MARCO ANTONIO DE LA PARRA: TODO SOBRE su padre
Será una novela o una obra de teatro, pero sí tiene clara la primera escena. --¿ Cómo parte "Todo sobre mi padre"? --Parte en la situación más bizarra que nunca me pasó.
Marco Antonio de la Parra, 71 años, médico, psiquiatra, dramaturgo, padre, hijo, se acomoda en el sillón de su departamento y dice: --El día que murió mi padre yo estaba contratado para un show humorístico con Andrés Rillon y "Fresco y natural después del postre", de Felipe Izquierdo.
Mi padre había muerto, lo había enterrado esa mañana y yo aviso y me dicen "no nos puedes fallar". Entonces decidí que iba a hablar de él porque era muy divertido, contaba muy bien los chistes, y como yo tenía que hacer comedia... --comenta, sonriendo.
Así fue como partió su show diciendo: "Acabo de enterrar a mi padre". --El público primero pensó que era una rutina y se reían un poco, pero al rato se dieron cuenta de que era verdad y la gente como que se quedó un poco en silencio. Pero luego empezaron a sonreír y finalmente terminé en un aplauso cerrado. La verdad es que lo sentí como un aplauso de compañía.
Todo fue escenario en la muerte de mi padre, porque en la mañana, en la misa, le canté con un amigo el tango "Volver". Marco Antonio de la Parra dice que "Todo sobre mi padre" es también la particular historia de su familia. Cuenta que todo parte en la crisis del año 31, cuando su padre se vino con todos sus hermanos y su madre desde la ciudad de Santa Bárbara, al interior de Los Ángeles, a Santiago.
Su abuelo es la gran figura ausente de esta escena, porque no quiso dejar Santa Bárbara ni su trabajo como sheriff, por lo que los hijos se criaron bien, pero con cierta escasez. --Fue un papá que yo admiro mucho como médico, como persona. Pero, como todos los de mi generación, pasaba por el pasillo arrastrando las zapatillas y carraspeando. La imagen del padre no estaba encima de uno. No fue un padre que jugara conmigo. Mi padre --agrega-pudo estudiar gracias a que sus hermanos mayores sacrificaron sus carreras y fueron militares. Tengo varios coroneles, entre primos y tíos. Después hubo un tío que hizo una carrera bancaria. Y luego viene mi padre y mi tío Guillermo, que llegó a ser ingeniero químico, pero se murió. Y me falta mi tío Edmundo, que fue muy importante, porque fue profesor de Castellano.
A los 28 años, y ya convertido en médico dermatólogo, el señor De la Parra se casó con una joven de 18 años, descendiente de belgas. --Mi madre tenía un defecto: era demasiado bella, lo cual va a ser un problema después para mí. Me tuvo con 19 años. Entonces, estoy con una madre inexperta y mi Edipo, que me costó años de psicoanálisis limpiar un poquito.
Mi madre era muy novata, fui el primer hijo y resulté un niño que se fascinaba por los libros, con las historietas, con la lectura; uno que casi aprendió solo a leer y era muy despierto, muy activo. Mis padres me colocaron a los cinco años en primero básico, habiendo nacido en enero. O sea, era muy chico. Y ahí viene la escena de la primera traición de mi padre, que es cuando me va a dejar al colegio y mientras estamos cantando el himno nacional, desaparece. Y me puse a llorar.
Ese llanto fue una muestra de lo que vendría en su educación, al menos hasta los 13,14 años: un bullying constante y doloroso de sus compañeros. --Yo era buen alumno, lo que en algunas ocasiones fue una catástrofe. Como cuando hubo un concurso sobre Historia y Geografía de América Latina de colegios contra colegios en la radio. El único que clasificó de todo el colegio fui yo, lo que me trajo una peladilla, un ataque, una masacre.
En ese entonces había muchos ataques que ahora asumo que era una cuestión envidiosa, propia de lo que hoy llaman bullying, en que el cobarde se transforma en matón y detecta a la persona más frágil. Viví una cosa bien desagradable, que era la dificultad para los puñetes, para los garabatos, para ser más brusco, el caballito de bronce, esos juegos espantosos. En clase de gimnasia yo era un desastre. Entonces se decidió que yo era el gay del curso. Era atacado continuamente con sobrenombres respecto a mi supuesta homosexualidad.
Marco Antonio prefirió estudiar que defenderse. --Yo llegaba al colegio y me ponía a llorar en la escalera, pero me daba vergüenza decirles a mis padres "quiero salirme del colegio", que es lo que hacen ahora los muchachos o las muchachas si hay bullying. No, yo no; yo no podía salir, yo no podía fallar a este compromiso que era el Instituto Nacional.
O sea, era un colegio en el que a uno lo educaban para ministro, para ser Presidente de la República. --Pero usted no quería ser ministro ni Presidente. --No, pero yo tenía que ser mi padre. Y, en ese sentido, el padre era una figura simbólica del Presidente, del ministro. Se educaban padres de la patria en el Instituto Nacional. Y eso te lo metían en la cabeza. Pero estaba la biblioteca. La biblioteca era un refugio fantástico; mientras todos se agarraban a puñetes o jugaban a la pelota afuera, yo me metía a leer a los rusos.
Finalmente, las humanidades lo salvaron del bullying e hicieron que su padre se sintiera orgulloso de él. --Cuando egresé del Instituto Nacional, lo hice con el premio al mejor alumno humanista, estando en el sexto biológico, entre los científicos. Mi padre tuvo que ir a recibir el premio, porque mi madre y yo estábamos de viaje. Yo creo que mi padre tenía un orgullo con mi lado humanista. Si a los 19 años me gané el primer Premio Paula. --¿ No se arrepiente de haber elegido la medicina y no una carrera humanista? --No, no me arrepiento, porque me gusta mucho. Y ahí entra de nuevo la figura de mi padre. En "Todo sobre mi padre", mi padre tiene algunos atributos bastante notables, como su concepción del trato con el paciente. Él, siendo dermatólogo, podría haber visto el grano, sacado el grano y buenas noches. Pero se quedaba conversando con los pacientes. Entonces, la sala de espera de la consulta de mi padre era un infierno, y los pacientes lo aceptaban, se quedaban esperando 20 o 30 minutos. Porque sabían que iban a conversar. Mi padre siempre decía: lo importante no es el grano, es la historia de ese grano.
Él creó un departamento en dermatología de psicodermatología. --¿ Su papá le dijo que fuera médico? --No, nunca hubo una sensación de presión, pero sí yo sentía que la identidad masculina tenía que ver con este rol, este padre médico.
Aficionado a la hípica y a los tangos, su padre tenía muchas amistades y una vida nocturna que a veces provocaba roces con su mamá. --Peleaban por celos: mi padre, por la belleza de mi madre; mi madre, porque mi padre llegaba a la hora del cuete. Mi padre tenía un mundo que a mí me resultaba apasionante, un mundo nocturno, el de la hípica. Era íntimo amigo de todos los garzones del local al que iba. Él era especialista en enfermedades venéreas, por lo que accedía a los secretos sexuales de todas las parejas. Él sacaba de aprietos a colegas, garzones, etcétera.
Gente que le decía "me agarré esto, cómo le digo a mi mujer". En ese momento vivíamos en la plaza Chacabuco, y mi papá iba a un local donde tocaban música toda la noche y era fantástico, yo me quedaba dormido escuchando chachachá. Es un mundo que está en mis imágenes, mis imágenes infantiles y en muchas imágenes literarias.
Ahí vimos el Mundial del 62, en el único televisor que había en el sector --recuerda con una sonrisa que se borra al pensar en su madre y las escenas de celos. --Era triste, realmente triste, porque mi madre caía en unas depresiones profundas. Pero nunca tuvimos, creo que lo comparte mi hermano, la sensación de que se iba a acabar el matrimonio. Pero se acabó, aunque muchísimos años después. --Se separaron cuando yo me separé. Fue una cosa muy rara. Yo me separé después de 20 años de matrimonio y ahí se separan ellos. Como que se deshizo. Me acuerdo que mi padre me decía "bueno, estoy triste, pero no soy desdichado". Ahí revelaba haber sufrido con mi madre.
La novela abordará otro capítulo intenso en la vida de los padres del psiquiatra, uno que roza su propia profesión: --En alguna ocasión tuvimos la sensación, con mi hermano, de que había habido un intento de suicidio de parte de mi madre. Fue el momento en que, en este libro que estoy escribiendo, se mezclan el amor y la muerte.
Es el momento en que me empiezo a enamorar de las compañeras, pero también el momento en que tengo que salvar a mi bella madre que, de repente, estaba agotada, y circulaban unas pastillas que mi padre sacaba y cuando él no estaba lo hacía yo. Está la escena, estas pastillas, el llamado a un psiquiatra. La hospitalización de dos, tres días y luego su retorno tan campante.
Su padre también fue un socialista que votó por Salvador Allende, fiel y rotundamente, hasta que salió. --Tengo escenas de él muy amargado, cuando siente que en el año 72 se estaba perdiendo la brújula en la Unidad Popular. Hice una obra de teatro sobre eso ("Lo crudo, lo cocido, lo podrido", que el Teatro UC repuso en mayo). Él era de los que llamaban "los guatones", los Aniceto Rodríguez, más que los Altamirano. No era oposición ni el lado armado, sino que cuestionaba su manera de entender la medicina, la sociedad, el poder.
Todo sobre mis hijos En 1978, recién egresado, Marco Antonio de la Parra comienza lo que podría ser otra novela: nace su primer hijo, Javier, y su obra "Lo crudo... " es censurada, provocando gran escándalo. --Esta aparición en lo público fue muy angustiante al comienzo. Era muy perturbador ser una figura pública, censurada por ciertos órganos o personalidades de derecha, visto como freak, o sea, un bicho raro. Javier, además, nace con un problema médico, que nadie era capaz de diagnosticar. --Yo tuve que pedir un hemograma y descubrir que tenía un citomegalovirus o algo por el estilo. Le habían puesto antibióticos y no había que ponérselos. Y entonces, al final, mi padre, para variar, dijo "llévenlo donde un amigo mío, pediatra". Todo era entre amigos. El pediatra resultó ser un gran lector, por lo cual conversamos de libros horas, y tenía todo este modelo médico de mucho tiempo, esos pediatras que atienden una familia entera. Hubo que hospitalizar un día a mi hijo para ponerle plasma, mejorarle las defensas y salvarlo. Lo pasamos pésimo. Marco Antonio tuvo dos hijos más, completando tres de la "primera administración", como llama a su primer matrimonio. --A mis hijos hombres les enseñé a jugar fútbol como estrellas. Fueron seleccionados ambos en sus respectivos colegios. Mi hijo mayor, sobre todo, era muy bueno. --¿ Les enseñó a jugar fútbol para que no vivieran lo que vivió usted? --Naturalmente. Yo sabía que jugar fútbol es una herramienta de poder social. No era necesario enseñarles a pegar puñetes.
Más de 10 años después, y con la "segunda administración", Marco Antonio tuvo a su cuarto hijo, Miguel Ángel, que hoy tiene 18 años y vive en España. --Quiero estar sano todo el tiempo que pueda, para poder acompañarlo --se queda un momento en silencio--. Lo quiero cuidar. MARCO ANTONIO DE LA PARRA: TODO SOBRE su padre El psiquiatra le pide prestado el título a Almodóvar para escribir la historia de su progenitor. Pese a un declarado (y tratado) complejo de Edipo, el psiquiatra y dramaturgo reconoce la influencia de su padre, médico como él, en su vida. Aquí recuerda escenas que pronto serán parte de una novela o una obra de teatro y que lo revelan a él mismo. POR ESTELA CABEZAS FOTO SERGIO ALFONSO LÓPEZ "Yo tenía que ser mi padre.
Y, en ese sentido, el padre era una figura simbólica del Presidente, del ministro". "Viví una cosa bien desagradable, que era la dificultad para los puñetes, para los garabatos, para ser más brusco (... ). Entonces se decidió que yo era el gay del curso. Era atacado continuamente". MARCO ANTONIO DE LA PARRA: TODO SOBRE su padre.