La crisis bursátil podría no haber terminado
La crisis bursátil podría no haber terminado El 5 de agosto las cosas se pusieron feas. Durante la sesión bursátil asiática, el índice de referencia japonés Topix había caído un 12%, marcando su peor día desde 1987. Las bolsas de Corea del Sur y Taiwán se desplomaron un 9% y un 8%, respectivamente, y los mercados europeos se tambalearon.
Antes de que comenzaran las operaciones en Estados Unidos, el índice VIX, que mide el grado de volatilidad que los operadores esperan que experimenten los precios de las acciones, se situaba en un nivel que solo había alcanzado al principio de la pandemia del covid-19 y tras la quiebra de Lehman Brothers en 2008.
Y lo que es más inquietante, aunque el oro suele ser una cobertura contra el caos, su precio estaba cayendo, lo que sugiere que los inversores podrían estar vendiendo activos que preferirían conservar para mantenerse a flote. La caída de los mercados globales de la semana anterior parecía estar desembocando en una crisis en toda regla. Afortunadamente, el pánico empezó a remitir cuando Wall Street abrió sus puertas.
El VIX retrocedió hasta situarse en su nivel más alto durante el desplome de 2022; al final del día, el índice S&P 500 de las grandes empresas estadounidenses solo había bajado un 3%. En los días sig u i e n t e s, l a s a c c i o n e s estadounidenses y europeas se recuperaron un poco, y las japonesas repuntaron. Sin embargo, las pérdidas de las últimas semanas han sido brutales, de dos dígitos para el Topix y el índice Nasdaq 100.
Y como siempre, d e s p u é s d e u n d e s p l o m e --mientras los operadores se toman un respiro e intentan recuperar el sueño-se plantea una pregunta: ¿ Han sucumbido los mercados a un breve ataque de locura o se avecinan cosas peores? Desde mediados de julio, tres acontecimientos se han combinado para inquietar a los inversores. El primero fue la toma de conciencia de que la inteligencia artificial (IA), y especialmente la industria de fabricación de chips que la impulsa, había sido imbuida de esperanzas poco realistas.
El 17 de julio, Donald Trump, candidato republicano a la presidencia, hizo que los semiconductores cayeran en picada al sugerir que Taiwán, donde se fabrica la inmensa mayoría de los chips avanzados del mundo, debería pagar su propia defensa contra China. Por su parte, la administración Biden planeaba limitar las exportaciones de equipos de fabricación de chips a China. La mediocre temporada de resultados de los gigantes tecnológicos estadounidenses se sumó a los problemas geopolíticos. En el transcurso de diez días, desde el 23 de julio, Alphabet, Amazon, Apple, Meta y Microsoft publicaron resultados que dejaron a los accionistas cabizbajos. Incluso Alphabet y Microsoft, cuyos ingresos superaron las expectativas, vieron caer el precio de sus acciones al día siguiente de presentar sus resultados. Las de Amazon, que no alcanzaron las expectativas, sufrieron un castigo mucho mayor. La euforia de los inversores por la IA se desvanecía. Al mismo tiempo, la subida del yen japonés sacudía las bolsas del otro lado del mundo, el segundo acontecimiento que provocó un ataque de nervios entre los inversores. Ello se debió en parte a la sorprendente decisión del Banco de Japón de subir las tasas de interés a alrededor del 0,25% el 31 de julio.
Una subida del yen deprime automáticamente los precios de las acciones japonesas, ya que muchas de las mayores empresas trot a m u n d o s d e l país, como Hitachi, Sony y Toyota, obtienen sus beneficios en moneda extranjera. El tercer acontecimiento --un informe de empleo estadounidense inesperadamente débil publicado el 2 de agosto-potenció los efectos de los otros dos.
El informe reveló que la tasa de desempleo subió en julio al 4,3%, el nivel más alto en tres años, mientras que la economía solo añadió 114.000 puestos de trabajo, frente a una previsión de consenso de 175.000. Esto situó a la mayor economía del mundo más cerca de la recesión de lo que la mayoría pensaba. El rendimiento de los bonos del Tesoro estadounidense se desplomó, con la tasa a dos años cayendo al 3,9%, más de un punto porcentual por debajo de su nivel de finales de abril. Y los precios de las acciones en todo el mundo entraron en caída libre. Mi corazón grita Aun así, hubo espacio para algunos ganadores. Aunque los principales índices estadounidenses se hundieron, las acciones de empresas como Johnson & Johnson, Procter & Gamble y UnitedHealth se recuperaron el día del informe sobre el empleo.
Estas empresas pertenecen a sectores bien situados para capear una recesión (farmacéutico, consumo básico y salud, respectivamente), y pagan dividendos saludables, lo que aumenta su valor a medida que la Reserva Federal se muestra más proclive a recortar las tasas de interés. Sin embargo, el 5 de agosto, de poco sirvió: las ventas se habían generalizado. Los inversores se deshicieron de prácticamente todos los títulos del S&P 500, así como de los de los mercados mundiales. Lo que había comenzado como el desenlace de unas pocas operaciones populares se había transformado en una caída que abarcaba prácticamente todo. Esta venta indiscriminada podría reanudarse.
Christian Raute, jefe de estrategia comercial del banco Citigroup, afirma que la amplitud de las ventas sugiere que los inversores profesionales han recibido un "toque en el hombro" desde arriba, ordenándoles que reduzcan su riesgo sin importar lo que tengan que descargar para hacerlo. Para los grandes fondos, eso requerirá algo más que unos pocos días de ventas. Mientras tanto, otros fondos dudarán en comprar incluso activos que consideren subvalorados, por temor a que un gigante en algún lugar aún tenga una gran posición que volcar en el mercado. En otras palabras, parece que las caídas están lejos de terminar. Los inversores pueden verse obligados a abandonar apuestas especialmente abarrotadas por otras razones. La asombrosa velocidad a la que se ha fortalecido el yen japonés en las últimas semanas, por ejemplo, se debe probablemente al desmantelamiento de las operaciones de carry trade.
Estas operaciones consisten en tomar prestados yenes a bajo precio y utilizar los beneficios para comprar otros activos, tal vez una divisa de mayor rentabilidad, como el dólar estadounidense o el peso mexicano, o incluso acciones. Pero si el yen se fortalece repentinamente en relación con el otro activo, la operación se hunde rápidamente en números rojos y puede ser necesario poner fin a la misma. Para ello, hay que vender el otro activo y comprar yenes para pagar la deuda, lo que agrava el movimiento y, muy posiblemente, obliga a otros a adoptar la misma posición, creando un círculo vicioso. Si esto genera una gran pérdida, es posible que el inversor también tenga que abandonar otras posiciones para afrontarla. Algunas de las recientes oscilaciones violentas del yen, de las acciones japonesas y estadounidenses, y, de hecho, del peso mexicano, pueden ser el resultado de operaciones de carry trade basadas en el yen. Además, cualquier operación popular que algunos inversores hayan financiado mediante préstamos puede caer víctima del mismo tipo de círculo vicioso. Las apuestas sobre empresas vinculadas a la euforia de la inteligencia artificial son un candidato principal.
El espeluznante aumento del índice VIX el 5 de agosto, causado por hordas de inversores que clamaban por comprar seguros sobre las mismas acciones a la vez, sugiere cuán abarrotadas están esas posiciones incluso después de la reciente liquidación. También muestra hasta qué punto esta aglomeración puede mover los mercados. Por lo tanto, hay muchas posibilidades de que las ventas futuras, ya sean forzadas o voluntarias, provoquen más problemas. La escalada más peligrosa se produciría si las turbulencias dejaran un vehículo de inversión importante incapaz de reunir el dinero necesario para hacer frente a los márgenes de garantía o cerrar posiciones deficitarias. Eso es lo que le ocurrió a Archegos, un family office, en 2021, lo que provocó la venta de sus activos y pérdidas de miles de millones de dólares para sus bancos. En una entidad de mayor tamaño, un colapso de este tipo podría contagiar a todo el mercado y poner en peligro a otras empresas.
Por el momento, "no hay suficiente dolor como para sugerir que una gran empresa esté en peligro", afirma Raute, de Citi. "Pero si seguimos así cinco días más, eso puede cambiar". Nada más que alegría Otro motivo de pánico podrían ser las sorpresas sobre la economía, o nuevas dudas sobre la viabilidad del auge de la IA. En las próximas semanas habrá muchos focos de tensión. Alrededor de una cuarta parte de las empresas del S&P 500 aún deben presentar sus resultados del segundo trimestre. Entre ellas se encuentran Home Depot y Walmart, barómetros del sentimiento del consumidor estadounidense, y Nvidia, de la que depende la fortuna de los inversores en IA de todo el mundo.
Los datos de inflación que se publicarán el 14 de agosto indicarán si la Reserva Federal puede recortar las tasas en 0,5 puntos porcentuales en septiembre, algo que muchos están convencidos de que debe hacer para evitar una recesión. Dada la carnicería que siguió al último informe sobre el empleo, el siguiente, el 6 de septiembre, es otro catalizador obvio. Incluso ahora, el mercado de valores estadounidense sigue siendo más caro en relación con los beneficios subyacentes de las empresas que en casi cualquier otro momento de la historia. La codicia ha dado paso al miedo, y los alcistas han recibido una paliza. Pero para que las valoraciones vuelvan a la normalidad, aún queda mucho camino por recorrer. Este artículo fue traducido por El Mercurio Inversiones. Mientras los inversionistas se toman un respiro, The Economist evalúa lo que podría convertir una corrección en un crash. En el transcurso de diez días, desde el 23 de julio, Alphabet, Amazon, Apple, Meta y Microsoft publicaron resultados que dejaron a los accionistas cabizbajos. AFP D E R E C H O S E X C L U S I V O S.