Autor: José Miguel Serrano
COLUMNAS DE OPINIÓN: El Presidente en la Antártica
COLUMNAS DE OPINIÓN: El Presidente en la Antártica OPINIÓN e Sihay Sihay algo que destaco del Presidente Gabriel Boric, es su permanente defensa de los derechos que tiene Chile sobre la Antártica. Somos el país más cercano al territorio antártico, e históricamente nttestras ciudades australes han tenido una destacadísities participación en las exploraciones del continente blanco. La semana pasada el Presidente resaltó estos hechos, reafirmando nuestra soberanía durante su visita al Polo Sur. Siempre he considerado que estratégica y geopoliticamente hablando, la presencia y soberanía chilena en dicho territorio es la piedra angular sobre la cual se apoyará la futura grandeza de nuestra nación. Durante los últimos treinta años he publicado decenas de artículos de prensa, en diversos periódicos, resaltando esta situación; y publicado libros donde la Antártica chilena es pieza fundamental de la narrativa. Es más, en 1998 permanecí varios días en Puerto Wllliams, estudiando los posibles vínculos geográficos directos de nuestros pueblos australes con la Antártica. Medio siglo antes de aquello mi padre, Miguel Serrano, fue invitado a participar en la segunda expedición nacional al continente helado; uno de los cuatro integrantes civiles del periplo. En el verano de 1948, se embarcó en la fragata Covadonga de la Armada de Chile, cuyo proposito era construir la Base Bernardo OHiggins. Entre la tripulación de la fragata y la nave de apoyo logístico que la acompañaba -el petrolero Rancagua-, había extraordinarios hombres de mar. También del Ejército de Chile y la Aviación. Al mediodía de un 6 de enero de 1948, el buque comenzó a entrar en el canal Inglés, donde se divisaban las inmensas paredes de hielo de la isla Greenwich. Mientras entraban lentamente en la bahía, se veían unos puntos de color que se destacaban sobre la nieve. Eran las edificaciones de la base soberanía (si, “soberanía”), posteriormente rebautizada como base Arturo Prat. En la isla, el estado de ánimo de los que esperaban el relevo era de exaltacx5n.
Al frente, había una gran barrera de hielo que se extendía hacía el interior y cubría la tierra, escondiendo la conformación real de ese maravilloso entorno, inserto en un inmenso territorio de catorce millones de kilómetros cuadrados. Sobre el pequeño muelle de la base se encontraban seis intrépidos hombres -que hablan permanecido durante todo el invierno en el frío yen aislamiento total-, perfectamente formados. Un tiempo después, una vez instalados en la península Antártica, el mayor Eduardo Saavedra del Ejército de Chile citó ami padre para conversar con él.
Lo invitó a participar en una expedición por las mesetas nevadas de la península, para cruzar a pie desde el mar Bransfield hasta el mar de Weddell (en el lado oriental de la península), algo nunca antes, ni después, realizado por ningún ser humano. Junto a tres valientes uniformados, él cumplió una hazaña que nadie más ha podido emular. En la Antártica de Chile. El Presidente en la Antártica Jose MigoeiSer-rano Economista.