LA SEMANA POLÍTICA
LA SEMANA POLÍTICA Quizá en lo único en lo que no parece haber mayor discusión, es en que las consecuencias de la reciente aprobación de la reforma de pensiones serán enormes.
A los efectos económicos de corto, mediano y, sobre todo, de largo plazo --muchos de los cuales dependerán de la forma en que se implemente, de los ajustes o nuevos cambios que se hagan considerando las impredecibles mayorías parlamentarias--, se agrega el impacto político, en el que solo el tiempo permitirá apreciar con mayor claridad quiénes fueron sus ganadores y perdedores. Para el Presidente Gabriel Boric y su coalición de gobierno, hay pocas dudas de que, desde el punto de vista político, la aprobación de la reforma es un gran logro. Más allá de que el texto despachado por el Congreso sea muy distinto a lo que plantearon originalmente, le entrega un legado que exhibir y cuantiosos recursos para subir ahora las pensiones.
Cualquier balance de su gestión, que antes de esto no tenía nada sustantivo que exponer, tendrá en primer lugar este hito, que seguramente será acompañado de un relato que pasa a independizarse de los efectos, eventualmente perniciosos, que esta reforma pudiera producir. Lo ocurrido con la expresidenta Bachelet y, por ejemplo, la controvertida gratuidad en educación superior es una buena prueba de ello. La unidad, pragmatismo y disciplina con que los partidos oficialistas afrontaron el debate, considerando la falta de mayorías en el Congreso, fue para muchos sorprendente.
Primó la idea de que este sería solo el inicio de cambios más profundos que harían en el futuro, en la medida que mejore para ellos la "correlación de fuerzas". En sus discursos no hay renuncias definitivas, sino que hablan de una primera "grieta" al sistema de pensiones. Una diferencia muy grande con otros acuerdos que se han sacado a colación en estos días, en que las partes manifestaban su disposición de darles cierta estabilidad a las reformas introducidas. Nadie podría llamarse entonces a engaño, pues los parlamentarios oficialistas casi de forma unánime fueron explícitos en transparentar sus intenciones. Los cambios a los que aspiran siguen vigentes. Con todo, queda la interrogante de cómo envejecerá este acuerdo para la izquierda. Ello dependerá, en gran medida, de si logran o no su propósito de seguir avanzando en una mayor participación del Estado en las pensiones, favoreciendo las ideas "reparto" por sobre capitalización individual. Pero para este balance falta mucho tiempo. LA SEMANA POLÍTICA Balances tras la reforma En los discursos oficialistas no hay renuncias definitivas, sino que hablan de una primera "grieta" al sistema de pensiones. Una diferencia muy grande con otros acuerdos que se han sacado a colación en estos días, en que las partes manifestaban su disposición de darles cierta estabilidad a las reformas introducidas. No se trata solo de diferencias entre Chile Vamos y los republicanos o con los llamados "libertarios", sino que son las propias bases de apoyo de Chile Vamos las que también están divididas. Quiebre en la oposición El balance en la oposición y particularmente para la derecha es más complejo.
Muchos parecen olvidar que los acuerdos amplios no son por sí mismos buenos --la experiencia de los llamados 30 años muestra que muchos sí fueron positivos para el país, pero otros (por ejemplo, reforma tributaria durante el segundo gobierno de Bachelet) son hoy casi unánimemente rechazados--. Además, en los acuerdos no todos quienes los suscriben lo capitalizan de igual manera y algunos sufren más costos que otros. Aunque todavía es temprano para afirmarlo con certeza, posiblemente desde el punto de vista político el más afectado sea Chile Vamos. Desde luego, las responsabilidades por los problemas futuros que eventualmente puedan asociarse a la reforma recaerán con mayor fuerza en ellos que en sectores de izquierda, que nunca han defendido este sistema de pensiones. Por otra parte, el profundo quiebre dentro de la derecha es una mala noticia para el sector.
A pesar de las declaraciones de algunos dirigentes, no se trata solo de diferencias entre Chile Vamos y los republicanos o con los llamados "libertarios", sino que son las propias bases de apoyo de Chile Vamos las que también están divididas. De ahí que calificar de extremos a quienes tienen una opinión distinta a la oficial de los partidos sea un error, pues una parte de sus votantes tampoco está convencida del acuerdo alcanzado. En estos días y más allá de las redes sociales, muchos parlamentarios de Chile Vamos han percibido directamente esta molestia.
La acentuación de un discurso triunfalista (sus expresiones corporales muchas veces no coinciden con el contenido de los mensajes que exponen), enfatizando que son las ideas de la derecha las que han ganado, da cuenta de la necesidad de enfrentar ese problema con un sector de su electorado.
De paso, uno de sus argumentos, en orden a que los críticos no consideran que para el país hubiese sido más costoso el no llegar a un acuerdo, es un contrafáctico más o menos fundado que por su propia naturaleza especulativa hace difícil profundizar en una discusión sobre ello. Con todo, la carta presidencial de Chile Vamos, Evelyn Matthei, sigue siendo la principal favorita para ganar las elecciones futuras y no es claro todavía que ella pueda sufrir costos políticos significativos. Algunos incluso sostienen que podría haber consolidado su liderazgo. De todas formas, una de sus tareas centrales debiera ser bajar la tensión con los otros partidos y sectores de derecha, evitando que se consolide la grieta.
No debe olvidar que en caso de ser elegida presidenta, la relación parlamentaria con esos partidos podría ser esencial para conseguir mayorías para hacer reformas que permitan que el país vuelva a la senda del crecimiento.. -