Autor: Valentina Orrego Larraín, especialista enliderazgo, género y colaboración
Columnas de Opinión: De quésirve vivir, si no sesabe para qué
Columnas de Opinión: De quésirve vivir, si no sesabe para qué disenso. Apostar porla palabra en tiempos de armas, siempre tendiendo puentes de encuentro. Elegirla vida comunitaria por sobre el bienestar personal. Ese “para qué me trajo a mia vivira esta región, hace 25 años, apostando por la superación dela pobreza, por elempoderamiento delas mujeres y por la colaboración y la acción en comunidad. Somos un territoriolleno de personas que creemos en los valores de la colaboración, el liderazgo ético y la defensa del bien co'mún. Aquíel legado de Claudio Orrego Vicuña está más vigente que nunca. Bastamirar lo que ha pasado en Puerto Varas estos últimos días, con una comunidad viva e integrada, movilizándose con un “paraqué tan claro y fuerte, más allá delas diferencias. La vida de mi papáes una invitacióna todas las generaciones a no vivir en automático, a preguntarnos para qué estamos aquí, a comprometernos con una causa más grande que nosotros mismos.
Vivimos una época en quela humanidad se bate entre un futuro y su destrucción y tenemosla oportunidad de ser un pesoa favor del humanismo, la justicia y la libertad esto lo dijo mi papá 45añosatrás-. Cuando tengo que tomar decisiones difíciles, y me pregunto si valela penaseguir creyendo en el poder delo colectivo, en elservicio, ena palabra como puente, yo sigo escuchando su voz: De qué sirvevivirsino se sabe para qué”. V ivimos tiempos en que los valores parecen ser frágiles, comosise hubieran vuelto opcionales. En medio detanta violencia y discursos polarizados, necesitamos más voces que crean que la libertad y el respeto son condiciones esenciales para construir una sociedad justa. Una deesas voces quetanto bien le hizo anuestro país fue la de mi padre, Claudio Orrego Vicuña, quien hace 43 años dejó este mundo, dejando detrás una huella que hoy sigue tan vigente como entonces. En la columnade hoy quiero honrar su memoria, porque dicen que quien esrecordado nunca muere. Y quiero hacerlocompartiendocon ustedes, conamor y gratitud, algo desulegado. Porquesuvidanosólo marcó anuestra familia, sino que dejó una huella pública y ética que sigue resonando en quienes buscan contribuiral bien común desdela vidacívica, la educación o la política. Mi padre murió a sus 42 años, pero vivió con la urgencia de quiensabe que el tiempo es corto. Fue académico, político, periodista, escritor y sobretodo, un servidor público convencido de que la únicariqueza que importa esla coherencia entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace. En una carta que nos dejó amis hermanas, mi hermano y a mínos dijo: “Denadasirve vivir, sinose sabe para qué”, y esa frase se transformó en nuestra guía. Ese “para qué” fue el norte de su vida: luchar porlajusticiasocial, lafraternidad, lalibertad, por una democracia viva y abiertaal Columna.