ALTOS DE CANTILLANA: El arte de crear una RESERVA NATURAL
ALTOS DE CANTILLANA: El arte de crear una RESERVA NATURAL “P rimero que todo, quiero var, enjuto y enérgico, y que conozcas mi taller”, dijo Joaquín Solo de Zaldíenfiló por una serie de salas de artistas y artesanos prácticamente en los lindes de San Carlos de Apoquindo.
Seguimos por una terracita acogedora, rodeada de árboles, hasta que cruzamos la puerta del angosto estudio: dos habitaciones diminutas donde este pintor de 72 años cuelga, de arriba abajo, sin dejar margen, cada uno de sus óleos de naturalezas y escenas campestres. Debe haber decenas, que muestran, en su forma tan personal, espacios amplios, flores y jardines. También hay otro tipo de paisajes. Más salvajes, indómitos. Y hay detalles, que seguramente salieron de la impresión que le produjo el encuentro con una hierba o una roca en Altos de Cantillana, la musa que lo ha inspirado. “Muchos de mis cuadros cambian cuando los miras de lejos y de cerca. Por ejemplo, acá retrato las cuatro estaciones de Altos de Cantillana. Un atardecer de verano, de otoño. Luego, el invierno y sus colores maravillosos La primavera.
Teóricamente, es el mismo árbol: un álamo que fui haciendo con carboncillo gracias a largos estudios y pruebas para ir parcelando los distintos coloridos”, dice sobre una de las series que han resultado de sus recorridos por esta zona.
Joaquín Solo de Zaldívar, diseñador, artista visual, es además director de la Reserva Natural Altos de Cantillana, 12 mil hectáreas de montaña, lagunas y quebradas ubicadas entre las regiones Metropolitana, de Valparaíso y de OHiggins, a lo largo de un cordón cordillerano que lleva el mismo nombre. “Crecí aquí y mi madre siempre nos infundió amor por esta naturaleza.
Por la parte de arriba, que tiene una meseta plana y es súper verde, y por la zona alta donde, sobre los 2.000 metros, crecen otro tipo de jardines y está la presencia de especies como el roble, un vestigio de la última glaciación hace 20 mil años que con el cambio de clima está casi extinto en la zona central”, dice sobre este terreno que decidió dedicar a la conservación. Su vínculo con el lugar es estrecho. Acostumbraba visitarlo a caballo y pasar días arriba, en familia. Pero recuerda todo cambió hacia el año 2000 cuando percibió los efectos que tenía en el sector el cambio climático. “Lo vi claramente cuando, al subir la montaña, la pata del caballo empezaba a actuar como pala y soltaba la tierra. Bajaron las lluvias y, con la poca pendiente que había, bajó el nivel de la tierra. Me di cuenta de que el lugar estaba sufriendo pese a que había zonas que seguían siendo muy lindas”, dice Joaquín. Entonces surgió la idea. “Junté a mis primos y partió todo”. Un tesoro para todos“Cuando yo era niño, no había nada construido en la orilla de la laguna Aculeo. Ni siquiera un corralito. Mis recuerdos allí son con mis primos, que adorábamos dar la vuelta a la laguna, correr en la naturaleza. La tradición de mi abuelo era subir en familia entre octubre y abril, como en los viajes que hoy se hacen al sur.
Era precioso”, dice Joaquín, y agrega que, durante la Reforma Agraria, “desgraciadamente se asignaron tierras para la agricultura que, producto de una mala asesoría, terminaron en manos de personas que se terminaron haciendo casas de veraneo. Creo que así partió el declive de la laguna”. La laguna y el cordón de Cantillana perteneció originalmente a la familia del bisabuelo materno de Solo de Zaldívar, José Letelier Sierra. A él le expropiaronROBLEDAL. Uno de sus rincones predilectos en la reserva. POR Marcela Saavedra Araya. FOTOS: Joaquín Solo de Zaldívar. INVIERNO. Así ve esa estación en una de las zonas más altas de la reserva. OTOÑO. Su trabajo en óleo recoge esa estación en Cantillana. crúpulos ser dueños de todo esto. Nos decíamos: Esto no puede ser nuestro, se debe compartir y cuidar. Y empezamos a atisbar el valor de lo que teníamos”. Así, de forma muy incipiente, nació el proyecto familiar: proteger el sector y abrir acceso a la montaña. Eso sí, de manera controlada. Por esos años, dice, había gente que entraba “a la mala”. Botaban las puertas o saltaban las rejas, y no había cuidado del sector. “Empezamos a gestar este plan, donde además ideé la construcción de un museo para crear un puente cultural en torno a la reserva. Pero siempre dimensionando todo con mucho recelo. La historia que había acompañado a mi bisabuelo nos había marcado como familia”, dice Joaquín.
En paralelo, comenzaron a contactarlo desde entidades públicas y ONGs que, con financiamiento de Naciones Unidas, querían apoyarlos, porque Cantillana aparecía en el número 25 de una lista de ecosistemas mundiales que requerían ser protegidos con urgencia. “Aunque tenía desconfianza del llamado, fue lindo, porque entendía que Cantillana es un museo vivo que estaba siendo afectado por el clima. Donde la flora se estaba aislando y no emigrando. Lo mismo con los robles, que quedaron aislados enAUTOR. Desde niño que la naturaleza de los Altos de Cantillana inspira al artista. En su obra y en su propia vida. una parte hacia la década del 60, y luego subdividió el resto entre sus descendientes. Hoy el terreno pertenece en su mayoría a primos y hermanos de la generación de Joaquín.
Por eso, cuando este vio la situación que enfrentaba, los reunió a todos (y también a un propietario que había comprado tierras a su abuelo) para plantearles la idea, curiosa para ese momento: destinar la montaña a la conservación. “Era difícil que me apoyaran, porque siempre fui el menor de todo el grupo de primos. Nunca me consideré una autoridad y pensaba que me veían como el pintor loco de la familia”, dice. Pero insistió. Recuerda las tardes que pasaba en la montaña, mirando el horizonte, junto a su hermano Antonio.
“Nos daba hasta es-L O I F N A I T S I R Cnuestras zonas altas, en vez de migrar al sur como se puede ver en San Fernando”, dice Joaquín, que destaca cómo en este lugar la flora además acoge especies como zorros, güiñas o sapitos de Cantillana. Luego de largas gestiones, y contactar desde autoridades a propietarios de terrenos vecinos, nació la Corporación Alto Cantillana, para la protección y desarrollo de Altos de Cantillana.
“La creamos también para que todos los integrantes de la corporación se motivaran, porque muchos al comienzo no entendían por qué crear un museo cuando ellos preferían cuidar Cantillana sin integrar a las personas”. Además, con respaldo del Global Environment Facility (GEF), del Banco Mundial, debieron habilitar en un año infraestructura que originalmente planeaban para cinco: los primeros senderos, trajeron guardaparques, científicos para que catastraran los ecosistemas, habilitando señalética y haciendo difusión. “Por esos años, con mi señora juntamos plata y compramos una camioneta vieja para ir y venir. Estaba realmente colapsado y así fue como comenzó la primera depresión de mi vida. Cuando tenía que estar feliz y tirarle para adelante, porque estaba todo saliendo, me tapaba con la sábana y tiritaba. No quería salir de la cama, y era porque no sabía hasta cuándo y hasta qué punto tenía que dejar la pintura por esto”, recuerda Joaquín. Era el momento de formar un equipo que le permitiera combinar ambos mundos. “Si bien los tres primeros años casi no funcionó, cuando encontré la forma de financiar esto, las cosas se fueron dando. Conocí a Fernanda Romero, que es la que dirige todo ahora, encontramos un excelente equipo humano y por ahí también empezamos a financiarnos con un sistema de compensaciones ambientales otorgadas por grandes empresas”, explica. Gracias a ese empuje, en 2010 abrieron la reserva y en 2012 el Estado calificó a las zonas más altas del lugar como “santuario de la naturaleza”. ÓLEO. El pintor creció en esta zona y ha visto en detalle cada cambio. Cantillana en pinceladasJoaquín era solo un niño cuando iba en bote, en familia, al jardín que su abuela tenía al centro de la laguna Aculeo. El trabajo que ahora realiza en Cantillana, dice, lo ha llevado a recuperar todos esos recuerdos. Hasta lo inspiró para escribir un cuento sobre esos años.
“Pero mi pintura tiene poco que ver con eso, va más con lo estético, con la poética de lo natural, que es lo más importante que tiene el ser humano cerca en cuanto a vivir la perfección, vivir lo sublime, experienciar la presencia de Dios”. También de niño viene su pasión por la pintura. El arte estaba en las venas de la familia, incluyendo un tío premio nacional de Arte y dos primos que son premio nacional de Música. “Recuerdo que tuvo un impacto muy grande cuando, de niño, estaba limpiando un cuadro precioso, neoclásico, y de pronto veo la firma y decía J. Solo de Zaldívar. Nunca me habían contado que mi abuelo había sido pintor también”, dice. “Fue precioso”. La vocación artística la combinaba con las subidas a caballo a la montaña. Iba hasta los 2.000 metros de altura y pasaba tres o cuatro días en la naturaleza, sin carpa, en un claro en medio del bosque, para apreciar el entorno. Y fue perfilando su mirada. Una inspirada por el trabajo de Monet, “a quien le decían que tenía que pintar al ser humano y él contestaba: No pienso, pinto paisajes dice Joaquín. Su trabajo cada vez fue sacando más personitas, hasta que finalmente dio paso a lo natural”. Su propia búsqueda, claro, se volcó a la naturaleza. “Siempre comulgué con esa delgada línea, con un fauvismo fino. No busco el realismo, sino que un vínculo íntimo entre la sensación y la representación.
Un ejercicio parecido a pintar lo que ves cuando te aprieta los ojos después de haber visto una escena luminosa, y ves esas siluetas, pero en colores psicodélicos”. Y Cantillana era una fuente de inspiración: “El conjunto afectivo de este lugar se me ha ido purificando, profundizando, y me doy cuenta de cómo me influye hoy día, que han quedando atrás todas las vicisitudes de los proyectos, de las presiones, del cómo financiar, de la angustia”, dice Joaquín, que va a la reserva cada fin de semana.
A casi quince años de la apertura de la Reserva Natural Altos de Cantillana, su balance es positivo: mientras algunas empresas invierten en compensación ambiental en este frágil ecosistema, la casa museo educa a los visitantes sobre historia natural, arqueología, ciencias y arte. ¿Cuáles son tus sitios favoritos en la reserva?Primero, los bosques de pataguales; también las zonas altas de La Meseta, el sector de Las Lagunitas y el Horcón de Piedra. Hay muchos otros, pero son secretos, poco conocidos y muy lindos, con bosques que te acogen o roblerías maravillosas que cuando llegas te impregnan de un olor dulce. D. Creció explorando la laguna de Aculeo, sus montes con viejos robledales, las quebradas y sus álamos, para luego dedicar su vida a retratar estas latitudes y —desde 2010— a protegerlas. Así es como el pintor Joaquín Solo de Zaldívar ha dado un nuevo aire a esta naturaleza muy viva. a reserva. C INVIERNO. Así ve esa estación en una de las zonas más altas de l OTOÑO. Su trabajo en óleo recoge esa estació ÓLEO. El pintor creció en esta zona y ha visto en detalle cada ca INVIERNO. Así ve esa estación en una de las zonas más altas de l