Autor: HACIA LA CONTINUIDAD
Niñas y niños aymaras aprenden su lengua y cultura en Nidos Lingüísticos impulsados por ONU Mujeres y la UNAP
Niñas y niños aymaras aprenden su lengua y cultura en Nidos Lingüísticos impulsados por ONU Mujeres y la UNAP LENGUA, IDENTIDAD Y PERTENENCIA en su clase. A su lado, Aylen agrega: "Todo es genial, aprendemos los números, los saludos, y aunque a veces es un poco difícil, quiero seguir aprendiendo para hablar con mis papas y abuelos.
Yo quiero ser profesora de lenguaje". El Nido Lingüístico del Colegio Robert Johnson es uno de los espacios educativos comunitarios creados para enseñar la lengua y cultura aymara a niños y niñas de entre primero y cuarto básico. Cada sábado, de 9 a 13 horas, se desarrollan talleres que combinan el juego, la música, el arte, el cariño y la transmisión oral de conocimientos ancestrales. Lo mismo ocurre en la Escuela España, dependiente del SLEP Iquique, y en la caleta Chanavaya, donde el proyecto se ha instalado con fuerza como una alternativa de aprendizaje, identidad y reparación. MÁS QUE UNA CLASE, UN ESPACIO DE CUIDADO forma de sanación y resistencia cultural. "La sociedad ha ido perdiendo muchos valores. Nosotros aún cuidamos el respeto por la naturaleza, la comunidad, la vida misma. Eso enseñamos aqui", sostiene con convicción. Sonia Mamani, educadora tradicional proveniente de la localidad andina de Pachica, refuerza esta mirada. "Nuestra lengua se estaba perdiendo. Pero aquí la "El nido es más que una clase. Es un espacio de comunidad, de recuperamos con nuestras niñas memoria, de transmisión oral entre generaciones", explica y niños. Les enseñamos sobre la quinoa, la papa, los telares, los Teodoro Marca Mamani, yatianimales, los cerros. Es nuestra En el patio del Colegio Robert Johnson de Alto Hospicio no se escuchan gritos de recreo ni campanas que anuncien el término de clases. En cambio, cada sábado por la mañana, resuenan saludos, canciones y juegos en aymara. Son las voces de niñas y niños que, con ternura y convicción, aprenden a hablar desde el corazón de sus raíces. En esta oportunidad, el idioma no se enseña desde un libro ni bajo la estructura tradicional de una clase. Se transmite desde la tierra, desde la historia, desde el alma de un pueblo que busca preservar su identidad.
Así lo entienden Aylen Carrizo e Izán Icaza, ambos de nueve años y alumnos de cuarto básico del Colegio Robert Johnson, quienes participan en uno de los tres Nidos Linguisticos implementados en Tarapacá gracias al proyecto "Mujeres y Niñeces Indigenas Transformando Entornos", impulsado por el Programa Originarias de ONU Mujeres en colaboración con la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Arturo Prat. "Me gusta aprender aymara porque mi familia es aymara y han perdido su cultura.
Cuando sea grande quiero ser profesor de esta lengua", comenta Izán, mientras repasa con seguridad los saludos que ha aprendido El enfoque del proyecto es claro: revitalizar la lengua aymara no como una imposición, sino como una herencia viva. Una semilla de identidad que crece mejor si se cuida desde la infancia.
En tiempos donde la globalización ha contribuido a la pérdida de idiomas originarios, estos espacios representan una forma de resistencia cultural y tambien una puerta de esperanza. "Hoy nuestros ancestros nos están alumbrando, el tata Inti, la madre tierra. Es tiempo de despertar nuestra identidad", declara Sonia Mamani, "Debemos enseñar el aymara como se enseña el inglés, con la misma importancia y dedicación. Nuestra lengua también es valiosa", añade con firmeza. Desde la Universidad Arturo Prat, el proyecto ha sido acompañado con rigurosidad académica, afecto territorial y una profunda conexión con las comunidades. La Facultad de Ciencias Humanas ha apoyado la coordinación pedagógica y la sistematización de esta experiencia, la cual se proyecta como un modelo replicable en otras regiones del pais con presencia indígena.
El Programa Originarias de ONU Mujeres, por su parte, ha asumido el compromiso de visibilizar y fortalecer el rol de las mujeres y niñas indigenas en sus territorios, integrando enfoques de género, niñez y diversidad cultural en todas sus acciones. vida, nuestra historia", comenta chiri (el que sabe, el que enseña), encargado del taller en Alto Hospicio. Para él, el aprendicon emoción.
Ambos educadores coinciden zaje lingüístico es también una en que el verdadero motor de Aunque el balance es profundamente positivo, los y las responsables del proyecto coinciden en la necesidad de ampliar estos espacios a más establecimientos y niveles educativos. "Necesitamos continuidad. No basta con un solo taller. Hay que incorporar la lengua originaria en las escuelas, en la vida cotidiana, en la política pública. La educación intercultural debe ser real y no solo declarativa", insiste Teodoro Marca. La experiencia del Nido Lingüistico de Alto Hospicio demuestra que si es posible enseñar una lengua originaria desde la ternura, el respeto y la alegría. Que si se puede cultivar el orgullo por las raices en una sala de clases.
Y que, incluso en medio del ruido del mundo moderno, una pequeña voz que dice "Jilata, nayax jach'a arsuña munta" (Hermano, yo quiero hablar fuerte], puede ser el inicio de una gran transformación. este proceso es el compromiso de las familias. "Para que el Nido funcione, las familias deben participar activamente: traer a sus hijos, practicar en casa, hablar con ellos en aymara. Y eso está ocurriendo. Cada sábado llegan con entusiasmo, con interés, con ganas de aprender", relata Marca. Así, cada sábado en Alto Hospicio, con crayones, juegos, telas y canciones, una nueva generación aprende lo que muchos creyeron perdido. Y en cada palabra, se construye futuro con memoria.. La iniciativa busca revitalizar el idioma y los saberes ancestrales del pueblo aymara desde la infancia. En el Colegio Robert Johnson de Alto Hospicio, decenas de niñas y niños participan cada sábado en este espacio de memoria, juego y comunidad.