La última cátedra de Luis Moncayo
La última cátedra de Luis Moncayo Nadie podía quedar indiferente ante su partida.
Durante la jornada de ayer, en la Parroquia Nuestra Señora de Lourdes de La Serena, fueron velados los restos de Luis Moncayo Martínez, y al lugar llegaron representantes de toda la comunidad: académicos, desde el mundo empresarial, religioso, social y político a nivel transversal, además de sus amigos de toda la vida y desde luego sus familiares.
Todos para despedir a un hombre que lideró una generación en la zona tras el retorno a la democracia, generando consensos y contribuyendo a reconstruir una sociedad que estaba fracturada luego de 17 años de dictadura militar. UN HUMANISTA Decir que Luis Moncayo fue un analista político, es quedarse corto en relación a lo que hizo por la región en la que él eligió vivir. Fue mucho más, «un humanista íntegro», dicen quienes lo conocieron.
Si bien en el último tiemFunerales serán hoy por la tarde en la catedral: La última cátedra de Luis Moncayo En la Parroquia Nuestra Señora de Lourdes, de La Serena, fueron velados los restos de quien fuera un líder generacional, jugando un rol fundamental durante el primer periodo tras el retorno a la democracia. Lo despidieron desde todos los sectores. Claro, era un hombre de acuerdos y consensos, quien, además, destacó en todos los ámbitos del quehacer regional, en lo público y lo privado.
Una mente brillante y un corazón de oro, dicen... po se desempeñaba como director de la Fundación Emprépolis, vinculado el mundo privado de los negocios, hizo carrera dejando huella prácticamente en todas las esferas del quehacer ciudadano.
Fue vicerrector de la sede de Coquimbo de la Universidad Católica del Norte, seremi de Gobierno durante 11 años y presidente del directorio del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Aridas (CEAZA), entre otros importantes cargos.
Tenía un liderazgo como pocos, y una empatía difícil de encontrar en estos tiempos, lo que llevaba a que fuese, desde siempre, un hombre de consenso, reflexivo y con una capacidad poco antes vista de llegar a acuerdos.
Muy pocas veces se le vio enojado o «saliendo de sus casillas». Moncayo, durante toda su vida privilegió el diálogo, incluso en los tiempos oscuros de dictadura, donde luchó en su estilo para que retornara la democracia. «La sufrió también», recuerdan los suyos, pero aún en ese momento él respondió con diplomacia ante el fusil. «UN HOMBRE ADMIRABLE» Uno de sus hijos, Ignacio Moncayo, quien estuvo ayer en la parroquia despidiendo a su padre, sintió orgullo al ver la admiración que generaba, una que él también comparte, ya que no suele ocurrir que una persona lidere y concrete tantos proyectos en tan diversas materias. «Es de admirar lo que mi padre hizo durante su vida, siempre aportando, contribuyendo.
Pasó por distintos tipos de proyectos, desde trabajo con las cooperativas, agrícolas, pisqueras, el apoyo a los pescadores, el desarrollo rural de las tres provincias, y después, en ámbitos políticos y académicos, profundizó esa apuesta que tenía él por la región», dice Ignacio con orgullo. Y sí, cree que faltan más como don Luis, gente que proyecte, poniendo el bien común por sobre el beneficio personal. «Deja un tremendo legado, tenía una visión de región que ahora hace falta.
De proyectar cuál es la vocación de esta región y cómo los distintos actores se articulan y sacan adelante iniciativas que vayan en beneficio de la comunidad», expresa su hijo. «UN BONACHÓN» Sus familiares reconocen en Luis Moncayo un hombre con «sentido de ser persona», que tenía un corazón gigante.
Así lo recuerda Ignacio, quien remarca que tal como pudo desarrollarse en lo profesional, su padre logró dejar una huella a nivel humano, generando vínculos con la gente sin importar su condición social o ideas que tuviesen. «A él lo movía el tema humano. Era una persona que generaba vínculos profundos, no efímeros. Tenía empatía y ayudaba a las personas más allá de lo que tenía que ver con sus responsabilidades laborales. Se preocupaba de gente que conocía en alguna actividad y que le contaba algún problema, y se la jugaba por solucionarlo de alguna manera. Era un tipo bonachón», cuenta el hijo de Luis. «FUE EL MEJOR AMIGO DE LA VIDA» La relación que Moncayo estableció con Claudio Salcedo Alemparte, grafica la importancia que le daba a las relaciones humanas. El mismo Claudio fue categórico en situar a Luis como el mejor amigo que haya tenido en su vida. Ambos recorrieron la vida juntos y hasta el último momento compartieron sus experiencias. «Lucho y dedicó su vida a servir a los demás. Yo puedo dar fe de eso porque estuve al lado. Anduvimos juntos por todas partes, en las épocas buenas y en las malas, porque cuando nos exoneraron, anduvimos como quijotes instalando molinos de viento. Y nos tocó después, cuando vino la democracia, seguir juntos. Estuvimos en el gobierno, él como seremi de Gobierno y yo como seremi de Vivienda», remarca Claudio Salcedo.
Salcedo no puede evitar recordar a Lucho como un profesor en todo aspecto, y a veces le parecía incomprensible todo el conocimiento que acumulaba. «Era un hombre preparado a más no poder, desde su juventud, cuando estudió, y después siguió aprendiendo y quería saber más. Lo ayudaba tener una memoria privilegiada. Me acuerdo muchas veces haber estado conversando con él e intentando recordar algo, y de repente te salía con la historia completa. Lo tenía todo en la cabeza.
Una mente brillante y un corazón de oro», dice Claudio de su querido amigo de mil batallas, a quien ayer estaban despidiendo y homenajeando en la Parroquia Nuestra Señora de Lourdes y hoy por la tarde despedirán en la Catedral de La Serena..