Autor: Felipe Edwards del Río
COLUMNAS DE OPINIÓN: Somos herederos de una revolución
COLUMNAS DE OPINIÓN: Somos herederos de una revolución V ivimos en una época de cambios. Las antiguas definiciones de derecha e izquierda pierden su nitidez. La industrialización, el crecimiento sostenido bajo del liberalismo político y económico, las audiencias nacionales de los medios de comunicación, todas se convierten en modernizaciones del pasado.
Para el historiador Christopher Clark, los adherentes de los movimientos Occupy Wall Street, QAnon, los chalecos amarillos de Francia, los opositores de las vacunas, nuestro estallido social de 2019, o el ataque al Congreso de Estados Unidos en 2021, remiten a las revoluciones europeas decimonónicas.
En su análisis de esas revueltas, "Primavera revolucionaria: la lucha por un mundo nuevo 1848-1849" (Galaxia Gutenberg, 2024), Clark encuentra afinidades con nuestra era: la heterogeneidad de su liderazgo, las transformaciones sin rumbo constante, y la irrupción de violencia, utopía y espiritualidad en la política.
Las revoluciones de 1848-1849 estuvieron presentes en toda Europa, de Portugal a Valaquia --en la actual Rumania-y Moldavia en el extremo oriental, y de Noruega, Dinamarca y Suecia por el norte a Sicilia y las islas Jónicas de Grecia en el sur. Su impacto fue mundial. En las posesiones francesas del Caribe, Australia y América Latina inspiraron a élites liberales y radicales. Benjamín Vicuña Mackenna atribuyó a las revoluciones europeas de 1848 un rol decisivo en la agitación política previa a la Guerra Civil de 1851. Vicuña, de 16 años durante esas protestas, señaló en sus memorias que "la revolución francesa de 1848 produjo un hecho poderoso en Chile. Para nosotros, pobres colonos viviendo en las costas del Océano Pacífico, su antecesor en 1789, tan celebrado en la historia, fue apenas una ráfaga de luz en nuestra oscuridad. Sin embargo, medio siglo más tarde su gemelo tuvo todas las muestras de radiancia brillante. La habíamos anticipado, la estudiamos, la comprendimos, la admiramos". No todos las alabaron.
Karl Marx acuñó la más famosa comparación entre las revoluciones de 1789 y 1848: "La historia se repite, primero como una tragedia y luego como una farsa". Sin embargo, su comienzo de 1848 enfervorizó a Marx.
Recordó que "tuve que salir al frío invernal y caminar y caminar solo para calmar y ralentizar los latidos de mi corazón, que estaba en un estado de agitación y desconcierto y se sintió c o m o s i e s t u v i e r a a punto de perforar mi pecho". Marx reconoció la exaltación social que aparecía en toda Europa, que lo inspiró, junto a Friedrich Engels, a escribir el Manifiesto del Partido Comunista, publicado por primera vez en Londres en febrero de 1848. Ese mes comenzaron las revoluciones. La intensidad de radicales y liberales en Francia era palpable. Luis Felipe I, el rey ciudadano, abdicó y se exilió en Inglaterra después de tres días de manifestaciones. En abril se eligió un Asamblea Constituyente con sufragio universal (para hombres), que fue atacada por una masa de obreros desempleados. En junio, el gobierno y la guardia nacional los subyugaron en una guerra de clases que, durante tres días, dejó diez mil muertos, además de once mil prisioneros que fueron relegados a las colonias. Obreros y estudiantes, en tanto, combatieron contra el ejército austríaco, invadieron el palacio imperial y el canciller Klemens von Metternich renunció y huyó a Inglaterra bajo una identidad falsa. Sublevaciones surgieron en el resto del Imperio Austriaco, Bohemia, Hungría, Italia y los múltiples estados alemanes. En Prusia, el rey Federico Guillermo IV se vio obligado a prometer una Constitución. Tan rápido como surgió, el tsunami revolucionario retrocedió. En Francia, la Asamblea Constituyente ordenó la elección de un presidente con amplios poderes, donde arrasó Luis Napoleón Bonaparte. En los sufragios por la Asamblea Legislativa, el pueblo francés, más conservador que los radicales de París --e igual como ocurrió con la primera elección gala en 1797--, optó por una fuerte mayoría monárquica. En 1851, el sobrino del primer emperador disolvió el poder legislativo, y recibió un mandato de diez años con el noventa y dos por ciento de los votos. El año siguiente se declaró emperador Napoleón III. En toda Europa central, diversos alzamientos nacionalistas entraron en conflicto y facilitaron la contrarrevolución autocrática y multinacional. Clark rechaza concebir las revoluciones como exitosas o fracasadas. Si bien no cumplieron las expectativas de crear un nuevo mundo, las insurrecciones multifacéticas, descoordinadas y contradictorias de 1848 sí cambiaron a sus protagonistas. Rusia se alejó del resto de Europa, con los autócratas espantados por su anarquía y los radicales decepcionados por sus resultados. Eventualmente, liberales, como Vicuña Mackenna, consolidaron su influencia en nuevas instituciones, y en debates parlamentarios con radicales y conservadores se convirtieron en artífices de la política moderna. Somos los herederos de un mundo creado por las diversas y confusas revoluciones de 1848. Somos herederos de una revolución Felipe Edwards del Río Las insurrecciones de 1848 no crearon un mundo nuevo, pero sí cambiaron a sus protagonistas"..