monseñor Fernando Chomali“NOME INTERESA SER UN INFLUENCER”POR ESTELA CABEZAS. FOTO JOSÉ LUIS RISSETTI.
Desde que en diciembre del año pasado fue ele-gido para encabezar el cargo más importante de la Iglesia Católica en Santiago, Monseñor Fernando Chomali hace tres cosas, sagradamente, todos los días, y siempre antes de las seis de la mañana: rezar en la capilla privada que tiene en su casa, hacer una hora de deporte y escribir su tweet diario en X. A veces es una reflexión o un consejo; otras, un comentario evangelizador con base en la actualidad. Son muy pocos caracteres. Entonces, hay que pensar muy bien cada palabra, cada frase, cada concepto. Hasta que no estoy absolutamente convencido, no lo lanzo. ¿Ha visto lo que le contestan?Poco. Es que hay personas que aunque tú digas “dos más dos son cuatro”, te van a criticar. Pero hay muchos a los que les interesa harto lo que yo digo, lo valoran. Siento que es un espacio público muy valioso y que hay que ocupar. También sé que la crítica va a estar siempre. Lo que más le alegan son las situaciones de abuso de la Iglesia. Sí, claro, pero una observación: la gente que escribe es anónima. La gran mayoría son sobrenombres.
También hace reels en TikTok e Instagram, aunque no todos los días. ¿Usted siente que le está volviendo a dar voz a la Iglesia?No, la voz de la Iglesia está en las parroquias, en los colegios, en la universidad. “No me interesa el poder. Me quiero ganar la autoridad. Y la autoridad se gana sirviendo. No hay otra manera”. Pero coincide en que después del 2010, luego que se conocieron los abusos de Fernando Karadima y otros miembros del clero, la Iglesia entró en un silencio profundo. Sí, evidente. ¿Usted quiere devolverle a la Iglesia un lugar de influencia?No, sinceramente no me interesa ser un influencer. Yo quiero hacer mi trabajo, mostrar el Evangelio y la doctrina de la Iglesia, y prestar un servicio a los más pobres. No me interesa el poder. Me quiero ganar la autoridad. Y la autoridad se gana sirviendo.
No hay otra manera. ¿Cree que 2010 fue el inicio de la crisis de la Iglesia Católica en Chile, la que hoy tiene a un 41 por ciento de los jóvenes que no se identifica como católico, según la Encuesta Bicentenario de la Universidad Católica de 2023?No, la crisis de fe venía de mucho antes.
Chile venía viviendo un proceso de secularización muy grande desde hace más de 20 años, porque se pensó que la tecnología, la economía y la ciencia iban a ser capaces de responder a las grandes preguntas de la inquietud humana. Y mucha gente pensó que la fe era irrelevante, pero aún les quedaba un sabor a católico.
Con la crisis de 2010 eso se aceleró, pero la gente ya había dejado de creer. ¿Usted cree que la Iglesia actuó bien tras esas denuncias y cuando comenzaron a aparecer más? Siguieron quedándose en silencio. Hubo poca transparencia. Es que había mucha vergüenza y temor de hablar del tema.
También creo que no hubo una adecuada asesoría para decir que la verdad es la que nos hace libres, se debió ser mucho más claro con los que habían sido abusados. día hay oficinas para recibir las denuncias, antes no. No había los protocolos que tenemos hoy día. ¿Cómo se enteró usted del caso Karadima?Existían rumores de que había personas que querían denunciarlo o que habían denunciado. Cuando estalló el caso, supe de qué se trataba y fue un balde de agua fría. Y evidentemente que estas personas fueron muy valientes al hacer la denuncia. Juan Cruz, uno de los denunciantes y con quien era cercano, contó que le había enviado un mail diciéndole lo que había sucedido, pero dijo que usted no hizo nada. Usted después le pidió perdón públicamente. pudo hacer deporte, nos insistió que practicáramos mucho: imagínate que de chicos íbamos siempre a esquiar. Y como él no pudo estudiar idiomas, nos puso en un colegio francés y nos incentivó a que hiciéramos intercambio. Él se proyectaba en nosotros con todo lo que no pudo hacer. Monseñor Chomali dice que él siempre tuvo conciencia de los privilegios que tenía. Yo veo a tantas personas a las que se les hace todo tan difícil, trabajar, estudiar, y yo siempre tuve todo: desayuno, almuerzo, té, comida.
Tuve sábanas limpias, vacaciones, un papá y una mamá en la casa, nunca me faltó nada; por lo tanto, siempre me he sentido muy deudor de todo eso. ¿En su casa todos sentían lo mismo, o usted era el distinto?Los cinco somos muy distintos, pero yo diría que el más rebelde era yo, por lejos. Después de muchos años hemos recuperado la amistad que nos unía. En esa época Fernando Chomali llevaba cinco años como Obispo Auxiliar de Santiago. Lo que pasa es que monseñor Errázuriz siempre se lo guardó mucho para él. Y también es cierto que los procesos fueron muy lentos; eso hoy día sería inaceptable. Usted estaba en una posición de poder en la Iglesia en esa época. ¿Manifestó internamente alguna crítica a la forma en que se estaban llevando los casos?Me faltó carácter, sin duda. Me paralicé en medio de una verdadera pesadilla.
Hoy las cosas son muy distintas y mi único temor es ser injusto con quien denuncia¿ Tuvo usted alguna crisis con la Iglesia por esto?En mi caso personal, el 2017, el 2019, fueron años muy tristes, porque ahí se concentraron las denuncias en Concepción, y yo me tuve que hacer cargo. Hice los procesos, las investigaciones, tuve que expulsar a sacerdotes. Fueron momentos duros, de mucha angustia. Fue muy doloroso escuchar a las víctimas. Responder ante la opinión pública también fue muy desgastante. Claro, porque, además, la Iglesia es culpable, porque todo esto pasó bajo su alero, ¿no?No, las culpas son personales. Además, tú no andas controlando a cada miembro, poniéndoles una cámara, sabiendo lo que hace 24-7. En el caso que yo conocí hubo mentiras, falsedad, hubo doble vida, hasta que explotó.
De tartamudo a sacerdoteFernando Chomali Garib, 67 años, ingeniero civil, sacerdote diocesano, hoy monseñor, doctor en Sagrada Teología de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y máster en Bioética por el Instituto Juan Pablo II, de la Pontificia Universidad Lateranense, es segunda generación de inmigrantes palestinos en Chile. Sus abuelos llegaron casados a Chile, dice que tenían 15 o 16 años y que fueron muy bien recibidos en la Sexta Región a donde llegaron. Este era un país cristiano y toda la migración que llegó en esa época eran todos católicos ortodoxos, y encontraron aquí un lugar para vivir. Su padre se trasladó en la década del 40 a Santiago para estudiar Odontología en la Universidad de Chile y nunca volvió al sur. Aquí se casó e hizo su vida profesional, la que, relata monseñor Chomali, fue muy exitosa. Llegó a ser profesor titular de la Universidad de Chile en maxilofacial. Todos mis hermanos estudiaron en la Universidad Chile, menos yo, que estudié en la Católica. Él es el segundo de cinco hermanos, quienes solían jugar en la calle El Belloto, en la comuna de Providencia. Luego se cambiaron a Lo Curro. Eran una familia que tuvo comodidades, dice. Todos estudiaron en la Alianza Francesa. Mi papá, como era hijo de inmigrante y era pobre, reflejó en nosotros todo lo que él no pudo hacer. Entonces, como él no¿ En qué consistía su rebeldía?Mi rebeldía estaba, creo yo, en una gran melancolía.
De hecho, mi mamá sufría mucho por eso, ella siempre me decía: “¿ Qué te pasa? Tienes de todo, te va bien, tienes una familia que te quiere, amigos, ¿por qué siempre estás triste?”. Era algo que me pasaba, que con el tiempo se me ha ido quitando. Dice que tal vez influyó el que fuera “muy tartamudo”. Yo ni siquiera podía hablar de lo tartamudo que era. Por eso todo se me hacía más difícil, especialmente el colegio, que además era bilingüe. También se me hacían más difíciles las relaciones humanas. Cuenta que su papá estaba muy angustiado por eso. Él también era un poco tartamudo, y sobre todo, cuando discutía con mi mamá se ponían los dos tartamudos, era muy divertido, pero lo mío era más complejo. Ambos están hoy fallecidos. Su madre murió a los 64 años de un cáncer al estómago. Fue una cosa muy dolorosa, tuvo dos años muy difíciles. Ahí me di cuenta de que la obstinación terapéutica no es buena.
Yo estoy en contra de la eutanasia, sin lugar a dudas, pero también estoy en contra de la obstinación terapéutica, que es hacer muchas más cosas médicas con un paciente y que son innecesarias, que no lo van a mejorar y le van a generar mucho sufrimiento. Cuenta que lo de ella fue en los años 90, que le hicieron una operación “muy razonable”, también quimioterapia. Y, después, le hicieron una segunda operación que, asegura, pudo no haberse hecho. La doctrina de la Iglesia es muy sabia en eso: eutanasia, bajo ningún punto de vista, pero tampoco obstinación.
Si su mamá le hubiera dicho que no quería sufrir más, porque tenía muchos dolores, ¿usted le habría dicho, “no, aguante nomás y muera cuando tenga que morir”?No, pero hoy día el dolor se puede tratar muy bien. Mi mamá tuvo dolor, pero estuvo muy bien tratada y acompañada, y no se le pasó ni por la mente pensar una cosa así. Ella quería seguir viviendo para ver a su hijo sacerdote, porque yo aún no me ordenaba, y para ver a su segundo nieto. Monseñor Fernando Chomali se emociona al recordar a su madre. Mi mamá era una persona muy amable, muy cariñosa. Nos quería mucho, nos cuidaba mucho, se preocupaba de nosotros.
Y bueno, yo pienso que ella sufrió especialmente por mí, no me veía contento; entonces, sufría por eso. que el cuerpo habla cuando uno no está contento con lo que hace, y conmigo habló con la tartamudez. Y así como se le acabo la tartamudez con el sacerdocio, ¿también se le acabó lo melancólico?Me da la sensación de que no. Hay un bienestar claro, pero lo melancólico forma parte de mi vida. A mí me cuesta mucho entender el mundo, y las preguntas existenciales que yo tengo me han acompañado desde siempre, pero en la fe encontré una respuesta contundente. Lo que pasa es que yo soy duro para asimilarla. Monseñor Chomali ha escrito varios libros sobre bioética, además de dos obras de teatro y un libro de poemas que creó en una época muy compleja. Mucha gente me criticó con ese libro de poemas, me decían que cómo yo, siendo un creyente, escribía poemas tan tristes. Otros me dijeron que era una maravilla que una persona como yo fuera capaz de mostrar su debilidad. Uno piensa que un cura debe ser feliz, esperanzado, alegre. No alguien triste. Creo que esa mirada nos ha hecho daño a los sacerdotes, porque hay personas que han endiosado a los curas, a los obispos. Yo soy común y corriente, con virtudes y defectos, y reconozco que fui llamado por Dios, no me siento superior a nadie.
Ese libro, cuenta, se lo envió al Papa Francisco y él, dice, le escribió una carta de su “puño y letra”. Me dijo que le había impactado que una persona como yo fuera capaz de expresar los sentimientos más profundos de un ser humano, que encontraba que eso era un acto de valentía y que sin lugar a dudas le iba a hacer muy bien a la gente que tiene esta cosa rara de que si no está impecable, no puede vivir. Yo pienso que la vida es un drama, y eso es lo que la hace interesante. ¿Encuentra interesante que la vida sea un drama?Sí, y claro, hay personas que tienen todo su corazón solucionado. Yo no. ¿Y qué le queda por solucionar todavía?Yo tengo una pequeña obsesión con el tiempo. Para mí es clave, porque no vuelve y quisiera entregar más de lo que soy. Tengo todos los dones que Dios me ha dado y siento que ando a contracorriente. Bueno, siempre me critican que trabajo mucho, que soy hiperquinético, pero es esa ansia de dejar algo mejor, de dejar una huella. A mí me importa eso. ¿Y eso no es puro y simple ego?No, para nada. Es responsabilidad. No tengo ningún ego. El sacerdote encapsuladoMonseñor Fernando Chomali cuenta que entró al sacerdocio pensando en que pasaría la vida en una parroquia, junto a la gente. Pero nada sucedió como él imaginó, porque antes de salir del seminario, siendo recién diácono, el rector del seminario le dijo que habían decido que lo iban a mandar a estudiar a Roma. Explica que eso no es algo normal, que lo usual es que los sacerdotes estén cuatro o cinco años en el sacerdocio, y después se van a estudiar. Luego, le pidieron que hiciera el doctorado. Era mediados de los noventa y había comenzado a aparecer la bioética por todos los adelantos científicos que involucraban a las personas. Y se transformó en la voz de la Iglesia en esos temas. Mis primeros 15 años de sacerdocio yo estuve muy encapsulado. Estaba muy dedicado a escribir papers en revistas. Fui a muchos congresos y presentaciones. Era una vida bastante especial.
Yo vivía en la parroquia de los Ángeles Custodios y un día fui a decirle al obispo: “Sabe, vivo en Providencia, estoy dedicado a hacer clase todos los días, corregir pruebas, dar conferencias, y la verdad, que me siento raro”. Entonces, me fui a vivir a una población en El Salto. Esa era la vida que yo me imaginaba de cura cuando entré al seminario. Y estuve viviendo dos años ahí, hasta que me nombraron párroco en La Dehesa. En 2011 lo nombraron arzobispo de Concepción. Y ahí, dice, tuvo un cambio en su mirada. En Concepción la realidad era otra, era una sociedad que se estaba quedando sin industria, mucha gente sin trabajo, muchos problemas sociales.
Había un grupo sobre detenidos desaparecidos que trabajaban arduamente, yo los acompañé mucho; de hecho, hice un documental sobre su historia, la situación de los mapuches, donde la Iglesia estaba muy cercana, y empecé a entrar en un mundo desconocido para mí y empecé a generar vínculos. En eso estaba cuando fue nombrado arzobispo de Santiago. Monseñor Chomali conoce desde hace varios años al Papa. Cuenta que cuando lo nombraron él pertenecía a la Pontificia Academia para la Vida; ese grupo le pidió una audiencia y fueron a verlo. Cuando el Papa Francisco lo vio, le dijo: “Yo a ti te conozco”. La razón es que había leído sus libros de bioética. Después, en 2015, tuvo una reunión con él a propósito del caso de Juan Barros en Osorno.
Según artículos de prensa, en la cita, Chomali le hizo ver los cuestionamientos que generaba la designación de Barros como obispo de Osorno por las acusaciones de encubrimiento de los abusos de Karadima, de quien era cercano. Sin embargo, el Pontífice insistió en su decisión. Esa fue una reunión muy dura, muy intensa. ¿Lo retó?investigaciones que se tenían que hacer. Nos dijo cosas feas, que teníamos psicología de élite, entre otras cosas. Y esa reunión se filtró y fue todo un tema. Tras volver a Chile, monseñor Chomali le envío una carta al Papa. Ahí le conté que yo entré al seminario porque quería ser cura, estar en una parroquia, y le conté mi historia en una población en Santiago.
También le dije que me habían mandado a estudiar y que jamás pensé que iba a estar metido en todo esto, y que no tenía recuerdos de haber hecho todo lo que él decía que habíamos hecho los sacerdotes que estábamos en esa reunión. Así es que le pedí que me mandara a una parroquia. Le dije que yo no quería ser arzobispo. Cuenta que esa época para él fue especialmente dura, porque coincidía con que estaban todas las denuncias concentradas en Concepción. Nadie le contestó nada, así es que un tiempo después, en un viaje a Roma, pidió una audiencia “para volver a decirle que yo me quería ir a una parroquia, porque no quería más. Me dio la audiencia y me escuchó. Le recordé un poco indirectamente lo de Juan Barros, le dije: “Mire, ya pasó”, pero de alguna forma quedó claro que yo tenía razón. Fui súper respetuoso, y le agregué que yo no tenía ningún interés en la curia, que me fueron metiendo en esto. Me escuchó atentamente, él es muy paternal, y me dijo: “Mirá, che. Vos sos muy sincero, yo valoro mucho tu franqueza y te pido que sigas”. Y yo le dije: “Bueno, si me lo pide, OK”. Y siguió. Cinco años después, estaba en Roma y pidió una audiencia para ver un tema con él. Dice que necesitaba su consejo y que no pensó que se la darían. Pero a los días me escribieron diciéndome que me recibiría.
Era un tema técnico, y conversamos largamente, llevábamos 40 minutos, y le dije: “Ya, no le quiero quitar más tiempo, hay gente afuera, así que me voy”, y él me dice: “No, siéntate, quiero hablar contigo sobre Santiago. Pienso que sería bueno que haya un cambio, y le dije: “OK, tengo dos nombres de personas excelentes”, y las anotó. A los quince días lo llamó por teléfono el nuncio para decirle que lo habían nombrado arzobispo de Santiago. Monseñor Chomali dice que la Iglesia vive una crisis, que no hay vocaciones, que la gente ya no se casa, incluso ni por el Registro Civil.
Se está configurando otro mundo dice. ¿El mundo católico ya perdió la batalla cultural?Pienso que no, porque la sed de trascendencia, de vida espiritual, está presente en todo ser humano, y creo que va a llegar un momento en que las personas van a quedar muy vacías de la oferta actual, que me parece que es muy materialista y muy individualista. Pareciera que hay una sed espiritual que ha sido trasladada a la astrología, la carta astral, los coaching de espiritualidad. Hay una inquietud, pero la gente ya busca respuestas en otro lado. Pero creo que eso no alcanza a colmar una respuesta definitiva y contundente. Y la gente se va a dar cuenta de eso. Creo también que todo lo que ha generado el individualismo va a reventar. Los seres humanos hemos sido creados para vivir con otros y para otros.
Y la gente que está muy centrada en sí misma va a experimentar un vacío muy grande que se manifiesta en muchas cosas, como, por ejemplo, la alta tasa de suicidio, de agresiones personales, de violencia; tienen que ver con una soledad muy grande, y yo pienso que nosotros vamos a ser capaces de dar una respuesta definitiva.
O sea, yo tengo esa certeza, o si no, yo no estaría acá. ¿Cómo ve a los chilenos?Hay un concepto que me gusta mucho, y es que hay una sensación de malestar, una incomodidad en las personas.
La primera incomodidad es que se sienten indefensos, que nadie los ayuda ni los comprende; o sea, si tienes un problema con la luz, llamas y te responde una grabadora que te dice marque 1,2, 3,4 Por otro lado, perciben que hay algunos que tienen muchos privilegios. Ahí está el nudo del asunto: hay personas a las que no les falta nada, que nadie las toca. Y hay otros que tienen que luchar excesivamente para tener lo mínimo, y eso genera mucha rabia.
Yo creo que el problema en Chile es la desigualdad, sin lugar a dudas. ¿Tiene una idea desde cuándo las cosas empezaron a funcionar mal?Lo primero que se me viene a la mente es el iceberg de Sevilla. Eso fue fatal, porque pretendieron mostrar una imagen de un país que no era. Chile ha vivido mucho tiempo de la imagen, pero no ha sido capaz de sentarse a reflexionar sobre los que van quedando en el camino. Y esos fueron sumando y sumando hasta que se aburrieron. El estallido social tuvo una dimensión absolutamente reprochable: el vandalismo, la destrucción del metro, la destrucción de la parroquia. O sea, eso es impresentable a toda vista, repudiable. Pero eso no nos puede obstaculizar el que nos preguntemos por qué pasó eso. Yo escribí un artículo en “El Mercurio” que se llama “Nuestros saqueadores”. Ese ha sido el artículo más comentado, donde más me han criticado. En X, a veces le dicen izquierdista. Hay gente que dice eso, pero no, no es cierto. Yo no defiendo intereses de ningún tipo. La gente que me conoce sabe que tengo una gran libertad para estar con personas muy distintas a mí y poder dialogar. Muchos piensan que las condiciones que llevaron al estallido no han cambiado. ¿Usted cree que puede haber otro?Me retó, porque llegué con esa información y le estaba cuestionando un nombramiento. Estuvimos una hora conversando, y yo le dije: “Mire, no es el momento para que una persona como él asuma”. Me respondió que él había investigado y que no había nada. Tres años después, en enero de 2018, tras una convulsionada visita a Chile, justamente, por este caso, el Papa constató que la advertencia tenía sustento y aceptó la renuncia de Barros.
Ese mismo año, y tras el informe Scicluna, el Papa tuvo una reunión en Roma con 31 obispos de la Conferencia Episcopal; de ellos, 29 pusieron su cargo a disposición tras ese encuentro, donde el Papa les habló de sus faltas en los casos de abusos que habían sucedido en la Iglesia chilena.
Monseñor Chomali recuerda que esa conversación fue “muy dura”. Nos trató bien mal, porque, dijo, no se habían hecho lasNo, pero sí creo que la gente se va a manifestar con más“Mi rebeldía estaba, creo yo, en una gran melancolía. Mimamá sufría mucho por eso y me decía: ¿ Qué te pasa? Tienes de todo, te va bien, tienes una familia que te quiere, amigos, ¿por qué siempre estás triste?”, cuenta. En la foto con sus hermanos. fuerza y vehemencia frente a las causas estructurales que llevan a que haya tantas diferencias sociales. Y por la corrupción.
No hay nada que genere más rabia a una persona, que se levanta todos los días a trabajar para llevar el pan a la casa, que aquellos que tienen acceso al poder lo usen mal. ¿Casos como el de Hermosilla y otros han mostrado eso?No quiero hablar de un caso con nombre y apellido, porque hay muchos Hermosillas.
El drama de la corrupción es que las personas con mayor educación, con mayor acceso al poder, son aquellas que menos han servido a quienes debiesen servir. ¿Cuánto influye en su postura sobre la guerra en Medio Oriente el que usted sea palestino?En la postura frente a la guerra prima en mí el ser promotor de la paz en cuanto católico. Mi origen palestino solo hace crecer ese anhelo.
Pero su postura es un poco más radical que eso: usted en una entrevista dijo que estaba de acuerdo con los alumnos de la UC que estaban pidiendo que se cortaran los programas de cooperación con las universidades israelíes. No dije eso y lo aclaré en CNN. Dije que si habían programas buenos que hacían el bien, no tenía sentido cortarlos, entonces el periodista preguntó: “¿ si hay un programa malo hay que cortarlo?” y de ahí salió esa frase. En mi opinión los programas académicos generan vínculos, hacen bien. No tiene sentido traspasar la política a lo académico. ¿Le aproblema que la mayoría de quienes hoy están en La Moneda sean ateos o agnósticos?No, porque son ámbitos distintos. Lo único que les pido es que nos dejen trabajar tranquilos, que nos dejen profesar nuestra fe. No percibo animadversión. De hecho, hace unos meses estuvimos con las personas del Comité Permanente del Episcopado en una conversación privada con el Presidente de la República. Fue una conversación muy franca. Le dijimos que nosotros queríamos colaborar con el Estado de Chile, y él eso lo valoró mucho. Usted habló en contra del aborto hace algunas semanas y la ministra Antonia Orellana dijo que usted era una voz más. Medio que lo ninguneó. No, para nada. Me parece excelente.
Yo no tengo problema en ser una voz más, y serán ellos los que tendrán que decir, pero nadie me puede negar el derecho a decir lo que nosotros pensamos, y argumentándolo con la fe, argumentándolo con la razón. Un comentarista bien conocido, Pablo Ortúzar, dijo “qué lástima que la ministra contestó atacándolo”, pero que no había contestado el fondo. “No quiero hablar de un caso con nombre y apellido, porque hay muchos Hermosillas.
El drama de la corrupción es que las personas con mayor educación, con mayor acceso al poder, son aquellas que menos han servido a quienes debiesen servir”. Hablando de los temas valóricos, ¿está de acuerdo con que niños menores de 18 años puedan transicionar a un género distinto de aquel con que nacieron, con utilización de hormonas incluso?Mi misión es pastoral, no es ni médica, ni política. A mí lo que me corresponde es escuchar atentamente y acompañar a los padres que tienen en su casa una situación así.
También, creo que si una persona menor de 18 años no puede salir del país sola, ¿cómo va a poder elegir algo así?, pero no me cierro a que haya situaciones particulares que requieran un acompañamiento familiar en primer lugar, luego pastoral, médico y psiquiátrico, amplio. ¿Y la parentalidad vía vientre subrogado?La mujer no puede ser considerada una incubadora, y en segundo lugar, en relación con el hijo, todo ser humano tiene derecho a una filiación cierta, a saber quién es su padre, quién es su madre.
También tiene derecho a que sea la misma madre la que lo engendra, la que lo tiene en el vientre y la que lo ve nacer y lo cuida y lo educa, eso es lo que corresponde. ¿Y los niños adoptados?Es distinto, porque le das una familia a un niño que no la tiene, y en el otro caso tú le das un niño a un padre o una madre que tampoco tiene. Monseñor Chomali dice que ya está un poco cansado, porque así como se levanta a las cinco de la mañana todos los días, no suele acostarse tarde. Monseñor, una última pregunta. ¿Usted es feliz?Momentos, momentos.. Dice estar convencido de