50 años
Empezará, de a poco, a disiparse el peso de la fecha que ha marcado este año, como a campanazos.
Pero antes de que el 18 dé inicio a la primavera, quiero comentar algunos resultados de un estudio que elaboré al alero del Centro UC para el Diálogo y la Paz, sobre las grietas de los últimos 50 años desde la mirada de la ciudadanía de hoy.
El foco no está en cómo la ciudadanía evalúa a las figuras de esta historia --Allende, Pinochet--, tampoco a sus gobiernos --la UP, la dictadura--, sino a los grupos de personas, o bandos, que se les opusieron o apoyaron. Ello nos permite mirar cuán divididos estamos como sociedad y cuánto nos despreciamos unos a otros. Basado en dos encuestas, el estudio muestra que, en promedio, la ciudadanía de hoy castiga el apoyo al Golpe y la Dictadura. Quienes más lo castigan son, por lejos, los jóvenes. Incluso entre las personas de derecha hay una evaluación relativamente crítica de quienes apoyaron el Golpe, más crítica de quienes apoyaron la Dictadura y todavía más de quienes votaron por el Sí. Esto se debe en gran parte a una brecha generacional en este sector: los jóvenes de derecha no evalúan esa etapa de la historia con la mirada que tradicionalmente tuvo la derecha.
Esto sugiere que buena parte del electorado de derecha queda perplejo ante las declaraciones reivindicatorias de esos momentos oscuros por parte de algunos dirigentes y, también, desilusionado de que sus partidos no participaran de los actos oficiales de estos 50 años. Es cierto, el Gobierno mostró ser un anfitrión improvisado y hostil. Pero era una ocasión para, con magnanimidad, mostrar compromiso democrático y empatía con las víctimas: las sociedades necesitan de ritos.
Parte del problema probablemente sea que, como revela el estudio, las élites están mucho más polarizadas que las masas sobre este período (y, en realidad, sobre todos los períodos). El estudio muestra también que el Golpe y la Dictadura polarizan importantemente a la sociedad --en el sentido afectivo de animadversión entre bandos-y lo hacen más para la izquierda. Pero, en promedio, estos momentos polarizan tanto como hitos recientes --como el estallido y el plebiscito de 2022--, que polarizan a ambos bandos. Es más, vista desde hoy, la polarización no ha hecho más que crecer desde los gobiernos de la Concertación hasta el último ciclo electoral. Tal vez sea solo que los eventos más recientes están más frescos en la memoria, pero, creo, ello también coincide con una percepción extendida de creciente polarización que debiera preocuparnos. Mientras tanto, las masas anhelan la reconciliación, incluso aquellos que sufrieron de cerca los horrores de la Dictadura. Al mismo tiempo quieren mantener presentes las violaciones a los derechos humanos y buscar más información sobre los desaparecidos; es decir, quieren una reconciliación que no significa olvido. Los políticos de lado y lado, en cambio, en la mejor de sus versiones, se debaten escolásticamente sobre la posibilidad de la historia, la memoria y la reconciliación. O, quizás, simplemente, no pueden siquiera levantar cabeza desde sus respectivas luchas por la hegemonía interna. Todo esto como si la incapacidad de alcanzar acuerdos fuese, digamos, inevitable. C O L U M N A D E O P I N I Ó N La polarización no ha hecho más que crecer. Si desea comentar esta columna, hágalo en el blog Por Loreto Cox 50 años 50 años.