COLUMNAS DE OPINIÓN: Cambiar las reglas en mitad del partido
COLUMNAS DE OPINIÓN: Cambiar las reglas en mitad del partido Emilia García IdeaPaís IdeaPaís IdeaPaís Cambiar las reglas en mitad del partido n política, pocas cosas son más delicadas que alterar las reglas del juego una vez que el partido ya ha comenzado. El episodio reciente en torno a la nueva ley de pesca es un buen ejemplo.
La actual legislación aunque afectada por los escándalos de corrupción en su tramitación fue, en su momento, fruto de un acuerdo técnico y político amplio, que permitió avanzar hacia un sistema de licencias que trazaron estrategias productivas a largo plazo. Hoy, el gobierno pretende reemplazarla no solo a partir de datos erróneos, sino además con un contenido regresivo. Este patrón no es nuevo. Desde sus inicios, la nueva izquierda ha exhibido una peligrosa pulsión refundacional: cada vez que identifica un problema, su respuesta no es reformar, sino desarmar lo existente y partir desde cero. Como si la historia comenzara con ellos, y fueran los únicos moralmente habilitados para dictar normas. Lo vimos cuando anunciaron que revisarian todos los tratados de libre comercio, poniendo en entredicho décadas de integración internacional. Lo vimos en la discusión del voto obligatorio y el sufragio de migrantes, donde su discurso cambió según la conveniencia del momento. Lo vemos hoy en sectores estratégicos: en energía, intentando modificar el régimen de precios estabilizados para la generación distribuida; en litio, frenando inversiones clave con un diseño estatal confuso y burocrático. Lo vemos, sobre todo, en la forma en que el gobierno trata con desdénlos consensos técnicos y políticos del pasado. La política, por cierto, no puede ser inmovilista. Las reglas deben revisarse y adaptarse cuando la realidad lo exige. Pero refundar todo de manera impulsiva no es valentía, es irresponsabilidad.
No hay nada más dañino para el desarrollo que un Estado que actúa como juez y parte, cambiando las normas sobre la marcha, generando una asimetría intolerable entre quienes hacen las reglas y quienes deben obedecerlas. En un país que necesita inversiones, certezas y diálogo, gobernar con espiritu refundacional no es solo una torpeza técnica: es una señal política profundamente riesgosa. Porque las reglas del juego no pertenecen al gobierno de turno, sino a todos. Y vulnerarlas compromete mucho más que una ley: compromete la confianza misma en la democracia. cia.. -