Autor: JULIETA ORLANDO; MARTÍN MONTECINOS; HUGO BENÍTEZ; LEONEL SIERRALTA; CLAUDIO MENESES; MANUEL VARAS; MARCELA SEPÚLVEDA; PAOLA KRALL (Quienes suscriben son presidentes de la Sociedad de Microbiología de Chile; Sociedad de Bioquímica y Biología Molecular de Chile; Sociedad Chilena de Evolución; Sociedad de Ecología de Chile; Sociedad Chilena de Biología Vegetal; Sociedad de Biología Celular de Chile; Sociedad Chilena de Arqueología y Sociedad de Genética de Chile, respectivamente)
CARTAS: Ciencia en vilo
Señor Director: Con una mezcla de preocupación y desconcierto, observamos la particular forma en que la ANID, heredera de la eficiente y tradicionalmente cercana Conicyt, ha gestionado en los últimos años la entrega de fondos para proyectos y becas.
Lejos de ser hechos aislados, los retrasos en las transferencias se han convertido en una práctica constante, generando incertidumbre en la comunidad científica nacional, que tras largos y exigentes procesos concursables, se ve obligada a esperar sin claridad ni previsión. Podría pensarse que, en pleno siglo XXI, con tantos avances tecnológicos, transferir fondos públicos sería un proceso sencillo, casi trivial.
Pero ANID nos ha recordado que la paciencia es una virtud fundamental, sobre todo cuando se trata de financiar el futuro de la investigación en nuestro país. ¿Unos meses de retraso? Parece ser solo una oportunidad para que nuestras investigadoras e investigadores practiquen la austeridad y demuestren su compromiso inquebrantable con la ciencia, incluso sin recursos.
En cuanto a la comunicación, pilar fundamental de cualquier institución eficiente, ANID tampoco deja de sorprendernos. ¿ Para qué informar proactivamente sobre las razones de los retrasos, cuando se puede dejar que la incertidumbre florezca? Los afectados llenamos sus bandejas de entrada con correos que, sin explicación, permanecen sin respuesta o reciben réplicas automáticas carentes de contenido útil.
Así que no podemos sino reconocer la constancia de nuestra ANID, por su dedicación a mantenernos en vilo y por recordarnos —una vez más— que la excelencia en la investigación nacional no se construye con fondos e información oportuna, sino con una fe inquebrantable... y, por cierto, un buen fiador.