"SIN ENVIDIA NO HAY DESEO"
"SIN ENVIDIA NO HAY DESEO" En los últimos años, la argentina Florencia Abadi (44) ha emergido como una voz con sonido propio, ofreciendo formas originales de pensar los dramas psicológicos que asedian al sujeto contemporáneo. Con su cara de niña buena y su sonrisa levemente irónica, esta doctora en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires desmonta uno a uno los clichés que circulan en la psicología de sobremesa. Fue en 2018, con la publicación de su libro El sacrificio de Narciso, que sus ideas traspasaron fronteras, concitando mucho interés de la crítica, el público y la prensa de habla hispana. Allí habla de la personalidad narcisista --tan de moda en estos tiempos de selfis y redes sociales--, echando por la borda la idea de alguien egocéntrico que se ama en exceso a sí mismo. En cambio, caracteriza al narcisista como un sujeto que no tiene ni una gota de amor propio y que más bien se enamora de una imagen a la que entrega su vida y su cuerpo. Esclavo de su imagen, es capaz de cualquier sacrificio con tal de sostenerla, tanto así que llega a suicidarse. En su último libro, dedicado al tema del deseo, dice que el deseo es hermano mellizo del conflicto, que el cuidado excesivo enfría las relaciones, que la rivalidad nos mueve y la envidia nos excita.
Titulado El nacimiento del deseo (2023), fue publicado por Pólvora, una editorial independiente chilena que se especializa en psicoanálisis y filosofía, y que dirigen dos treintañeros: el psicoanalista Lucas Sánchez y el cientista político Víctor Saldaña. Y es que Florencia ha tenido una estrecha relación con Chile: ha dado charlas en la Universidad Católica, en la Universidad Diego Portales y en Puerto de Ideas. Más allá de su caracter perturbador, los argumentos de Florencia Abadi surgen de ejemplos extraídos de relatos, símbolos y mitos antiguos que ella combina con lecturas de filosofía, historia y psicoanálisis. En sus textos, plagados de imágenes, desfilan dioses, seres mitológicos, héroes, monstruos, humanos y animales que encarnan estados psicológicos y existenciales. No es extraño que recurra a este tipo de materiales. Su padre es un famoso psicoanalista argentino y su abuelo fue uno de los fundadores de esa disciplina en Argentina. "Un tipo brillante, sabía 10 idiomas, escribió un montón de libros", dice la nieta. Muchos de esos libros eran, en efecto, sobre mitología, algo que siempre circuló en su familia. "Yo tengo una relación muy vivencial con los mitos, de muy chiquita me los contaban. Mi papá hacía recitales de mitos, a los que iban 400 personas.
A mí el mito me ha proporcionado imágenes concretas, me ha resultado sugestivo y me ha dado libertad de interpretación". "No deseamos lo que queremos, lo que nos conviene, o lo que nos brinda bienestar o felicidad", así afirma en su último libro, El nacimiento del deseo, donde Florencia Abadi reinterpreta la escena de Adán y Eva en el paraíso. Dice que cuando Dios les prohibió comer del fruto del árbol del conocimiento ellos obedecieron. Y que solo desobedecieron cuando la serpiente les dijo que Dios no quería que comieran porque si lo hacían, iban a tener los mismos conocimientos que él ya poseía.
Entonces, Adán y Eva sintieron envidia de Dios, porque él tenía algo que a ellos se les mezquinaba y eso activó su deseo de probar el fruto prohibido. --Dices que el deseo no tiene que ver con el amor. --Yo creo que, en el caso del amor, la lógica está regida por el cuidado, por la alianza afectiva. En cambio, el deseo está, desde el origen, marcado por aspectos más conflictivos. En el libro intento mostrar que la madre del deseo es la envidia, no la belleza, como suele pensarse cuando se señala a Afrodita como madre. Es decir, uno ama a expensas del deseo y desea a expensas del amor. Lo que pasa es que sin envidia no hay deseo. La verdadera madre de Eros es la diosa de la Envidia, no es Afrodita, no es la belleza.
Hace poco una amiga me decía: "No sé si él me va a desear, porque siento que no estoy linda". Y yo le decía, un poco en broma, pero bastante en serio: "Para que te desee alcanza con que seas mala". Esa idea de que el deseo está vinculado con la belleza, con lo armónico, con la contemplación, no responde a la realidad.
El deseo está mucho más vinculado con algo que te inquieta, que te perturba, lo que te saca de la armonía. --Visto así, el deseo no es tranquilo y uno también quiere tranquilidad en la relación. --Y de hecho ocurre, que las relaciones duraderas son aquellas en que la amistad prevalece por sobre la pasión. Es difícil a veces que alguien permanezca durante mucho tiempo en una relación muy pasional. La amistad es también una dimensión de una relación erótica que hace crecer la complicidad amorosa. --¿ Está muy idealizado el deseo? --Yo creo que sí, está idealizado y sobrevalorado. Se lo idealiza cuando se niega que donde hay deseo hay también conflicto y sufrimiento, porque el deseo divide al sujeto. No deseamos lo que queremos, lo que nos conviene. Por otro lado, el deseo está vinculado a la curiosidad y a la crueldad. Por eso yo pongo el deseo en relación con el conflicto. La curiosidad es aquella pulsión que intenta ir más allá, que transgrede. Por eso hay que tener coraje para desear ser curioso, porque uno pierde. El camino del deseo es movimiento y transformación. Hay pérdida, hay angustia, está vinculado con todo eso.
Para mí, toda esa experiencia está contrapesada por la piedad, que es la que sostiene los velos, la que no rasga ni transgrede. --La mentira piadosa. --Tal cual, la mentira piadosa, la hipocresía en el mejor de los sentidos. Para mí, la hipocrecia, tan denostada, tiene también un aspecto humilde, es sostener la escena, no decirle al otro tu verdad, que puede ser hiriente. Además, ¿a quién le importa tu verdad? ¿ Quién eres tú para andar diciendo cosas terribles en la cara? Ser hipócrita es ser humilde, sostener la escena por piedad. La piedad es algo que me fascina.
En El sacrifico de Narciso me refiero a la primera escena de la tragedia de Edipo, donde está buscando al asesino que es el culpable de la peste que hay en Tebas, no sabe que es él mismo quien mató a Layo, no sabe que era su padre, no sabe nada. Bueno, está buscando a los asesinos, y decide llamar a Tiresias, que es un adivino ciego.
Y Tiresias le dice: "¿ Para qué quieres afligirte a ti mismo y a mi?", y se demora porque no puede decirle algo tan terrible, siente compasión, cosa muy infrecuente en los oráculos, que no suelen ser humanos. --Una cosa provocativa de tu libro El sacrificio de Narciso es que discute la idea freudiana para releer el mito de origen. --Tal cual. Digamos que yo trato de hacer como una relectura del mito, volver al mito, entendiendo que a Freud no le interesa el mito de Narciso, y vincula al narcisista con alguien egoísta. Pero si uno vuelve al mito, ve que Narciso se sacrifica entregándose a la imagen, es decir, muere ahogado intentando abrazar su reflejo en el agua.
Entonces, el narcisismo no es amor propio, sino que es una fascinación con la imagen que supone un sacrificio de la propia vida y el propio cuerpo, que se entregan a cumplir los ideales, a cumplir con lo que se espera de ellos. El narcisista cree que si no sostiene esta imagen, no lo van a amar, que tiene que trabajar para ser amado, no alcanza con ser él mismo. El narcisista no es egoísta.
Si el egoísta se prioriza a sí mismo y posterga al otro, el narcisista se posterga a sí mismo para ser amado por el otro. --¿ Qué te pasa con el uso y abuso de ese término? --El sujeto que culpa al otro, sencillamente, se aleja de su propia cura, porque lo único que uno puede hacer es reflexionar sobre uno mismo. Uno tiene que hacerse cargo de las experiencias que tuvo con los hijos de puta con los que se cruzó, preguntarse por qué estuvo ahí. Porque el otro puede ser lo que sea, pero eso no es problema de uno. Esto de andar señalando narcisistas por el mundo está ligado a un mecanismo que para mí es muy profundo en el ser humano, que es desresponsabilizarse. Esto está en el Génesis: al comer del fruto, Adán le echa la culpa a Eva, y ella a la serpiente. Quizá fue ese echar la culpa afuera haya sido la causa de que salgamos del paraiso. Siento que estamos en una crisis de responsabilidad tremenda. Siempre somos nosotros los buenos, y hay otros que son los malos. Pero el narcisismo es algo que nos atraviesa a todos y el mito tiene mucho que enseñarnos. Lo importante es poder trabajar la falta de amor propio. Creo que el narcisista se autorreprocha mucho, vive en la exigencia del ideal, y cada vez que no cumple con el ideal la sensación de fracaso es terrible.
Lejos de la idea de la fiesta egoica, es alguien que sufre, que la pasa pésimo. --¿ Y qué es el amor propio? --Creo que tiene que ver con aceptarse a uno mismo en la fragilidad, con tener cierto grado de compasión. --¿ Todas estas reflexiones nacen de cosas que a ti te han pasado? --Totalmente. O sea, descubrí estas cosas después de haber sufrido mucho. Pienso que el sufrimiento es una experiencia clave. El conflicto es lo que te lleva a crear, a simbolizar, ese es el punto para mí más positivo del deseo. Hay una reflexión ética también. Es un llamado a tomar la responsabilidad de investigar qué velos necesita sostener y cuáles necesita rasgar. Porque lo cierto es que necesitamos sostener velos para soportar la vida. Yo digo que hay que andar por la vida con un ojo abierto y el otro cerrado. Investigadora, filósofa y escritora, Florencia Abadi (44) es una de las voces más vibrantes del pensamiento latinoamericano. Amante de los mitos y símbolos, recurre a ellos para interpretar esos asuntos que nos enredan y que nos cuesta nombrar, como el amor, la rivalidad, la culpa, la crueldad, la vergüenza. Pero, sobre todo, le preocupa el deseo que, según su último libro, nace de la envidia. POR CATALINA MENA Florencia Abadi "SIN ENVIDIA NO HAY DESEO" "El sujeto que culpa al otro se aleja de su propia cura, porque lo único que uno puede hacer es reflexionar sobre uno mismo", afirma. JO R GE ARA GO N "Esa idea de que el deseo está vinculado con la belleza, con lo armónico, con la contemplación, no responde a la realidad. Está mucho más vinculado con algo que te inquieta, te perturba, te saca de la armonía". la armonía"..