La «pésima memoria» de Eduardo Labarca
La «pésima memoria» de Eduardo Labarca La «pésima memoria» de Periodista y escritor, antiguo militante comunista y autor de la «Biografía sentimental» de Salvador Allende, Eduardo Labarca aprovecha su propia historia para revisar los tiempos revueltos que han acompañado las últimas décadas de la humanidad. humanidad. 8París [... ] En miJlegada a París a los ocho años en familia... Mi primer recuerdo: los agujeros de las balas, huellas de la Liberación de la ciudad que tatúan muchos edificios como la catedral de Notre Dame, en cuya explanada llovieron los disparos de francotiradores alemanes contra los jefes militares aliados. Los generáles estadounidenses, ingleses y franceses se tiraron al suelo mientras solo uno, el más alto, siguió avanzando a pie con un cigarriMo;emlá boca: el general De Gaulle imponía su carácter.
Los niños franceses comienzan a comer de nuevo y nosotros, alojados en un hotel familiar cerca de Montmartre, recibimos las estampillas de racionamiento que incluyen para los menores --mi hermana, mi hermano y youna ración de leche agria y aguachenta que no siempre aparece.
Para conseguir comida mi madre aprende la jerga parisina del marché noir --mercado negro que los españoles llaman "estraperlo", contracción estrambótica de los apellidos de los estafadores Strauss y Perlowitzcontrolado por las concierges, porteras españolas o portuguesas, lo que facilita la comunicación.
En el consulado de Chile, la principal labor de mi padre consiste en repatriar a costa del fisco con pasaporte chileno a connacionales de origen alemán que hablan el castellano con acento germánico, provenientes en su mayoría del sur de Chile.
En las horas triunfales de Hitler prefirieron la ciudadanía de sus ancestros y viajaron a combatir en las tropas del Fiúhrer, soñando con vestir el uniforme alemán el día de la victoria en Europa, preludio de la conquista nazi de Chile y el mundo.
A la hora de la derrota, los altivos teutones criollos se acuerdan de que algún día han sido chilenos, desertan de sus unidades, queman el uniforme, llegan por cualquier medio a París, se presentan en el consulado con ojos lagrimeantes, llenan un formulario y regresan a su patria sudamericana con pasaje pagado y la cola aria entre las piernas.
El aterrizaje en un colegio sin ber ni una puta palabra del idioma es una experiencia seca que han vivido y seguirán viviendo millones de niños en el planeta migratorio de nuestro en el planeta migratorio de nuestro en el planeta migratorio de nuestro en el planeta migratorio de nuestro en el planeta migratorio de nuestro en el planeta migratorio de nuestro Lecturas 8] % DISUITNOS y siglo XXI y del siglo siguiente... si es que alcanzamos --si es que mis descendientes alcanzana llegar al s.
XXIL A la salida de la escuelita pública solo para hombres paso a juntarme con mi padre un par de cuadras más allá en la sede diplomática y consular de Chile, en el bulevar de la Tour-Maubourg, la misma casona donde treinta años más tarde manifestantes chilenos y franceses, entre ellos una hija y un hijo míos, protestarán contra la dictadura instalada en nuestro país.
En esa escuela pública soy el bicho raro, las primeras semanas me angustio por no entender una jota de lo que dicen el profesor y mis compañeros, pero pronto voy agarrando palabras, especialmente en los juegos de los recreos.
Escucho que el profe suelta un sonoro "vataplás" y el alumno regresa a su asiento, y cuando me toca a mí obedezco sin chistar y tardaré más de un año en descifrar la orden: "Va á ta place": vete a tu puesto.
En mi mente permanece una imaEn mi mente permanece una imaEn mi mente permanece una imaEn mi mente permanece una imaEn mi mente permanece una imagen terrible: la saña con que ese maestro de delantal gris golpea por cualquier motivo a sus alumnos, incluso la patada feroz que le da a uno en el estómago. Cierto día mi vecino de banco, Rémy, estornuda y sus mocos purulentos se esparcen en el cuaderno que tiene abierto mientras el monstruo se acerca escudriñándolo todo. Mi compañero y yo nos aterrorizamos y Rémy se acerca el cuaderno a la boca y engulle de un lengúletazo sus mocos verdosos... el tirano sigue de largo y aquí no ha pasa= do nada.
En el telón de fondo parisino sigo oyendo en boca de los adultos de mi familia y sus amigos castellanohablantes las palabras nuevas "existencialismo", "Sartre", "Simone de Beauvoir". [.. J Vemos a los chilenos que andan por París, allí veo a la Margot --Margot Duhalde--, heroína de guerra que me hipnotiza con sus historias. Alta y sólida de cuerpo, viste un uniforme perteneciente a no sé qué país cuando cuenta que en Chile fue piloto precoz. La «pésima memoria» de Eduardo Labarca nazi, acusada de pertenecer a la Res tencia. Nos habla del sadismo de las guardianas alemanas, que se paseaban con sus hijos de la mano entre las prisioneras y echaban sal en las heridas de las moribundas. Con admira= ción recuerda a las prisioneras rusas, siempre solidarias, y con desprecio a las polacas, que colaboraban con los carceleros y se acostaban con ellos. De unos cuarenta años y una cabellera incipientemente canosa, Marguerite muere en forma inesperada. La noticia es terrible: se ha suicidado. Parisinos veteranos son Cuto y Anita Urrutia, su mujer brava, hija de un general chileno.
Desde antes de la guerra cantaban a dúo en castellano y en francés en variados escenarios, y en la posguerra lo siguen haciendo, acompañándose con sendas guitarras bajo el nombre artístico de "Ana y Juan del Real". Durante la Ocupación viven sus vacas flacas, muy flacas, con poco o nada que comer por negarse a cantar a los boches, militares alemanes, algo a lo que no le hacen asco los grandes chansonniers Maurice Chevalier y Charles Trenet. Chillanejo, Cuto tiene el rostro cruzado por una cicatriz desde la mejilla a la garganta como consecuencia de un accidente automovilístico. Es hermano del poeta Aliro Oyarzún, autor de El barco amarillo, que Neruda recita de memoria: Por los mares tercos derivan do va el barco amarillo. En sus negros lienzos, en el mástil se enrosca el delirio... Pero tratándose de Neruda, Cuto, de nombre completo Ángel Custodio Oyarzún, habla pestes.
Dice que es un salaud y que él lo tuvo contra la baranda del Sena y estuvo a punto de arrojar al río al miserable. ¿Cuándo?, ¿por qué? Ni siquiera el profesor Loyola, gigante nerudiano, sabrá explicarme el misterio. LJ Por ahí anda también Fernando Bellet, descendiente de franceses, conocido como "el Burro", que se vino de Chile a pelear en la patria de sus antepasados contra los alemanes.
El Burro Bellet entró en el París insurrecto el día de la Liberación a bordo de un tanque de la división del general Leclerc, formada en gran parte por republicanos españoles que fueron más veloces que la infantería estadounidense que llegó a la zaga.
Actor aficio= nado, el Burro se destacó en Chile en papeles terroríficos gracias a su corpachón, su rostro inmutable y su mirada intensa, y se cuenta que cuando moría en una escena era capaz de caer de bruces sin protegerse con las manos.
Instalado en Francia trabaja de camarógrafo y se casa con una nieta de Georges Méliés, precursor del cine francés, y adapta su nombre a Fernando Bellet-Mél; Mi padre y mi madre cargan con una docena de frases de francés aprendidas en la escuela y muy pronto los hijos los dejamos atrás y nos familiarizamos con las expresiones propias de zamos con las expresiones propias de zamos con las expresiones propias de zamos con las expresiones propias de zamos con las expresiones propias de zamos con las expresiones propias de (no diré "pilota precoza", al diablo el lenguaje de género) y que durante la guerra se incorporó alternadamente a la aviación de De Gaulle y a la RAF británica, para la cual piloteó aviones de sesenta tipos diferentes esquivando los tiros de las baterías alemanas.
Con la boca reproduce el ronroneo de los cohetes V2 que Alemania lanza hacia Inglaterra cargados de explosivos y el pavoroso silencio cuando el motor deja de sonar y nadie sabe si el proyectil, precursor de los misiles balísticos y las naves espaciales, le caerá encima.
De regreso en Chile, la Margot será jefa de la torre de control de la FACH durante cuarenta años y un día la Casa de Moneda imprimirá su rostro en una estampilla de correos de $ 1.000.
Cuando llegamos a París, Marguerite, la secretaria del consulado de Chile que habla perfecto español, es un gran apoyo para mi padre y mi familia, y ella me lleva a la escuela del barrio a matricularme. Ha estado dos años en un campo de concentración Ficha de autor Eduardo Labarca (Santiago, 1938) es abogado, escritor y periodista. Fue militante comunista hasta 1991, trabajó en prensa, radio y televisión. Entre sus obras más conocidas están «Corvalán 27 horas» y «Salvador Allende. Biografía sentimental». sentimental». sentimental». sentimental». ese tiempo. Avant guerre --antes de la guerra--, término omnipresente repetido por los parisinos con un chispazo en los ojos en homenaje al paraíso perdido que la guerra se llevó.
Si se habla de comida, avant guerre sí que se comía bien; si se quiebra un florero, se trata de un objeto de avant guerre irremplazable; cuando un fumador recoge colillas en la calle, cosa frecuente, se insiste en que avant guerre nadie necesitaba hacerlo, y la tarde en que se ve pasar a una mujer garbosa y elegante, nadie duda de que su vestido sea de avant guerre. De los boches, los ocupantes alemanes, se cuentan mil historias: que eran prepotentes, abusadores, maleducados, que no saludaban ni daban las gracias.
Los resistants, miembros de la encia, son alabados como hérosecialmente los que combatieron y murieron en la Liberación de París, mientras que los collabos --colabora: dores con los alemanesson unánimemente denigrados incluso por aquellos que agacharon mansamente la testuz ante el invasor.
Un día escucho a un aseador polaco de nuestro hotel llegado a Francia avant guerre, cuando explica a mi padre que "durante la Ocupación había diez por ciento de résistants, diez por ciento de collabos, y el 80 % restante couraient aprés le saucisson"; es decir, se dedicaban a conseguir algo para echarle a la olla. Ese algo solía ser la rutabaga, una planta de hojas y tubérculos poco apetitosos que a muchos había librado del hambre y que a nuestra llegada a Francia nadie quiere volver a comer. Otro término que está en todas las bocas es "J-3" --le --, jóvenes beneficiarios de las estampillas de racionamiento número 3 que se asignan alos adolescentes y veinteañeros signados con la letra J. La fama de los J-3, en realidad mala fama, proviene de la aparición de una generación de jóvenes irrespetuosos, borrachines, pendencie= ros, protagonistas de robos y asaltos violentos, incluso a mano armada.
Moralistas de todos los colores pontifican sobre el auge de la delincuencia juvenil debido a la pérdida de los valores de avant guerre y, como en todas partes, el público exige mano dura. ¿Por qué París y sus imágenes se agolpaban en mis pulmones moribundos? Yo ya no era animal ni persona, solo una bolsa inerte que una bomba conectada a mi tráquea inflaba y desinflaba en forma cadenciosa. Hay una muerte suave y agradable en buena compañía, una muerte instantánea en accidente, la muerte patriótica en el frente de guerra, la muerte liberadora del suicida. Triste es la muerte en sole= dad del viejo abandonado, la del secuestrado hecho desaparecer.
Mi muerte ha sido una muerte acompañada, me han acompañado un barítono y una soprano acompañado un barítono y una soprano acompañado un barítono y una soprano acompañado un barítono y una soprano acompañado un barítono y una soprano acompañado un barítono y una soprano acompañado un barítono y una soprano acompañado un barítono y una soprano acompañado un barítono y una soprano acompañado un barítono y una soprano acompañado un barítono y una soprano (Continúa en la página 16). La «pésima memoria» de Eduardo Labarca (Viene de la página 15) sin rostro vestidos de blanco y unas manos que accionaban instrumentos. Solo manos y aparatos, sin palabras de consuelo ni cariño, con instrucciones que trato de obedecer e intervenciones en mi cuerpo según el protocolo del Ministerio de Salud. E.. . 9 Destliz En París un día escucho carreras, gritos, bocinazos, la muchedumbre se interna exaltada por una calle.
Habrá espectáculo gratis para la multitud ávida de sangre, castigo en la plaza pública, humillación ejemplar, la infame será denigrada: "Elle a fauté!". Y vuelvo a vivir en un chispazo esa experiencia y reflexiono sobre el hecho de que los franceses apliquen el verbo "fauter" solo a las mujeres --"en parlant d'une femme, d'une jeune fille", dirá el diccionarioy que el Larousse bilingúe lo traduzca así al español: "Faltar, tener un desliz", reiterando entre paréntesis que se utiliza "en parlant d'une femmo" (al referirse a una mujer); es decir, que un hombre no se puede "deslizar". Y en París, finalizada la guerra, yo, niño, aprendo que "fauter" se aplica a la francesa que cometió la falta horrenda: tuvo relaciones con un soldado alemán, se acostó con un boche. Esa relación puede haber sido por un plato de comida o por amor: a nadie le importa.
Aunque la guerra terminó meses atrás, los verdugos espontáneos lideran la iniciativa vengadora en nombre de la tribu, interrogan a los vecinos, siguen todas las pistas, averiguan y echan a correr la voz que anuncia la ceremonia.
Varios varones diligentes encabezan ese día el piquete de ciudadanos intachables que van de cacería al domicilio de la deshonesta y yo sin pedir permiso corro con la muchedumbre por curiosidad y, solo entre miles, sin ningún acompañante de mi familia, en esa plaza la veo. Aferrada por muchas manos sobre un cadalso improvisado, la culpable, rubia, desgreñada, está envuelta únicamente en algo así como una bata. Retorciéndome entre la gente para verla, presencio el momento en que un muchacho pelirrojo que ha trepado sobre las tablas tironea la tela que la envuelve y se la arranca en medio de una ovación.
Y ahí queda ella con los senos al aire y dos mujeres que han subido le rasgan a tirones el calzón, la única prenda que la seguía protegiendo y yo me adelanto con codazos de niño y observo por vez primera el cuerpo de una mujer desnuda como los que aparecen en los cuadros del Museo del Louvre que visitamos la semana anterior, ya que pese a mis intentos de espiar a mi madre en cueros nunca he espiar a mi madre en cueros nunca he podido ver su pubi La mujer llora con alaridos y trata de cubrirse con las manos, pero ya no es dueña de su cuerpo, al cadalso siguen subiendo los verdugos espontáneos, cinco, diez, veinte hombres y mujeres de todas las edades que la escupen, le dan cachetada, patadas y puñetazos ante las carcajadas y los aplausos del pú: blico, que exige que los agresores se bajen y dejen únicamente a los cuatro varones que la sujetan con las manos a la espalda, para dar paso a la dama canosa de traje sastre y al barrigón cubierto con un overol manchado de grasa que esgrimen los instrumentos del suplicio: una tijera ella, un cuchillo de carnicero él. Con el filo de esos instrumentos y a tirones, la culpable va siendo despojada de su cabellera.
Eufóricos, los espectadores se disputan al vuelo los mechones, hasta que el cuero cabelludo manchado de sangre queda a la vista y los peluqueros patriotas descienden estrechando manos y recibiendo palmoteos de felicitación, tras haber despojado a la sentenciada no solo de su melena sino que también de su dignidad, para que viéndola pasar todos sepan la calaña de hembra trai cionera que es, "une sale putain", una puta, mientras los hijos que pueda haber engendrado con un boche cargarán el estigma de ser "hijos del enemigo". Y yo, espantada mi excitación, regreso a mi soledad de niño entre la multitud con una lucecita de compasión en algún lugar de mi ser, y, sin hacerme preguntas y sin presenciar los capítulos que faltan de la ceremonia ni saber qué harán finalmente con la mujer, parto corriendo de regreso a nuestro hotelito mientras me caen nuestro hotelito mientras me caen EDUARDO LABARCA PÉSIMA MEMORIA AES DEANTES Y DESPUES DE DESPUÉS AES DEANTES Y DESPUES DE DESPUÉS AES DEANTES Y DESPUES DE DESPUÉS «Pésima memoria. Antes de antes y después de después», Eduardo Labarca, Catalonia, diciembre de 2024. diciembre de 2024. diciembre de 2024. diciembre de 2024. diciembre de 2024. diciembre de 2024. algunas lágrimas.
En futuras ocasiones veré a los transeúntes que señalan con el dedo a alguna mujer que trata de disimular con un pañuelo en la cabeza la falta de pelo a la espera de que le vuelva a crecer, y escucharé susurrar que tal o cual hembra vejada y agredida en público por la turba no lo fue por haberse acostado con un alemán, sino que por venganza de un amante despechado que inventó la acusación para matarla en vida. Aunque niño, comprendo que, inocente o culpable, la mujer no tendrá derecho a apelación, y por el resto de su existencia nadie la escuchará, y yo no querré asomarme a una nueva ceremonia.
En mi vida aprenderé que, a contrario sensu, los reglamentos militares no consideran que haya cometido falta alguna el ocupante alemán que violó a una francesa o el ruso que en Berlín haya violado a una alemana.
Entre combate y combate los violadores se jactarán ante sus compañeros de haber echado mano al trofeo del soldado vencedor: el cuerpo de una mujer. [.. ] Y mi mente está en la TI GM cuando un pragmático Stalin aplica un ingenioso, sabio principio: al ocupar una localidad, los héroes de la hoz y el martillo tendrán veinticuatro horas de chipe libre para matar, saquear y violar, premio que les sube la moral, en paralelo con el infaltable aljibe de vodka que los espera junto al campo de batalla y que sirve para sanar heridas del alma y del cuerpo.
Cuarenta años después de la guerra, una abuela aus tríaca me contará haber visto a un soldado del Ejército Rojo con decenas de relojes pulsera en cada brazo: ¿ robados a los vivos, arrancados a los muertos, obtenidos tras ultimar a sus dueños como los rateros que un día matarán por un celular? matarán por un celular? matarán por un celular?.