EL DESAHOGO DE LAS VÍCTIMAS DEL "OCTUBRISMO"
EL DESAHOGO DE LAS VÍCTIMAS DEL "OCTUBRISMO" Hablan las paredes El lector Nicolás Cobo Romaní vivía en Baquedano, epicentro de las manifestaciones desde el 18 de octubre de 2019.
Y durante sus caminatas fue anotando los variopintos rayados en los muros, los que reprodujo en una carta publicada el 8 de noviembre de ese año. ¿Qué decían las paredes?: "No APEC; No TPP; No + AFP; No carne animal; Sí aborto libre; No al capitalismo; Nueva Constitución; No + CAE; No tengas hijos; Evade la carne; No más Estado; No a la iglesia; Negociación por rama colectiva; No a la policía; Menos pacos y más lesbianas; No Alto Maipo; Libertad a la clase obrera; Carne es fascismo; La Patria es un invento; ACAB; Fuego a la APEC; Descolonízate; No a los milicos; No a los empresarios; No a las alzas; Wallmapu libre; No a privatizar el agua; Litio y cobre para Chile; Aguas libres; No más abusos; Que arda tu sistema inhumano; Vegan love War; Menos abusos y más dignidad; Abolición de todo comercio sexual; Renuncia Piñera; Roba porfa; Asamblea constituyente; Cabildos; Muerte a la yuta; Evade; Ramiro libre; No más zonas de sacrificio; Evade tu facho interior; No financies explotación animal; Contra el Estado; No + cultura oficial; Los árboles serán liberados; Arriba el sakeo; Kike Morandé libera a los enanos; Solidaridad y mutualismo; Fuera las SA del fútbol; Libre acceso a la montaña; Menos pacos y más travestis; Más basureros y menos pacos; No más maltrato animal; No más injusticia; Menos presos políticos y más políticos presos; Ladrones de cuello y corbata a la cárcel; Hay que matarlos a todos; Paco toma clorox; Menos Piñera y más Chayanne; No a la paz burguesa; Menos precarización y menos depresión; No más Karol Dance y No más porno; Más bici y menos TV; Come paco, no carne; No más ONU; Come fruta; Aborta el Estado patriarcal; Menos chelas y más mechas; No más Sename; Más conciencia y menos fachos; No al IIRSA; Fuego al capital; Menos pacos y más pizzas; Constitución feminista; Muerte al macho; Recuperemos lo nuestro; No más sangre inocente; Mata tu Voldemort interior". n ALAMEDA. Locales comerciales, viviendas, edificios, bibliotecas... pocos muros se salvaron de los rayados.
CRISTIÁN SOTO Q. "Presos en nuestros hogares" Tras el 18 de octubre, vivir en las cercanías de Plaza Italia, o el tener que pasar por sus cercanías para poder ir al trabajo, se transformó en un drama para muchos santiaguinos, varios de los cuales coincidían en una palabra para describir la situación: "guerra". La psicóloga María José Paúl, en carta del 7 de noviembre de 2019, relataba que desde hacía tres semanas, asistir a su trabajo era como "irse a meter a la guerra": "No sabemos nuestra hora de salida porque llega un momento en que literalmente hay que salir corriendo en medio del tiroteo, piedras, lacrimógenas, balas, etcétera". Peor era la situación de Patricia Corominas, quien vivía en el cuadrante Vicuña Mackenna, avenida Rancagua, Diagonal Paraguay, avenida Bustamante. "Desde el 18 de octubre estoy encerrada en mi departamento, limitada en mi libre tránsito, todos los días con protestas, que de pacíficas no tienen nada, escuchando gritos, insultos, bombas, incendios de micros, saqueos de bombas de bencina a media cuadra de mi casa. Me han limitado todos mis espacios.
No puedo trabajar, trabajo entre 10.00 a.m. y 14.00 p.m. ; después la calle Vicuña Mackenna es tierra de nadie, sin semáforos, gente protestando, bombas constantemente". "Presos en nuestro departamento junto a mi familia, aspiramos humo y gases lacrimógenos todos los días, y todo el día, por los remanentes de la batalla del día anterior. Golpes, gritos, incendios, cacerolas, todos los días (... ) Para mí esto es lo más parecido a una guerra. Y al que me critique lo invito a vivir un día en mi casa", concluía Patricia.
Situación similar a la de Víctor Bielefeldt, cuyo hogar estaba frente a la Plaza de la Aviación, en avenida Providencia: "El viernes, al mirar la batahola entre Carabineros y la turba que destruía todo a su paso, levanto la vista y veo, con espanto, el hongo de humo y las llamas del incendio de la Universidad Pedro de Valdivia (... ) De seguir sin control la situación, vamos a terminar todos presos y aterrados en nuestros hogares, como si estuviéramos en guerra". Carmen Manfredini Rosales, entonces de 87 años, vivía en las Torres de San Borja, de Av. Portugal esquina Carabineros de Chile: "No hace muchos días pude ver con terror cómo un grupo de encapuchados saqueó y quemó el supermercado frente a mi ventana, ya que vivo en el segundo piso.
Este viernes, el sector se transformó en un pillaje y los jóvenes arrancaban de Carabineros, sembrando pánico y el aire irrespirable por los gases lacrimógenos. ¿Dónde están nuestros derechos humanos? ¿ O las personas de tercera edad no tenemos ese privilegio?". n VECINOS.
Para muchos, vivir cerca de Plaza Italia era presenciar una "guerra". HÉCTOR ARAVENA "No dejaron nada, destruyeron todo" "Mientras estoy escribiendo esta carta (domingo en la noche), el negocio de mi marido está siendo saqueado, por segunda vez en menos de dos semanas". Eran ya 25 días desde el inicio del estallido, y María Soledad Fuentes relataba así el asalto del que nuevamente era víctima el local de su esposo. "No dejaron nada, destruyeron todo", continuaba el testimonio: "La gente que trabaja ahí está encerrada en el baño, recibiendo piedrazos en la puerta. ¡Quiera Dios que no les pase nada, es lo que más nos preocupa! Mientras tanto, Colina está en manos de la turba y los carabineros no dan abasto. ¡Es una película de terror! ¿Dónde está el Gobierno? Estamos en manos de la violencia. ¡Hasta cuándo!". El 2 de diciembre de 2019, se publicaba el testimonio de Juan Carlos Cheyre Stevenson, dueño del restaurante Les Assassins, ubicado en Merced con Lastarria, o como describía él, "en el ojo del huracán". Explicaba que desde hacía ya un mes, "se producen carreras entre miles de manifestantes y carabineros, todo ad portas de mi pequeño pero famoso establecimiento. Vengo humildemente a pedirle que me ayude a recuperar mi clientela, ya que hace un tiempo estoy vacío y al borde de la quiebra". Pero su llamado no tuvo efecto alguno.
Tres meses después se veía obligado a enviar una nueva carta, dando cuenta de que los enfrentamientos en las cercanías de su local estaban lejos de concluir: "El martes a las 21:00 hrs. fui testigo, junto a una quincena de comensales extranjeros que se encontraban cenando en Les Assassins, de un enfrentamiento de manifestantes enmascarados contra un carro policial que pasaba por calle Merced hacia Plaza Italia. El episodio, que no duró más de un minuto, fue de una violencia extrema.
Los trozos de cemento que estos individuos lanzaron fueron cientos, provocando grandes abollones en el carro policial". Otros testimonios también daban cuenta de situaciones que no llegaban a los grados de violencia descritos, pero que reflejaban el ánimo de intolerancia que se vivía en diversos sectores. Fue lo que describió Macarena Cariola B., en carta del 6 de noviembre, cuando relató la experiencia de su hermana, quien, mientras tenía contracciones por su embarazo, se dirigía en auto a una clínica. Se encontraba en una calle perpendicular a Av.
Las Condes, justo en el momento en que un grupo numeroso de ciclistas no dejaba pasar a nadie: iban camino a manifestarse a la casa del presidente Sebastián Piñera. "Ella les comenzó a decir que necesitaba pasar con urgencia, ya que se encontraba aparentemente en trabajo de parto. Los manifestantes comenzaron a increparla por tener la posibilidad de acceder al servicio de urgencia de una clínica y no de un hospital. Yo me pregunto, ¿los derechos humanos son solo para los manifestantes? ¿ Dónde queda la empatía?". n ENFRENTAMIENTOS. Los choques entre carabineros y manifestantes eran constantes en Lastarria y alrededores.
CLAUDIO CORTÉS exigiendo castigo ejemplar, pero homologarlos a las `violaciones sistemáticas a los DD.HH. ' en dictadura es un despropósito". "Pero lo más grave es justificar la violencia callejera como la consecuencia lógica de la indignación por las colusiones y las desigualdades del sistema.
Al afirmar que la destrucción es necesaria para el cambio social, se apaga --según el filósofo Jorge Millas-`la postrera y débil lucidez frente a la inhumanidad de la violencia'. Son así invisibilizados los rostros de miles de chilenos que están padeciendo la destrucción de sus estaciones de metro, sus museos y bibliotecas públicas, sus iglesias, sus pequeños negocios. ¿Acaso ellos no merecen también esa dignidad por la que Chile se ha movilizado con tanta fuerza?". "Ser de izquierda es aspirar a un orden social y político mejor para todos, pero a un orden, no a un caos o a una anarquía". "No se construye una sociedad mejor sobre las ruinas y las cenizas del país que queremos mejorar.
Ser de izquierda es aspirar a más democracia y eso supone aceptar convivir con el adversario y no convertirlo en un enemigo a destruir". Posteriormente, Warnken profundizó su postura en entrevista con "El Mercurio": "Viví la violencia en la dictadura, un país dividido, compañeros que desaparecieron en la universidad, y ahora veo una violencia `nihilista' que no tiene sentido, como quemar una iglesia en Ancud, una biblioteca pública en Providencia.
Esto partió con un hermoso verso de Víctor Jara: `El derecho de vivir en paz', pero la violencia con su ostentación obscena secuestró la movilización social y convirtió esa consigna en letra muerta; hoy miles de chilenos se sienten atemorizados y no pueden circular libremente.
Se habla de `plaza Dignidad', ¿no es indigna la situación de los vecinos de Plaza Baquedano?". n Warnken: "Soy de izquierda: rechazo la violencia" Así se titulaba la columna de Cristián Warnken publicada el 27 de febrero de 2020, cuando ya se cumplían cuatro meses de violencia, período en el que el escritor llegó a sentirse huérfano dentro de su propio sector, tras recibir "fuego amigo" desde el mundo de izquierda en el que vivía desde su juventud. A continuación, algunos extractos del comentado texto: "En la década de los 80 fuimos la primera línea de las primeras manifestaciones contra la dictadura de Pinochet.
Andábamos a rostro descubierto (los encapuchados eran muy esporádicos) y teníamos enfrente no solo a las fuerzas policiales, sino también, invisibilizados entre nosotros, a los agentes de los servicios de inteligencia herederos de la siniestra Dina.
Recuerdo un 1 de mayo en que un grupo de estudiantes nos congregamos cerca de un monumento a las glorias militares en plena Alameda, que por supuesto no se nos pasó por la cabeza vandalizar, a pesar de la fuerte carga simbólica de esa imaginería militar para nosotros. Gritábamos nuestras consignas (... ). Me veo lanzando algunos panfletos al aire y enarbolando la palabra `libertad' con la voz quebrada por el miedo. No quemamos ni destruimos la iglesia en la que nos escondimos para arrancar de las fuerzas represivas, y la quema de una biblioteca la hubiésemos esperado de los fascistas.
Teníamos claro que nuestro enemigo era la dictadura y no perdíamos el foco". "He criticado con mucha fuerza a Piñera en varias columnas, no es el Presidente que me gusta para Chile, pero tengo claro que no es un dictador. Quienes crecimos con uno omnipresente en nuestras vidas, sabemos distinguirlo de un político debilitado y acorralado. Las consignas que dicen que lo es son falaces o deshonestas, y un movimiento social, para tener claridad en sus objetivos, no debiera avalar tales distorsiones conceptuales.
Aquí ha habido cobardes maltratos a manifestantes y muertes que debemos condenar categóricamente Así se sentía Gabriel García Piguillen, un cirujano sin figuración pública, pero que, por ser quien era, formaba parte de a quienes se motejaba como "privilegiado", y eso podía hacerle merecedor de apedreos a su auto o agresiones, como lo describió en esta carta publicada el 28 de noviembre de 2019: "Acabo de cumplir 50 años.
En el colegio me dediqué a estudiar a conciencia, por lo que pude entrar a la universidad; después de egresar, trabajé duro, mucho más de 45 horas a la semana, incluyendo fines de semana, muchas navidades, año nuevo, cumpleaños y aniversarios; nunca he tenido un automóvil nuevo, y solo desde hace unos meses dispongo de los fines de semana para mí y mi familia.
Producto de mi esfuerzo y de la austeridad en que vivimos durante muchos años hoy tengo un buen pasar, pero parece que en algún momento de mi vida le robé algo a alguien, lo cual hace que hoy merezca ser discriminado y acusado a viva voz de `rico' (que no lo soy) por acudir a ciertas tiendas, que mi lugar de trabajo sea saqueado e incendiado, que mi automóvil sea apedreado y yo deba bailar para solaz de una turba (sí, igual que se hacía con los judíos en la Europa ocupada por el nazismo). Tal como en la novela de Kafka, estoy siendo procesado sin saber por qué". n "Procesado", pero sin saber por qué EL DESAHOGO DE LAS VÍCTIMAS DEL "OCTUBRISMO" Agresiones a sospechoso de ser "paco"; insultos a una embarazada por el "privilegio" de atenderse en una clínica; muros tapizados con consignas que iban desde "No al capitalismo" hasta "Roba porfa", y un comentado texto de Cristián Warnken rechazando la violencia fueron parte de los testimonios dados a conocer por protagonistas y testigos de los hechos. GONZALO VEGA S.
A TRAVÉS DE CARTAS Y COLUMNAS ENVIADAS A "EL MERCURIO": "¡ Es paco! " A las 21:30 hrs. del viernes 17 de enero de 2020, Beatriz Sotomayor Arancibia estaba junto a su madre en la esquina de Mosqueto y Monjitas, ya que iban a tomar el metro.
Pero en segundos, el lugar se transformó en una "barbarie". Según describió, "todo partió cuando escuché un grito enfurecido: `¡ Es paco! ', y ambas vimos cómo, en menos de dos segundos, entre cinco hombres adultos (a rostro descubierto) agarraron a un transeúnte, lo tiraron al suelo de una patada en la espalda y empezaron a patearle la cabeza (... ). No sé la ocupación del caballero en cuestión. Al parecer, lo único que en realidad lo condenaba era su pelo corto.
Había entre 30 y 50 personas mirando, con indiferencia, como si estuvieran viendo la escena por televisión". Beatriz señalaba que se puso a gritar: "¡ Paren, paren, no lo maten! ", y que mientras intentaba intervenir, una mujer la interpeló: "`Es que es paco', repetía, como si fuera un argumento irrefutable para ejecutar espontáneamente a peatones de pelo corto. Él se logró parar y corrió 15 metros, pero lo volvieron a agarrar. Nosotras volvimos a tratar de interponernos.
Fueron segundos tensos, hasta que afortunadamente, detrás de nosotros tres, se abrió una puerta y una mujer empezó a gritarle a la gente: `¡ Es mi esposo! ¡Es mi esposo! ', y él logró entrar al edificio". Una vez dentro del departamento la víctima de la golpiza y su pareja escuchaban cómo las personas seguían gritando. Algunas incluso intentaban derribar el portón.
Tras amenazar con quemar el edificio, se fueron... sin saber que la persona a la que golpearon no era carabinero. "¿Y qué pasa si yo hubiese sido carabinero de verdad? O sea, ¿andan matando a los que ven en la calle? ¿ Ese grupo de personas busca a pacos de civil que no anden con armas para matarlos?", se preguntaba la víctima en una posterior entrevista a "El Mercurio". n.