Autor: PEDRO PABLO DÍAZ HERRERA
CARTAS Al amigo Sebastián
Señor Director: Al cumplirse un año de la muerte del Presidente Sebastián Piñera, quiero expresar mi gratitud por la amistad. En la travesía de la vida y las encrucijadas del destino, pocas cosas permanecen tan arraigadas y significativas como la amistad. Es un vínculo recíproco que trasciende los límites de la distancia y el tiempo, un lazo que se forja en la lealtad, complicidad y el respeto. Nuestro encuentro con Sebastián se remonta a los días juveniles en la Escuela de Economía de la Universidad Católica. La verdad es que desde ahí en adelante iniciaríamos una amistad profunda. Desde entonces, nuestras vidas tomaron rumbos divergentes, pero nuestro vínculo permaneció inquebrantable, resistiendo los embates del tiempo y las circunstancias. La amistad requiere cuidado, atención y compromiso. Es un pacto tácito de lealtad y apoyo mutuo que se nutre con cada gesto de generosidad y cada palabra de aliento enriqueciéndose con las experiencias compartidas, los triunfos celebrados y los desafíos superados. La esencia misma de la amistad radica en la elección consciente y recíproca. Elegimos a nuestros amigos, no por casualidad, sino por afinidad de espíritu, valores compartidos y una conexión que va más allá de las superficialidades. La amistad con Sebastián Piñera fue fácil, pues era un hombre de espíritu libre, inteligencia despierta y alma generosa. Una fuente inagotable de alegría, complicidad y camaradería. Juntos compartimos sueños y desvelos. Nuestras familias, señoras, hijos y nietos siguieron desarrollando este vínculo siendo muy amigos. Si bien mi madre me bautizó como Pedro Pablo, fue la mamá de Sebastián quien me bautizó de Peter Sin embargo, la vida es efímera, un suspiro en el vasto universo del tiempo. Y la muerte me arrebató a mi amigo de manera inesperada y cruel. Su partida dejó un vacío casi imposible de llenar. Aunque Sebastián haya partido físicamente, su espíritu perdura entre nosotros, como una llama eterna que ilumina nuestro camino. Su legado de amistad y camaradería nos inspira a seguir adelante, a abrazar la vida con pasión y generosidad, a cultivar los lazos que nos unen como seres humanos. En última instancia, la amistad trasciende las fronteras del tiempo y el espacio, uniendo los corazones en un abrazo eterno. Y así, en el recuerdo imborrable de Sebastián Piñera, encontramos consuelo y fortaleza, sabiendo que su espíritu perdura en cada sonrisa compartida, y en cada gesto de amistad.
Hoy a un año de su partida le pido al amigo que, desde el cielo, nos ayude a seguir soñando y cultivando esa fraternidad con los que aquí quedamos con el corazón en llamas y fuego en la mirada, como tantas veces lo repitió en su vida.