Las huellas del mar EN EL VALLE LAS ARENAS
Las huellas del mar EN EL VALLE LAS ARENAS NIWL Y ASAVIRSAÍTAM ACIFOGIRDOR En los últimos márgenes del Cajón del Maipo, mucho más cerca de Argentina que de Santiago, emerge una desolada caseta que marca el ingreso al Parque Arenas, hogar de glaciares, valles y paredes de escalada. A un costado, una valla bloquea el acceso. Una valla que hace un par de años no existía. Es sábado por la mañana.
El guardaparques se alista para dar inicio a su jornada, que consiste en anotar los nombres de los visitantes, entregar información acerca de la prohibición de extraer fósiles (lo que en mi experiencia nunca ha ocurrido) y cobrar una entrada de 5 mil pesos por persona y 10 mil por avanzar en auto un par de kilómetros más. El cobro empezó en junio de 2023.
No es extraño oír quejas, frases del tipo “antes el acceso era libre”, “había menos maquinaria pesada”, “el valle era de todos”. Para alguien que conocía este lugar hace décadas, antes de la llegada de Alto Maipo y antes de la nueva administración que compró el valle por casi un millón de dólares, verlo ahora puede ser doloroso. En el Cajón se tiende a la improvisación, al parche, al maltrato disfrazado de progreso. Antiguos senderos se convierten en caminos de ripio, se aplastan las vegas y los esteros, se trastoca el paisaje hasta volverlo irreconocible. Una salida de fin de semana se vuelve una apuesta, algo incierto. Algunos hablan derechamente de zona de sacrificio.
Con respecto al acceso, la administración del Parque Arenas ve el vaso medio lleno: dicen que son mucho más los visitantes que valoran la información que ofrecen en su sitio web y la posibilidad de registrarse en la entrada.
Bajo la anterior administración, según ellos, la situación era un desastre: “Tomas de terreno, focos infecciosos, basura escondida bajo las rocas, fiestas clandestinas y contaminación de fuentes de agua potable de la comunidad local”. Hoy los autos llegan de a poco, algunos pagan la tarifa extra y siguen; otros se quedan en la explanada. El cuerpo se enciende de a poco con los primeros rayos que despuntan por arriba de los riscos. La fuerza del río Volcán se hace notar, con sus aguas achocolatadas y revoltosas que atraviesan el valle. El aire es frágil, seco. La esencia del Cajón es esquiva.
Alguien que intentó situarla fue Charles Darwin, quien tras su visita por el valle apuntó: “No puede decirse que el paisaje sea bello; pero es grandioso y severo”. En todo caso, no se puede hablar de una sola esencia: el valle Arenas, por ejemplo, es muy diferente del Manzano o San Alfonso, ubicados mucho más cerca de la ciudad. Sus montañas parecen el diseño de un artista temperamental y febril. Basta ver desde el estacionamiento del Parque Arenas la enhiesta Punta Zanzi, con sus contrafuertes abruptos antecedidos por ríos de roca suelta que cambian todos los años, haciendo del acceso un acto temerario. Todo está en movimiento: los acarreos, los glaciares, el viento. Los acantilados y las cumbres reESCULTURAS. El valle de las Arenas tiene impresionantes formaciones rocosas. Algunas están equipadas para escalada. PASEO. La base de Fondo Marino es ideal para trekking. Toma casi un NIWL Y ASAVIRSAÍTAM motas demandan respeto. Es un entorno que obliga a estar alerta.
Enfilo cuesta arriba por un sendero que atraviesa en línea recta el camino de ripio que zigzaguea por las laderas hasta llegar a lo alto del valle, a los pies de la imponente pared sur del cerro Arenas, deseo ferviente de escaladores dispuestos a tomar riesgos mayores. Ahí se empiezan a dejar atrás algunas de las cicatrices a causa de Alto Maipo. Por las laderas aún sobreviven huellas de nieve, condenadas a ser borradas pronto por el calor.
De un momento a otro, el horizonte se ensancha, el valle adquiere perspectiva y aparece por primera vez el lugar que quiero visitar, uno que según los escaladores guarda un inmenso registro de fósiles del mar. Lo llaman Fondo Marino. Sus más de doscientos metros de verticalidad lo distinguen sobre el resto y proyectan una sombra que cubre por completo una quebrada. Alrededor de su base emerge un depósito de rocas pequeñas que se han soltado de la pared, cubriendo una zona de vegetación. Su estructura no se ve firme. Al contrario, sus enormes huecos dan cuenta de desprendimientos. Es lo que los escaladores llaman “roca mala”, esa que una vez que la agarras no la tiras hacia ti, sino hacia adentro de la pared, para evitar que se suelte.
Para ver estos fósiles marinos se requieren conocimientos avanzados de escalada tradicional, como saber crear protección en roca mala, navegar en los laberintos de la pared, evaluar riesgos con la precisión de un cirujano y desenvolverse con cuidado en un terreno frágil, que a ratos parece desmoronarse. Me acompaña el experimentado Rodrigo Fica, habituado a realizar escaladas en terrenos peligrosos que exigen sangre fría y expertise. Él liderará la mayoría de la escalada, lo que me permitirá observar con más calma la presencia del mar en la cordillera. Podrá sorprender que hace unos 120 millones de años este valle y sus paredes estaban en el fondo del océano.
En su libro Breve historia de Chile, el periodista Alfredo Sepúlveda anota: “Sobre nuestras ciudades y campos de hoy flotaban libremente entonces las criaturas marinas del cretácico; los amonites (esas criaturas con conchas en forma de remolino), tiburones, el arquelón (una tortuga que medía lo que NIWL Y ASAVIRSAÍTAM ACIFOGIRDOR que pasa ahora”, dice. Hace millones de años, explica Aravena, la actividad tectónica produjo el levantamiento de capas de roca que se encontraban en las profundidades del océano. Al quedar al descubierto, bajo los efectos del viento y la lluvia, entre otros elementos, se produjo un desgaste. “El proceso de fosilización es complejo, requiere de muchas condiciones ambientales; lo que normalmente se fosiliza son las partes duras, los caparazones de invertebrados, los huesos de algunos animales. Por eso me gusta decir que son regalitos, tesoros de la naturaleza que nos enseñan que el mundo no siempre nos ha pertenecido”. Desgraciadamente, parte de estos tesoros han sido destruidos. Los dueños del Parque Arenas estamparon una denuncia el 3 de diciembre de 2020 dirigida a la Subsecretaría del Patrimonio Cultural en contra de Alto Maipo.
La empresa había celebrado un contrato con los dueños anteriores del valle para construir obras y utilizar caminos en ciertos lugares del valle, pero de acuerdo con la denuncia, habría incumplido “flagrante y permanentemente la RCA del proyecto” (la empresa fue contactada para este artículo, pero no hubo respuesta de su parte). Indignados, los dueños del parque contrataron al paleontólogo Mario Suárez para realizar un estudio sobre el impacto, y se concluyó que hubo daño directo sobre “patrimonio paleontológico categoría fosilífero alto perteneciente a las formaciones Lo Valdés y Río Damas”. Según los dueños del parque, que respondieron vía e-mail, Alto Maipo pasó años trabajando “sin nadie que lo fiscalice y los que lo hicieron parecen haber estado de su lado, y no del de la preservación ni de intentar hacer el mínimo daño”. Enumeran varias infracciones que perjudicaron el patrimonio del valle, entre ellas un campamento y plataformas en lugares no permitidos, donde se destruyó suelo y roca. Esas cicatrices se ven desde el lugar donde escalamos. Mientras tanto, Rodrigo Fica se pierde de vista arriba de la pared y lucha por continuar avanzando entre medio de roca podrida y escasas posibilidades de protección. Mis manos sin querer se posan sobre un par de fósiles enigmáticos, de color azul marino, incrustados en la pared como calcomanías. Según Bárbara Aravena, en esta zona hay evidencia de animales acuáticos como esponjas de mar y cocodrilos marinos. “Es un privilegio poder escalar y ver estos fósiles. No sé si en otra parte de Chile se dará algo así”, dice. En Chile, los fósiles están protegidos por ley y se prohíbe su extracción sin autorización del Consejo de Monumentos Nacionales. Pero en la práctica, cualquiera podría tomarlos y salirse con la suya, pues la fiscalización in situ es marginal. “Si todos piensan así, que si saco uno qué va a pasar, en algún momento van a desaparecer”, advierte Bárbara Aravena. Por su parte, la administración del Parque Arenas apela a la responsabilidad individual dentro del predio. “Estamos aún en proceso de implementación de señalética, creación de carteles y nuestro mapa del parque. Esperamos que, al existir mayor información y un mayor patrullaje en el futuro, sean medidas suficientes para que, junto con el cuidado de los visitantes, el lugar sea preservado y futuras generaciones lo disfruten”, dicen. Nuestra aventura culmina en la cumbre del Fondo Marino. Desde ahí, el valle Arenas emerge poderoso y vibrante.
Sabemos que más allá hay lagunas, que atrás de esas montañas hay otras donde aún ríos corren libres por las quebradas y donde los restos de las criaturas que alguna vez gobernaron este mundo reposan exactamente donde la naturaleza los quiso. D TESORO.
Los fósiles están protegidos por la Ley de Monumentos Nac dos personas), peces y varios tipos de crustáceos”. Dos entes que tendemos a separar en mar y cordillera, que existen distanciados hasta unirse finalmente en el extremo sur de Chile, alguna vez fueron uno solo. Caminamos hacia el pie de vía, es decir, el lugar donde parte la escalada.
Más abajo, por el sendero que recién dejamos, un pequeño grupo se dirige hacia el glaciar El Morado y aparece, minutos después, un auto en el camino de ripio, en la misma dirección. ¿Se acabarán algún día los valles intocados, a los que solo se puede llegar a pie? O como se preguntó Miguel Laborde en su libro Chile geopoético: “¿ El ser humano seguirá siendo el mismo cuando no quede ningún lugar que pueda llamarse remoto, nada inexplorado, cuando todo esté domesticado?”. La pared Fondo Marino se levanta sobre nosotros. Ahora que estamos cerca se ve menos lisa y, por lo tanto, más fácil de escalar. Ordenamos nuestros empotradores (que usaremos en las fisuras de la pared para protegernos en caso de caída) y comenzamos a subir. De inmediato, la pared se muestra antojadiza y mezquina en sus posibilidades de protección. Avanzamos cautos, conscientes de que los seguros tal vez no aguanten la fuerza de una caída. Durante las primeras horas, no hay espacio para contemplación y menos para detectar fósiles marinos. Por suerte, después de unas horas, la dificultad cede y con ello asoma arbitrariamente una decena de fósiles. A primera vista, parecen jeroglifos, un conjunto de imágenes extrañas y atávicas que encierran un significado, una historia.
Ir a su encuentro, a veces de manera involuntaria por la posición que demanda la escalada, gatilla emociones insospechadas. ¿Qué hace el mar en la cordillera? ¿ Qué esconden estos registros en lo alto de las montañas? La bióloga chilena especializada en paleontología Bárbara Aravena explica que el estudio de los fósiles permite comprender el pasado y los cambios drásticos que ha sufrido el planeta. “De esa manera, podemos tomar acciones para lo que ocurre hoy con el cambio climático.
En el mundo ha habido extinciones, y conocer lo que pasó antes nos puede ayudar a entender lo ACIFOGIRDOR A dos horas de Santiago, en la alta cordillera, se encuentra un sorprendente patrimonio natural de fósiles marinos. Algunos de ellos, incrustados en lo alto de las paredes, han sido vistos solo por unos pocos. POR Matías Rivas Aylwin.. AVENTURA. La pared sur del Arenas es una de las montañas más estéticas y difíciles de escalar FONDO MARINO. Esta sorprendente formación rocosa, codiciada por escaladores, guarda numerosos fó a hora. ACCESO. Para ver fósiles es necesario escalar la pared del Fondo Marino. No recomendable para princi ionales.