Autor: Estatua de Winston Churchill,
WINSTON CHURCHILL, “el hombre del gran cigarro” que ganó una guerra, un Nobel y miles de enemigos
WINSTON CHURCHILL, “el hombre del gran cigarro” que ganó una guerra, un Nobel y miles de enemigos A 150 AÑOS DE SU NATALICIO:Estatua de Winston Churchill, expremier y Nobel de Literatura. Cuando las fuerzas alemanas marchaban por Europa al alero de Adolf Hitler (1889-1945), muchos de los líderes del Viejo Continente optaban por el camino de los pactos o el de la rendición sumisa. El armamento y la estrategia que tenía por aquel entonces el Ejército de Alemania hacía pensar a varios dirigentes que sumarse a la lucha sería en vano. Así lo imaginó el primer ministro de Inglaterra entre los años 1937 y 1940, Neville Chamberlain, cuando selló un acuerdo de no agresión con el líder nazi. La tónica cambió y al horizonte se asomaron destellos con la aparición de un hombre de 66 años de edad, de carácter impredecible y adicto a los puros de tabaco y al alcohol. Un veterano sobre el que pesaban grandes fracasos y una fama que no le auguraba un buen criterio cuando de estrategia se trataba. Era sir Winston Churchill, un estadista al que muchos le agradecen haber salvado del abismo a la civilización occidental. Con un sentido del humor algo oscuro y un estilo político directo y punzante, el nacido en el palacio de Blenheim (Oxfordshire, 1874) fue desde sus orígenes amigo de la controversia.
Siguiendo el consejo del famoso escritor estadounidense y Nobel en Literatura, Ernest Hemingway, Churchill decidió ser un hombre de terreno y no un dirigente que observara desde la platea y tomara decisiones sin un contacto con la realidad. Su primer oficio fue el de cronista de guerra, actividad que lo llevó a destinos variopintos como Cuba, India, Sudán y Sudáfrica. Fue en este último, de hecho, donde cayó víctima de una emboscada en la ciudad de Pretoria, siendo trasladado a un campo de prisioneros. Desde ese entonces pasó por todo tipo de situaciones. Circunstancias que no solo marcaron su trayectoria, sino también las muchas facetas que tuvo. Aficionado a las letras y la pintura, Churchill solía ocupar su tiempo libre para las artes. Fue tal su éxito en esta dimensión, que le fue otorgado un Nobel en Literatura en 1953. También se habría interesado en su momento por la ciencia, llegando a posicionarse en favor de la existencia de vida alienígena.
Por si lo anterior fuese poco, “el hombre del gran cigarro”, una vez acabada su carrera pública, fue reconocido por ser el inglés con más cargos oficiales en su palmarés: Primer Lord de Almirantazgo, ministro del Interior, de Municiones de la Guerra, de Colonias, de Hacienda y dos veces máximo líder de la nación. A la vez, fue parlamentario durante 60 años. Referente político mucho más allá de sus fronteras, el Bulldog como le apodaban los rusos concitó aficionados en el mundo entero. En septiembre de 2001, tras los atentados islamitas a las Torres Gemelas, el entonces premier, Tony Blair, obsequió a su homólogo estadounidense, G. Bush, un bulto con la cara de Winston. El objetivo, señaló después, era ofrecer un símbolo de cooperación entre las democracias occidentales ante el avance del terrorismo.
LIDERAZGO EN TIEMPOS DE GUERRA“Un apaciguador es alguien que alimenta al cocodrilo, esperando que se coma a otro antes que a él”, dijo Churchill en momentos en que el Reino Unido discutía su estrategia con Adolf Hitler. A diferencia de su antecesor, siempre manifestó una oposición cerrada al modelo nacionalsocialista y nunca confió en la palabra de quien por ese entonces ganaba territorio a través de la invasión y el miedo. Por ello, con él en el poder, Inglaterra se convirtió en el primer país en enfrentar a los alemanes de manera frontal y decidida. Siempre con la participación activa de su pueblo. Desde el momento en que asumió el timón de su país dejó en claro, tanto a los parlamentarios como a los ciudadanos, la visión que tenía con respecto al conflicto planetario. “No tengo nada que ofrecer excepto sangre, trabajo, lágrimas y sudor”, señaló ante la mirada atónita de los miembros de la Cámara de los Comunes. Transcurría el año 1940 y el ambiente era de pesimismo. A partir de entonces, el estilo de liderazgo de Winston Churchill se consolidó. Y no fueron solo sus icónicas frases las que marcaron su personalidad, sino también algunas de sus acciones.
En pleno bombardeo alemán, distintos documentos aseguran que el ex premier exigió a su chofer volver con el auto a Londres “para sufrir lo mismo que el resto de los ingleses”. A diferencia de su antecesor, siempre manifestó una oposición cerrada al modelo nacionalsocialista y nunca confió en la palabra de quien por ese entonces ganaba territorio a través de la invasión y el miedo. Tras el asesinato de un policía estadounidense en contra del afroamericano George Floyd, decenas de ciudadanos ingleses rodearon una estatua de su figura para vandalizarla. Churchill en sus tiempos en el ejército británico. libre” cuestión que le trajo muchos admiradores en el mundo político, sobre todo en sectores de derecha continúo ininterrumpida. Haciendo una metáfora entre el Polo Sur y el Polo Norte, Churchill comparó a dos vertientes que consideraba igualmente peligrosas para la sociedad: el fascismo y el comunismo.
“Se encuentran en los extremos opuestos de la Tierra, pero si mañana uno se despertara de pronto, sin previo aviso, en cualquiera de ellos, le sería imposible determinar en cuál de los dos se halla”. MÁS ALLÁ DE LA POLÍTICASobre sus virtudes, el historiador de la USS Alejandro San Francisco enumera algunas. “Tenía una gran sabiduría, una cultura histórica impresionante, pocas veces antes vista. Tenía también claridad sobre el problema que enfrentaba el mundo, Occidente y el Imperio Británico.
Por último, una fortaleza y un coraje para cometer las tareas más difíciles”. La Unión Soviética crucial en la derrota de Hitler siempre fue vista por él como un enemigo a combatir una vez que se extinguiese la amenaza nazi. He ahí, coinciden muchos historiadores y humanistas de distinta índole, la causa de su derrota en las urnas el 26 de julio de 1945. Los ingleses, hastiados de la violencia, observaban en el hombre del sombrero un gran líder para tiempos de conflicto. No así para tiempos de paz, cosa que deseaban efusivamente. Pese a lo anterior, su defensa al “mundoParte de una familia noble y sin las mejores calificaciones en la escuela, Churchill definió sus gustos e ideas con particular celeridad. Su formación, dividida entre lecturas amplias y entrenamiento militar, estuvo acompañada de un seguimiento devoto del imperio y la monarquía. También, en paralelo, invirtió su energía en escribir, pintar y ejercer el periodismo. Su estilo literario valorado con distinciónmáxima en Suecia en 1953 es inseparable de su don para la oratoria. Muchos de sus libros, de hecho, incluyeron algunos de sus principales discursos. Otros, a la vez, adquirían un contenido entre analítico y narrativo sobre el curso de la guerra. Así, su vasta literatura sirvió como escuela de formación para cientos de miles de lectores en el mundo.
Fiel a su estilo, una vez que recibió el premio de la Academia Sueca, llamó por teléfono a quien sería el próximo primer ministro británico, Anthony Eden (1897-1977). La anécdota continúa con sus palabras: “Pensé que te gustaría saber que acaban de concederme el Nobel Pero no te preocupes, amigo mío, es el de Literatura, no el de Paz”. Sobre su afición por la pintura, la mayoría de las veces pintaba paisajes y bodegones, casi siempre a través de la acuarela o el óleo. Lleno de facetas, mantuvo un interés por la ciencia. En particular, por la posibilidad de que existiese vida fuera del planeta tierra.
Seguidor del astrónomo Edwin Hubble y de sus discutidas teorías, como la de la expansión del universo y el bing bang como origen del cosmos, redactó un ensayo en la década del 50 en donde plasma su visión.
“No estoy tan impresionado por el éxito de nuestra civilización como para pensar que seamos el único punto en el inmenso universo que contiene criaturas vivas y pensantes, o que seamos el tipo de desarrollo mental y físico más elevado aparecido jamás en la vasta extensión del espacio y tiempo”, dice.
SU FACETA MÁS OSCURASi bien el líder británico es reconocido, ante todo, por su rol en la defensa de Inglaterra y por su “V” de “victoria”, plasmada en el triunfo ante el ejército nazi, también lo es por cosas más cuestionables. El famoso escritor de origen paquistaní Tariq Ali, se encargó, a través de su libro Winston Churchill. Sus tiempos, sus crímenes, de revelar su faceta más oscura. Como su admiración por Benito Mussolini (1883-1945) y la defensa de la colonización a la India. “De haber sido italiano, no me cabe ninguna duda de que habría estado incondicionalmente a su lado, de principio a fin”, señaló a algunos periodistas tras un diálogo con el duce. Sus elogios alcanzaron más que las palabras: cuando el fascista italiano invadió Etiopía en 1935, Churchill rechazó la aplicación de sanciones internacionales y promovió un a c u e r d o. E s d e c i r, l o opuesto a lo que hizo en el caso de Hitler. No es todo. Cuando Japón avanzaba en sus conquistas, en medio de la Segunda Guerra Mundial, el premier mandó a requisar gran parte del grano y el arroz de la ciudad de Bengala. El objetivo: abastecer a las fuerzas aliadas.
Sobre eso, el escritor destaca una insensibilidad de Churchill, quien calificaba al pueblo indio como “asqueroso”, a su religión como “asquerosa” y a que las causas de la hambruna se debían a su reproducción como “conejos”. Sobre la colonización a la India, Churchill, fiel creyente de la superioridad de su pueblo, dijo: “Una gran obra que Inglaterra está llevando a cabo con su alta misión de regir los destinos de estas primitivas pero agradables razas para su propio bienestar y el nuestro”. Fue el 25 de mayo de 2020 cuando, tras el asesinato de un policía estadounidense en contra del afroamericano George Floyd, decenas de ciudadanos ingleses rodearon una estatua de su figura para vandalizarla. A ojos de tales manifestantes, era un hombre racista y no merecía un monumento de ese tipo. VÍNCULOS CON CHILECumpleaños número 80. Torta con ingredientes de todo el mundo, entre ellos, miel de ulmo. Así recuerda la historiadora Lucía Santa Cruz el aporte que hizo su padre, embajador en el Reino Unido por esas fechas, al festejo de Winston Churchill en 1954. “A mí me tocó darle la mano en una recepción y casi me morí”, añade. Lo cierto es que se cree que, para el Nobel de Literatura, Chile no era terreno desconocido.
De hecho, según una crónica publicada en 1965 por el diario La Nación y que luego fue replicada en el libro Mitopolis de Joaquín Edwards Bellolo unía una amistad de larga data con Arturo Izquierdo, hijo de los millonarios Luis Izquierdo Urmeneta y Virginia de la Cerda Eyzaguirre. “Lo conocí cuando estaba en Londres. Un día le dije a mi amigo Luis Izquierdo Fredes, a cargo de la legación chilena, que quería conocer el Parlamento británico. Fuimos, cuando conversábamos en el pasillo con lord Chamberlain, apareció corriendo desaforado un joven gordito Casi se cayó cuando nos topamos. Me pidió disculpas, se dio cuenta de que era extranjero y se detuvo a conversar”, dice la crónica. Churchill, recuerda su amigo en el mismo reportaje, habría guardado durante años en su vieja Biblia un copihue ya marchito, sacado de un ramo que le envió a su hija Sarah (1914-1982) cuando contrajo matrimonio.
Pese a nunca haber aterrizado en nuestra nación, siempre le reconoció a su compañero de ruta que si visitaba Sudamérica, empezaría por Chile. nG A Z G I ZG A Z G I ZTRIBUNAMinistro, parlamentario, militar, literato, marino, miembro alternativamente de los partidos Liberal y Conservador, imperialista, antitotalitario (anticomunista y antinazi por igual), ha sido calificado como el ciudadano británico más ilustre de toda la historia.
Honor que no es menor si consideramos que esa isla nos dio a reyes como Enrique VIII, Isabel I y la reina Victoria; a genios militares como Wellington, Nelson y Marlborough y a brillantes científicos como Darwin, Newton o Touring. Sin embargo, sir Winston se empina por sobre los demás. ¿Qué lo hace tan especial? Ganó el Premio Nobel de Literatura, escribiendo más palabras que Dickens y Shakespeare juntos. Antes de los 25 años había peleado cinco guerras en cuatro continentes; fue jugador de polo y pintor aficionado, pero antes que todo fue el último político victoriano.
Un hombre que consideraba que el mundo anglosajón tenía una misión civilizatoria que cumplir con el resto delmundo, buscando que los principios de la Ilustración: avance de la ciencia, respeto por las personas y sus derechos, promoción de la democracia y el libre comercio se impusieran en el mundo.
Como político era decidido, y eso lo llevó a tener grandes aciertos, como la modernización de la Marina de Guerra, cambiando su combustible de carbón al petróleo, y a grandes errores, como la vuelta al patrón oro o la invasión de los Dardanelos.
Hombre de familia, amante de su mujer y padre de cinco hijos, descendiente de uno de los más grandes genios militares de Inglaterra, sir John Churchill, duke of Marlborough (Mambrú para los españoles), de quien escribió su biografía. Pero ni su alcurnia, ni su genio, ni su coraje personal son los que lo hacen destacar. Su fama viene de su visión política en un mes específico de su extensa vida. En mayo de 1940, el nazismo se ha impuesto en Europa, Francia ha caído, “Churchill se negó a negociar la paz, continuó la guerra y salvó a la civilización occidental de los totalitarismos. Eso lo hace el británico más grande de la historia”. el ejército inglés ha sido derrotado, ha abandonado su equipamiento militar en las costas normandas y ha sido evacuado en Dunkerque. La Unión Soviética está aliada con Hitler, EE.UU. no quiere saber de otra guerra europea y se enorgullece de su aislacionismo. Italia y Japón están aliados con Hitler, y él preside como PrimerMinistro un gobierno débil y en un partido donde él es minoría. Es, definitivamente, el hombre más solo de la historia. En ese momento le ofrecen la paz negociada, sus socios políticos lo presionan, pero él tiene la visión de que lo que estaba en juego era mucho más que un pacto político.
La Segunda Guerra Mundial es la primera guerra ideológica, y Churchill es el primero que la ve así y entiende que la democracia no puede pactar con la tiranía y, por eso, en uno de los famosos tres discursos que se despacha en 1941 dice: “Me preguntan cuál es nuestro objetivo y es la victoria, cualquiera que sea su costo, a pesar de todo el terror y no importando las dificultades y rigores del camino, porque sin victoria no hay sobrevivencia”. Así, Churchill se negó a negociar la paz, continuó la guerra y salvó a la civilización occidental de los totalitarismos. Eso lo hace el británico más grande de la historia. nGERARDO VARELAABOGADO Y COLUMNISTAA 150 años del nacimiento de Winston Churchill, vale la pena ahondar en su figura. Es, sin duda, uno de los personajes más importantes del siglo XX. Considerado el mejor de los líderes, el hombre perfecto para resistir, levantar la cabeza y vencer en la Segunda Guerra Mundial, derrotando a Hitler en Europa. Fue político y militar, además de historiador, periodista, artista plástico y literato.
Fue honrado con el Premio Nobel de esta disciplina en 1953, por “su dominio de la descripción histórica y biográfica, así como por la brillante y exaltada oratoria en defensa de los valores humanos”. Fue un hombre sabio y gran estratega. Su conocimiento de la historia le permitió comprender cosas que sus contemporáneos eran incapaces de visualizar. Estudiando la historia de su pariente, John Churchill, quien peleó en las guerras continentales contra Luis XIV, pudo comprender lo que Adolf Hitler buscaba. Lo entendió mucho antes de la guerra y lo manifestó con firmeza, pero los “buenistas” nunca quieren ver. Su postura crítica frente a los apaciguadores le dio la razón. Con los “cocodrilos” no se dialoga y en democracia, el juego y la negociación, solo puede hacerse con quienes creen en las mismas reglas. Los totalitarios buscan destruirla desde dentro. Luchó contra Hitler y contra el comunismo, por las mismas razones, morales. Era un hombre de una línea, con principios fuertes que chocaron varias veces con las directrices de los partidos políticos a los que perteneció. Se cambió de partido varias veces, defendiendo siempre su postura, sin tranzar en lo esencial. Su célebre frase, “Algunos hombres cambian de partido por el bien de sus principios; otros cambian de principios por el bien de sus partidos”, lo retrata de cuerpo entero. La noción de que tener las ideas claras y defenderlas con fervor le traerá enemigos. Las personas honestas que velan por la verdad no buscan quedar bien con Dios y con el diablo. Recibió una gran educación y fue un ferviente lector. Fue militar, pasó largastemporadas en la India y otras colonias. Participó en la Guerra de los Boers, salvando milagrosamente de la prisión en la que estaba. Se dedicó a escribir artículos periodísticos y a hacer charlas públicas, lo que le dio experiencia como orador. Sus argumentos destruían a cualquier contendor y su humor e ironía dejaban evidencia de una mente rápida, fina y despierta, que muchos han querido emular. Estando en política le tocó tomar duras decisiones para controlar el orden público y no le tembló la mano, poniendo la vida y los derechos de los civiles por sobre los de los delincuentes.
Como bien decía: “Un hombre hace lo que debe, a pesar de las consecuencias personales, a pesar de los obstáculos, peligros y presiones, y eso es la base de la moral humana”. Cometió errores, los asumió y se supo reinventar en varias ocasiones. Tras la Primera Guerra Mundial y el abrir el flanco en Turquía con el desastre de Gallipoli, asumió su error y se enroló en la guerra, aceptando la degradación en el rango.
De primera fuente pudo comprender la similitud entre la guerra y la política, “en la primera mueres una vez y en la otra, pue-des morir varias veces”. Fue ese sentido de resiliencia lo que le permitió ser el líder perfecto en los tiempos más oscuros. Un hombre culto, con conocimiento y convicciones. Una persona segura, con sentido de verdad y bien objetivo, que supo conducir de modo honesto, diciendo lo real y no lo que las personas querían escuchar.
En esos tiempos difíciles, no tenía nada que ofrecer, excepto “sangre, sudor y lágrimas” y combatir codo a codo, para salvar a Britania y al mundo de un mal totalitario. nMAGDALENA MERBILHÁAHISTORIADORACRISTIÁN WARNKENESCRITOREn 1953, la Academia concedió el Premio Nobel de Literatura a Winston Churchill.
Muchos dijeron y tal vez él mismo lo pensó que era una manera de compensar el que no se le hubiera dado el Premio Nobel de la Paz, premio que sí él esperaba recibir. ¿Es este el Premio Nobel de Literatura más discutible de todos los que se han concedido? Yo sería más prudente en el juicio. A Churchill la literatura y la palabra viva le brotaban por todos lados. Lector ávido desde muy joven, se apasionó por los clásicos (la “Eneida”, de Virgilio, entre otros) y leyó de manera frenética y desordenada a grandes historiadores (Gibbon, por ejemplo), filósofos (Platón, Schopenhauer) o a Darwin. Fue, además, un brillante orador, sus discursos pueden alcanzar la categoría de discursos poéticos.
Cuando las tropas alemanas avanzaban al Canal de la Mancha, Churchill declamaba esta famosa proclama dirigida al corazón del pueblo de Inglaterra: “Defenderemos nuestra isla cueste lo que cueste... lucharemos en las playas y los océanos, lucharemos en los aeródromos, lucharemos en las iglesias, lucharemos en las colinas, nunca nos rendiremos”. Un mantra que movilizó a todo un pueblo, una palabra al servicio de la libertad.
Un discurso que, además, suena y resuena bien, una pieza sonora: “we shall fight on the beaches... ”. Un ejemplo de lo que Rimbaud consideraba la más moderna de las poesías, la de la palabra que precede a la acción. Una palabra que moviliza la realidad, órfica en un cierto sentido. La Academia resaltó “su maestría en la descripción histórica y biográfica, así como por su brillante oratoria en defensa de los valores humanos”. ¡Y escribió muchos libros! Una cuarentena. Ahí está su libro “La historia de los Malkland Field”, otro sobre las campañas de los pastunes en la frontera afgana.
Están “La historia de los pue-blos de habla inglesa”, “Mi viaje por África”, sus textos autobiográficos y todas las crónicas de guerra que escribió como corresponsal de “The Daily Telegraph” y de otros periódicos de la época.
Y una notable biografía de su padre, “Lord Randolph Churchill”. ¿No es eso abundante literatura, suficiente como para considerarlo escritor? ¿ No será que nuestra concepción de la literatura se ha reducido solo a un tipo? En sus libros es posible encontrar una prosa ágil, incluso dicen algunos hasta profética. La autobiografía, se diga lo que se diga, es un género literario. Las crónicas de guerra también pueden ser literatura.
Y están sus “frases para el mármol”, verdaderos relámpagos de un espadachín verbal que expresa lo mejor de un humor inglés refinado, como esta: “Nunca“En sus libros es posible encontrar una prosa ágil, incluso dicen algunos hasta profética. La autobiografía, se diga lo que se diga, es un género literario.
Las crónicas de guerra también pueden ser literatura”. llegarás al final de un viaje, si te paras a tirar piedra a cada perro que pasa”. Consejo muy pertinente en nuestros tiempos de incontinencia verbal en las redes sociales. O cuando llama a la depresión que solía asaltarlo “su perro negro”. Y falta todavía otra dimensión: la de Churchill como personaje literario, él mismo es un arquetipo viviente, que habría fascinado al mismísimo Shakespeare.
No solo es literaria, entonces, su escritura, sino su vida misma. n“Las personas honestas que velan por la verdad no buscan quedar bien con Dios y con el diablo”. Sabiduría, experiencia y convicciónPoeta de la acciónEl hombre más solo. Hace casi un siglo y medio nació una las figuras políticas más importantes de la historia. Alguien que, siempre con un puro de tabaco en su boca y un vaso de whiskey en sus manos, resolvió una estrategia bélica, que a ojos de muchos, salvó a la civilización occidental. Su black dog –como definía a la depresión– le acechaba. Sus dichos sobre la India aún lo persiguen. | BALTAZAR SILVA C. WINSTON CHURCHILL, “el hombre del gran cigarro” que ganó una guerra, un Nobel y miles de enemigos A 150 AÑOS DE SU NATALICIO:Estatua de Winston Churchill, expremier y Nobel de Literatura. Cuando las fuerzas alemanas marchaban por Europa al alero de Adolf Hitler (1889-1945), muchos de los líderes del Viejo Continente optaban por el camino de los pactos o el de la rendición sumisa. El armamento y la estrategia que tenía por aquel entonces el Ejército de Alemania hacía pensar a varios dirigentes que sumarse a la lucha sería en vano. Así lo imaginó el primer ministro de Inglaterra entre los años 1937 y 1940, Neville Chamberlain, cuando selló un acuerdo de no agresión con el líder nazi. La tónica cambió y al horizonte se asomaron destellos con la aparición de un hombre de 66 años de edad, de carácter impredecible y adicto a los puros de tabaco y al alcohol. Un veterano sobre el que pesaban grandes fracasos y una fama que no le auguraba un buen criterio cuando de estrategia se trataba. Era sir Winston Churchill, un estadista al que muchos le agradecen haber salvado del abismo a la civilización occidental. Con un sentido del humor algo oscuro y un estilo político directo y punzante, el nacido en el palacio de Blenheim (Oxfordshire, 1874) fue desde sus orígenes amigo de la controversia.
Siguiendo el consejo del famoso escritor estadounidense y Nobel en Literatura, Ernest Hemingway, Churchill decidió ser un hombre de terreno y no un dirigente que observara desde la platea y tomara decisiones sin un contacto con la realidad. Su primer oficio fue el de cronista de guerra, actividad que lo llevó a destinos variopintos como Cuba, India, Sudán y Sudáfrica. Fue en este último, de hecho, donde cayó víctima de una emboscada en la ciudad de Pretoria, siendo trasladado a un campo de prisioneros. Desde ese entonces pasó por todo tipo de situaciones. Circunstancias que no solo marcaron su trayectoria, sino también las muchas facetas que tuvo. Aficionado a las letras y la pintura, Churchill solía ocupar su tiempo libre para las artes. Fue tal su éxito en esta dimensión, que le fue otorgado un Nobel en Literatura en 1953. También se habría interesado en su momento por la ciencia, llegando a posicionarse en favor de la existencia de vida alienígena.
Por si lo anterior fuese poco, “el hombre del gran cigarro”, una vez acabada su carrera pública, fue reconocido por ser el inglés con más cargos oficiales en su palmarés: Primer Lord de Almirantazgo, ministro del Interior, de Municiones de la Guerra, de Colonias, de Hacienda y dos veces máximo líder de la nación. A la vez, fue parlamentario durante 60 años. Referente político mucho más allá de sus fronteras, el Bulldog como le apodaban los rusos concitó aficionados en el mundo entero. En septiembre de 2001, tras los atentados islamitas a las Torres Gemelas, el entonces premier, Tony Blair, obsequió a su homólogo estadounidense, G. Bush, un bulto con la cara de Winston. El objetivo, señaló después, era ofrecer un símbolo de cooperación entre las democracias occidentales ante el avance del terrorismo.
LIDERAZGO EN TIEMPOS DE GUERRA“Un apaciguador es alguien que alimenta al cocodrilo, esperando que se coma a otro antes que a él”, dijo Churchill en momentos en que el Reino Unido discutía su estrategia con Adolf Hitler. A diferencia de su antecesor, siempre manifestó una oposición cerrada al modelo nacionalsocialista y nunca confió en la palabra de quien por ese entonces ganaba territorio a través de la invasión y el miedo. Por ello, con él en el poder, Inglaterra se convirtió en el primer país en enfrentar a los alemanes de manera frontal y decidida. Siempre con la participación activa de su pueblo. Desde el momento en que asumió el timón de su país dejó en claro, tanto a los parlamentarios como a los ciudadanos, la visión que tenía con respecto al conflicto planetario. “No tengo nada que ofrecer excepto sangre, trabajo, lágrimas y sudor”, señaló ante la mirada atónita de los miembros de la Cámara de los Comunes. Transcurría el año 1940 y el ambiente era de pesimismo. A partir de entonces, el estilo de liderazgo de Winston Churchill se consolidó. Y no fueron solo sus icónicas frases las que marcaron su personalidad, sino también algunas de sus acciones.
En pleno bombardeo alemán, distintos documentos aseguran que el ex premier exigió a su chofer volver con el auto a Londres “para sufrir lo mismo que el resto de los ingleses”. A diferencia de su antecesor, siempre manifestó una oposición cerrada al modelo nacionalsocialista y nunca confió en la palabra de quien por ese entonces ganaba territorio a través de la invasión y el miedo. Tras el asesinato de un policía estadounidense en contra del afroamericano George Floyd, decenas de ciudadanos ingleses rodearon una estatua de su figura para vandalizarla. Churchill en sus tiempos en el ejército británico. libre” cuestión que le trajo muchos admiradores en el mundo político, sobre todo en sectores de derecha continúo ininterrumpida. Haciendo una metáfora entre el Polo Sur y el Polo Norte, Churchill comparó a dos vertientes que consideraba igualmente peligrosas para la sociedad: el fascismo y el comunismo.
“Se encuentran en los extremos opuestos de la Tierra, pero si mañana uno se despertara de pronto, sin previo aviso, en cualquiera de ellos, le sería imposible determinar en cuál de los dos se halla”. MÁS ALLÁ DE LA POLÍTICASobre sus virtudes, el historiador de la USS Alejandro San Francisco enumera algunas. “Tenía una gran sabiduría, una cultura histórica impresionante, pocas veces antes vista. Tenía también claridad sobre el problema que enfrentaba el mundo, Occidente y el Imperio Británico.
Por último, una fortaleza y un coraje para cometer las tareas más difíciles”. La Unión Soviética crucial en la derrota de Hitler siempre fue vista por él como un enemigo a combatir una vez que se extinguiese la amenaza nazi. He ahí, coinciden muchos historiadores y humanistas de distinta índole, la causa de su derrota en las urnas el 26 de julio de 1945. Los ingleses, hastiados de la violencia, observaban en el hombre del sombrero un gran líder para tiempos de conflicto. No así para tiempos de paz, cosa que deseaban efusivamente. Pese a lo anterior, su defensa al “mundoParte de una familia noble y sin las mejores calificaciones en la escuela, Churchill definió sus gustos e ideas con particular celeridad. Su formación, dividida entre lecturas amplias y entrenamiento militar, estuvo acompañada de un seguimiento devoto del imperio y la monarquía. También, en paralelo, invirtió su energía en escribir, pintar y ejercer el periodismo. Su estilo literario valorado con distinciónmáxima en Suecia en 1953 es inseparable de su don para la oratoria. Muchos de sus libros, de hecho, incluyeron algunos de sus principales discursos. Otros, a la vez, adquirían un contenido entre analítico y narrativo sobre el curso de la guerra. Así, su vasta literatura sirvió como escuela de formación para cientos de miles de lectores en el mundo.
Fiel a su estilo, una vez que recibió el premio de la Academia Sueca, llamó por teléfono a quien sería el próximo primer ministro británico, Anthony Eden (1897-1977). La anécdota continúa con sus palabras: “Pensé que te gustaría saber que acaban de concederme el Nobel Pero no te preocupes, amigo mío, es el de Literatura, no el de Paz”. Sobre su afición por la pintura, la mayoría de las veces pintaba paisajes y bodegones, casi siempre a través de la acuarela o el óleo. Lleno de facetas, mantuvo un interés por la ciencia. En particular, por la posibilidad de que existiese vida fuera del planeta tierra.
Seguidor del astrónomo Edwin Hubble y de sus discutidas teorías, como la de la expansión del universo y el bing bang como origen del cosmos, redactó un ensayo en la década del 50 en donde plasma su visión.
“No estoy tan impresionado por el éxito de nuestra civilización como para pensar que seamos el único punto en el inmenso universo que contiene criaturas vivas y pensantes, o que seamos el tipo de desarrollo mental y físico más elevado aparecido jamás en la vasta extensión del espacio y tiempo”, dice.
SU FACETA MÁS OSCURASi bien el líder británico es reconocido, ante todo, por su rol en la defensa de Inglaterra y por su “V” de “victoria”, plasmada en el triunfo ante el ejército nazi, también lo es por cosas más cuestionables. El famoso escritor de origen paquistaní Tariq Ali, se encargó, a través de su libro Winston Churchill. Sus tiempos, sus crímenes, de revelar su faceta más oscura. Como su admiración por Benito Mussolini (1883-1945) y la defensa de la colonización a la India. “De haber sido italiano, no me cabe ninguna duda de que habría estado incondicionalmente a su lado, de principio a fin”, señaló a algunos periodistas tras un diálogo con el duce. Sus elogios alcanzaron más que las palabras: cuando el fascista italiano invadió Etiopía en 1935, Churchill rechazó la aplicación de sanciones internacionales y promovió un a c u e r d o. E s d e c i r, l o opuesto a lo que hizo en el caso de Hitler. No es todo. Cuando Japón avanzaba en sus conquistas, en medio de la Segunda Guerra Mundial, el premier mandó a requisar gran parte del grano y el arroz de la ciudad de Bengala. El objetivo: abastecer a las fuerzas aliadas.
Sobre eso, el escritor destaca una insensibilidad de Churchill, quien calificaba al pueblo indio como “asqueroso”, a su religión como “asquerosa” y a que las causas de la hambruna se debían a su reproducción como “conejos”. Sobre la colonización a la India, Churchill, fiel creyente de la superioridad de su pueblo, dijo: “Una gran obra que Inglaterra está llevando a cabo con su alta misión de regir los destinos de estas primitivas pero agradables razas para su propio bienestar y el nuestro”. Fue el 25 de mayo de 2020 cuando, tras el asesinato de un policía estadounidense en contra del afroamericano George Floyd, decenas de ciudadanos ingleses rodearon una estatua de su figura para vandalizarla. A ojos de tales manifestantes, era un hombre racista y no merecía un monumento de ese tipo. VÍNCULOS CON CHILECumpleaños número 80. Torta con ingredientes de todo el mundo, entre ellos, miel de ulmo. Así recuerda la historiadora Lucía Santa Cruz el aporte que hizo su padre, embajador en el Reino Unido por esas fechas, al festejo de Winston Churchill en 1954. “A mí me tocó darle la mano en una recepción y casi me morí”, añade. Lo cierto es que se cree que, para el Nobel de Literatura, Chile no era terreno desconocido.
De hecho, según una crónica publicada en 1965 por el diario La Nación y que luego fue replicada en el libro Mitopolis de Joaquín Edwards Bellolo unía una amistad de larga data con Arturo Izquierdo, hijo de los millonarios Luis Izquierdo Urmeneta y Virginia de la Cerda Eyzaguirre. “Lo conocí cuando estaba en Londres. Un día le dije a mi amigo Luis Izquierdo Fredes, a cargo de la legación chilena, que quería conocer el Parlamento británico. Fuimos, cuando conversábamos en el pasillo con lord Chamberlain, apareció corriendo desaforado un joven gordito Casi se cayó cuando nos topamos. Me pidió disculpas, se dio cuenta de que era extranjero y se detuvo a conversar”, dice la crónica. Churchill, recuerda su amigo en el mismo reportaje, habría guardado durante años en su vieja Biblia un copihue ya marchito, sacado de un ramo que le envió a su hija Sarah (1914-1982) cuando contrajo matrimonio.
Pese a nunca haber aterrizado en nuestra nación, siempre le reconoció a su compañero de ruta que si visitaba Sudamérica, empezaría por Chile. nG A Z G I ZG A Z G I ZTRIBUNAMinistro, parlamentario, militar, literato, marino, miembro alternativamente de los partidos Liberal y Conservador, imperialista, antitotalitario (anticomunista y antinazi por igual), ha sido calificado como el ciudadano británico más ilustre de toda la historia.
Honor que no es menor si consideramos que esa isla nos dio a reyes como Enrique VIII, Isabel I y la reina Victoria; a genios militares como Wellington, Nelson y Marlborough y a brillantes científicos como Darwin, Newton o Touring. Sin embargo, sir Winston se empina por sobre los demás. ¿Qué lo hace tan especial? Ganó el Premio Nobel de Literatura, escribiendo más palabras que Dickens y Shakespeare juntos. Antes de los 25 años había peleado cinco guerras en cuatro continentes; fue jugador de polo y pintor aficionado, pero antes que todo fue el último político victoriano.
Un hombre que consideraba que el mundo anglosajón tenía una misión civilizatoria que cumplir con el resto delmundo, buscando que los principios de la Ilustración: avance de la ciencia, respeto por las personas y sus derechos, promoción de la democracia y el libre comercio se impusieran en el mundo.
Como político era decidido, y eso lo llevó a tener grandes aciertos, como la modernización de la Marina de Guerra, cambiando su combustible de carbón al petróleo, y a grandes errores, como la vuelta al patrón oro o la invasión de los Dardanelos.
Hombre de familia, amante de su mujer y padre de cinco hijos, descendiente de uno de los más grandes genios militares de Inglaterra, sir John Churchill, duke of Marlborough (Mambrú para los españoles), de quien escribió su biografía. Pero ni su alcurnia, ni su genio, ni su coraje personal son los que lo hacen destacar. Su fama viene de su visión política en un mes específico de su extensa vida. En mayo de 1940, el nazismo se ha impuesto en Europa, Francia ha caído, “Churchill se negó a negociar la paz, continuó la guerra y salvó a la civilización occidental de los totalitarismos. Eso lo hace el británico más grande de la historia”. el ejército inglés ha sido derrotado, ha abandonado su equipamiento militar en las costas normandas y ha sido evacuado en Dunkerque. La Unión Soviética está aliada con Hitler, EE.UU. no quiere saber de otra guerra europea y se enorgullece de su aislacionismo. Italia y Japón están aliados con Hitler, y él preside como PrimerMinistro un gobierno débil y en un partido donde él es minoría. Es, definitivamente, el hombre más solo de la historia. En ese momento le ofrecen la paz negociada, sus socios políticos lo presionan, pero él tiene la visión de que lo que estaba en juego era mucho más que un pacto político.
La Segunda Guerra Mundial es la primera guerra ideológica, y Churchill es el primero que la ve así y entiende que la democracia no puede pactar con la tiranía y, por eso, en uno de los famosos tres discursos que se despacha en 1941 dice: “Me preguntan cuál es nuestro objetivo y es la victoria, cualquiera que sea su costo, a pesar de todo el terror y no importando las dificultades y rigores del camino, porque sin victoria no hay sobrevivencia”. Así, Churchill se negó a negociar la paz, continuó la guerra y salvó a la civilización occidental de los totalitarismos. Eso lo hace el británico más grande de la historia. nGERARDO VARELAABOGADO Y COLUMNISTAA 150 años del nacimiento de Winston Churchill, vale la pena ahondar en su figura. Es, sin duda, uno de los personajes más importantes del siglo XX. Considerado el mejor de los líderes, el hombre perfecto para resistir, levantar la cabeza y vencer en la Segunda Guerra Mundial, derrotando a Hitler en Europa. Fue político y militar, además de historiador, periodista, artista plástico y literato.
Fue honrado con el Premio Nobel de esta disciplina en 1953, por “su dominio de la descripción histórica y biográfica, así como por la brillante y exaltada oratoria en defensa de los valores humanos”. Fue un hombre sabio y gran estratega. Su conocimiento de la historia le permitió comprender cosas que sus contemporáneos eran incapaces de visualizar. Estudiando la historia de su pariente, John Churchill, quien peleó en las guerras continentales contra Luis XIV, pudo comprender lo que Adolf Hitler buscaba. Lo entendió mucho antes de la guerra y lo manifestó con firmeza, pero los “buenistas” nunca quieren ver. Su postura crítica frente a los apaciguadores le dio la razón. Con los “cocodrilos” no se dialoga y en democracia, el juego y la negociación, solo puede hacerse con quienes creen en las mismas reglas. Los totalitarios buscan destruirla desde dentro. Luchó contra Hitler y contra el comunismo, por las mismas razones, morales. Era un hombre de una línea, con principios fuertes que chocaron varias veces con las directrices de los partidos políticos a los que perteneció. Se cambió de partido varias veces, defendiendo siempre su postura, sin tranzar en lo esencial. Su célebre frase, “Algunos hombres cambian de partido por el bien de sus principios; otros cambian de principios por el bien de sus partidos”, lo retrata de cuerpo entero. La noción de que tener las ideas claras y defenderlas con fervor le traerá enemigos. Las personas honestas que velan por la verdad no buscan quedar bien con Dios y con el diablo. Recibió una gran educación y fue un ferviente lector. Fue militar, pasó largastemporadas en la India y otras colonias. Participó en la Guerra de los Boers, salvando milagrosamente de la prisión en la que estaba. Se dedicó a escribir artículos periodísticos y a hacer charlas públicas, lo que le dio experiencia como orador. Sus argumentos destruían a cualquier contendor y su humor e ironía dejaban evidencia de una mente rápida, fina y despierta, que muchos han querido emular. Estando en política le tocó tomar duras decisiones para controlar el orden público y no le tembló la mano, poniendo la vida y los derechos de los civiles por sobre los de los delincuentes.
Como bien decía: “Un hombre hace lo que debe, a pesar de las consecuencias personales, a pesar de los obstáculos, peligros y presiones, y eso es la base de la moral humana”. Cometió errores, los asumió y se supo reinventar en varias ocasiones. Tras la Primera Guerra Mundial y el abrir el flanco en Turquía con el desastre de Gallipoli, asumió su error y se enroló en la guerra, aceptando la degradación en el rango.
De primera fuente pudo comprender la similitud entre la guerra y la política, “en la primera mueres una vez y en la otra, pue-des morir varias veces”. Fue ese sentido de resiliencia lo que le permitió ser el líder perfecto en los tiempos más oscuros. Un hombre culto, con conocimiento y convicciones. Una persona segura, con sentido de verdad y bien objetivo, que supo conducir de modo honesto, diciendo lo real y no lo que las personas querían escuchar.
En esos tiempos difíciles, no tenía nada que ofrecer, excepto “sangre, sudor y lágrimas” y combatir codo a codo, para salvar a Britania y al mundo de un mal totalitario. nMAGDALENA MERBILHÁAHISTORIADORACRISTIÁN WARNKENESCRITOREn 1953, la Academia concedió el Premio Nobel de Literatura a Winston Churchill.
Muchos dijeron y tal vez él mismo lo pensó que era una manera de compensar el que no se le hubiera dado el Premio Nobel de la Paz, premio que sí él esperaba recibir. ¿Es este el Premio Nobel de Literatura más discutible de todos los que se han concedido? Yo sería más prudente en el juicio. A Churchill la literatura y la palabra viva le brotaban por todos lados. Lector ávido desde muy joven, se apasionó por los clásicos (la “Eneida”, de Virgilio, entre otros) y leyó de manera frenética y desordenada a grandes historiadores (Gibbon, por ejemplo), filósofos (Platón, Schopenhauer) o a Darwin. Fue, además, un brillante orador, sus discursos pueden alcanzar la categoría de discursos poéticos.
Cuando las tropas alemanas avanzaban al Canal de la Mancha, Churchill declamaba esta famosa proclama dirigida al corazón del pueblo de Inglaterra: “Defenderemos nuestra isla cueste lo que cueste... lucharemos en las playas y los océanos, lucharemos en los aeródromos, lucharemos en las iglesias, lucharemos en las colinas, nunca nos rendiremos”. Un mantra que movilizó a todo un pueblo, una palabra al servicio de la libertad.
Un discurso que, además, suena y resuena bien, una pieza sonora: “we shall fight on the beaches... ”. Un ejemplo de lo que Rimbaud consideraba la más moderna de las poesías, la de la palabra que precede a la acción. Una palabra que moviliza la realidad, órfica en un cierto sentido. La Academia resaltó “su maestría en la descripción histórica y biográfica, así como por su brillante oratoria en defensa de los valores humanos”. ¡Y escribió muchos libros! Una cuarentena. Ahí está su libro “La historia de los Malkland Field”, otro sobre las campañas de los pastunes en la frontera afgana.
Están “La historia de los pue-blos de habla inglesa”, “Mi viaje por África”, sus textos autobiográficos y todas las crónicas de guerra que escribió como corresponsal de “The Daily Telegraph” y de otros periódicos de la época.
Y una notable biografía de su padre, “Lord Randolph Churchill”. ¿No es eso abundante literatura, suficiente como para considerarlo escritor? ¿ No será que nuestra concepción de la literatura se ha reducido solo a un tipo? En sus libros es posible encontrar una prosa ágil, incluso dicen algunos hasta profética. La autobiografía, se diga lo que se diga, es un género literario. Las crónicas de guerra también pueden ser literatura.
Y están sus “frases para el mármol”, verdaderos relámpagos de un espadachín verbal que expresa lo mejor de un humor inglés refinado, como esta: “Nunca“En sus libros es posible encontrar una prosa ágil, incluso dicen algunos hasta profética. La autobiografía, se diga lo que se diga, es un género literario.
Las crónicas de guerra también pueden ser literatura”. llegarás al final de un viaje, si te paras a tirar piedra a cada perro que pasa”. Consejo muy pertinente en nuestros tiempos de incontinencia verbal en las redes sociales. O cuando llama a la depresión que solía asaltarlo “su perro negro”. Y falta todavía otra dimensión: la de Churchill como personaje literario, él mismo es un arquetipo viviente, que habría fascinado al mismísimo Shakespeare.
No solo es literaria, entonces, su escritura, sino su vida misma. n“Las personas honestas que velan por la verdad no buscan quedar bien con Dios y con el diablo”. Sabiduría, experiencia y convicciónPoeta de la acciónEl hombre más solo. Hace casi un siglo y medio nació una las figuras políticas más importantes de la historia. Alguien que, siempre con un puro de tabaco en su boca y un vaso de whiskey en sus manos, resolvió una estrategia bélica, que a ojos de muchos, salvó a la civilización occidental. Su black dog –como definía a la depresión– le acechaba. Sus dichos sobre la India aún lo persiguen. | BALTAZAR SILVA C.