COLUMNAS DE OPINIÓN: Caos, damnificados, gestión, inoperancia y desesperación social
COLUMNAS DE OPINIÓN: Caos, damnificados, gestión, inoperancia y desesperación social Gastón Gaete Coddou, Géografo Académico Universidad Playa Ancha A un año del incendio urbano más grande de la historia de Chile y el segundo más mortífero a nivel mundial en lo que va de este siglo, siniestro que causó la muerte de 136 personas, más de 21.000 damnificados y/o afectados, y 6.952 viviendas arrasadas (2.175 de campamentos y 4.777 de unidades vecinales consolidadas) entre otras consecuencias y estragos. Queda en evidencia que este piroevento causado por la mano del ser humano, puede ser considerado un caos urbano.
Teniendo en consideración el concepto de caos urbano, el geógrafo español Jordi Borja opina sobre este particular, en que «el caos urbano representa el desequilibrio entre las dinámicas de crecimiento acelerado y la capacidad de gestión de la ciudad, resultando en la pérdida de calidad del espacio público y la ruptura de las relaciones sociales tradicionales». En cuanto a los damnificados y su reconversión en territorio afectado, es dable considerar que según la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR), un «damnificado es aquella persona afectada que ha sufrido un grave daño directamente asociado a un evento adverso, manifestándose este perjuicio tanto en sus bienes como en servicios individuales o colectivos, lo que puede incluir la pérdida parcial o total de bienes muebles o inmuebles, sus medios de subsistencia, cultivos y otros elementos fundamentales para su vida cotidiana.
Esta condición implica no solo el daño material inmediato, sino que, a la par, conlleva impactos significativos en múltiples dimensiones de su vida, incluyendo aspectos psicosociales, económicos, habitacionales y territoriales, que afectan directamente su capacidad de recuperación y reinserción en el territorio, requiriendo por tanto, una atención integral y sostenida por parte de las instituciones y la comunidad para lograr una efectiva rehabilitación de sus condiciones de vida». Teniendo en consideración lo indicado, el alcance y las implicaciones prácticas de la definición de damnificado revelan un entendimiento amplio de la condición, que trasciende la mera pérdida material para abarcar dimensiones fundamentales de la vida humana como son los aspectos psicosociales (que incluyen traumas, pérdida de redes de apoyo y alteraciones en la dinámica familiar), económicos (afectación a medios de subsistencia), habitacionales (pérdida de vivienda y espacios vitales) y territoriales (desarraigo y pérdida de conexión con el entorno), todo lo cual conlleva importantes implicaciones prácticas que demandan una respuesta institucional coordinada y sostenida en el tiempo.
Acerca de los términos, gestión, inoperancia y desesperación social, se puede explicitar para cada uno de ellos el entender de diversos autores, y, en este sentido, la gestión, como concepto organizacional y social, ha sido ampliamente estudiada por Peter Drucker, (considerado el padre de la administración moderna), quien, la define como «el órgano de las instituciones, el órgano que convierte a una multitud en una organización efectiva y a los esfuerzos humanos en actuaciones». En tanto, Henri Fayol, complementa esta visión señalando que gestionar es prever, organizar, mandar, coordinar y controlar», estableciendo así los pilares fundamentales de lo que hoy entendemos como gestión moderna. La inoperancia, en tanto, como fenómeno social y administrativo, representa la incapacidad de un sistema o institución para cumplir sus funciones básicas.
En este sentido, Michel Crozier, sociólogo francés, la puntualiza (la gestión) como «el resultado de la rigidez burocrática que paraliza la capacidad de adaptación y respuesta de las organizaciones frente a las necesidades sociales». A esta definición, se une la visión del sociólogo estadunidense, Robert Merton, el que señala quela inoperancia surge cuando las estructuras formales priorizan los procedimientos por encima de los resultados». Con respecto a la desesperación social, como un acontecer sociológico y psicológico colectivo, el intelectual Zygmunt Bauman, la contextualizó en la modernidad líquida, referenciando que «la desesperación social es el producto de una sociedad que promete libertad individual mientras simultáneamente genera profunda inseguridad e incertidumbre». Acerca del mismo término, el sociólogo Robert Castel, lo entendió como «el resultado de la desafiliación social y la ruptura de los vínculos sociales que tradicionalmente proporcionaban seguridad y sentido de pertenencia a los individuos». En conclusión, el incendio urbano en cuestión y sus consecuencias subrayan la necesidad de una gestión efectiva y una respuesta institucional coordinada para abordar las múltiples dimensiones del daño causado a los damnificados.
La inoperancia y la desesperación social son fenómenos que deben ser enfrentados con políticas y programas que no solo atiendan la emergencia inmediata, sino que, promuevan activa y concretamente la recuperación integral y sostenida de las personas afectadas, sin embargo, hasta esta fecha y año, el accionar del Estado ha sido prácticamente nulo, lo que puede sintetizarse en el refrán popular que dice El que mucho promete, poco da..