Libreros en cónclave ofrecen conversaciones y tesoros en el centro
Libreros en cónclave ofrecen conversaciones y tesoros en el centro P rimeras ediciones, libros firmados por sus autores, tesoros para la historia de la poesía chilena --los títulos iniciales de Mistral y Neruda--, ejemplares codiciados porque no fueron reimpresos y, también, volúmenes modernos, pero que ya pasaron por otras manos. Todo eso se exhibe por estos días en los patios del Campus Santo Domingo de la U. Mayor, tradicional sede de la Feria del Libro Usado. Tras un receso debido a la pandemia, el encuentro de los libreros se reactivó el año pasado, conquistando, según cifras de la universidad que organiza, a 11.500 visitantes. Y ayer comenzó su 29ª versión.
Se titula "Magallanes y sus escritores" y se inauguró justamente con un concurrido homenaje a Marina Latorre (1925) y Óscar Barrientos (1974) y también al Premio Nacional de Historia Iván Jaksic (1954). La feria se compone de 37 stands, una muestra de la trayectoria de autores de Magallanes, y la presencia de las editoriales infantiles Escrito con Tiza y Mis Raíces, que asisten por segunda vez. En total, se ofrecen miles y miles de libros. Ante una oferta como esta --con precios desde los $2.000 hasta varios millones de pesos--, se recomienda ir con tiempo.
Pero sobre todo, vale la pena conversar con los libreros, que no solo resultan buena guía para dar con el título deseado, también tienen amplio conocimiento de la historia literaria nacional --incluyendo buenas anécdotas--, e incluso comentan sus lecturas preferidas. Ahí, en la conversación, el encuentro y el ambiente que se crea, radica la motivación que muchos tienen para participar en esta feria una y otra vez. "Los libros siempre circulan. Se compran, venden, prestan, y así se va creando un círculo de lectores, un vínculo. En este mundo de los libreros nos relacionamos mucho entre nosotros y también con los escritores nacionales", apunta Víctor Leiva. Aunque lleva décadas cumpliendo este rol, esta es recién su segunda participación en la feria. Lo animó la posibilidad de compartir con otros apasionados por el libro físico. Es un entusiasta: "Internet, lo hemos conversado entre colegas, ha sido un buen complemento para el libro.
Puede ser que la primera llegada a un título sea vía internet, puede ser que alguien lo lea en digital primero, pero, si le gusta el autor, siempre buscará el papel". Al recorrer los patios del campus patrimonial, suena permanentemente una música estilo lounge, que interfiere en las conversaciones y no concuerda con el estilo de la feria. Pero la oferta es tan variada y voluminosa --no solo hay libros, también colecciones de revistas antiguas y de recetarios-que consigue ganarle al ruido. Y van apareciendo algunos tesoros, como una cuidada edición de "Cien años de soledad", que García Márquez firmó dos años antes de morir. Está en el stand del librero Eduardo Morel.
Él, antiguo expositor, explica por qué vuelve siempre: "Es una instancia cultural muy importante, tal vez única en Chile, porque aquí está nuestra tradición literaria, los libros que ya no se encuentran, porque casi ya no existen librer í a s a n t i c u a r i a s.
A q u í h a y igualmente libros modernos usados, pero también muchas joyas: primeras ediciones de Mistral, Teillier, Neruda; libros antiguos de Joaquín Edwards Bello". Mientras muestra su mesón --con precios desde $14.000 hasta los miles de dólares--, cuenta entusiasmado que el domingo le abrió especialmente su librería de Huérfanos a la artista Patti Smith, quien estuvo de visita en Santiago. "Compró a Neruda y Nicanor Parra", revela. Aunque en esta versión se ven algunos nuevos expositores, la mayoría son antiguos. O fundacionales, como es el caso de los hijos de Luis Rivano (1932-2016), uno de los creadores del encuentro. "Aquí, en la feria, existe un lugar para ser acogidos por un libro durante el verano. Para nosotros que la feria siga viva es muy gratificante. Somos una familia de libreros, amamos los libros, y sostenemos que el libro impreso jamás va a morir, porque siempre habrá gente que necesite tocarlos. Ver la impresión, la edición, la gráfica; abrir las hojas y sentir su olor. Eso es todo un mundo. Y no lo brinda el libro digital", apunta Graziella Rivano, hoy a cargo de la histórica librería de San Diego 111 junto a sus hermanos. La 29ª Feria del Libro Usado comenzó ayer, con homenajes a autores magallánicos y 37 stands atendidos por entusiastas lectores y coleccionistas de libros. Serán 12 días. DANIELA SILVA ASTORGA La feria se emplaza en Santo Domingo 711 y funcionará hasta el 9 de febrero, con entrada gratuita. FELIPE BÁEZ Primera edición de "Crepusculario" (1923), de Neruda. FELIPE BÁEZ.