EL AUTÉNTICO TESORO de todos los Andes
EL AUTÉNTICO TESORO de todos los Andes T odo partió con un viaje. En 2017, el fotoperiodista italiano Alessandro Cinque vivía en Florencia cuando decidió partir a Cusco, Perú, por vacaciones. Para ese momento, ya había realizado travesías por países como Senegal e Irán, donde encontró su vocación retratando temas sociales. Pero esto sería distinto, pensó. Alessandro recorría sitios como Ollantaytambo y el Valle Sagrado cuando decidió salir de la ruta turística tradicional y visitar zonas aledañas, menos conocidas. Comenzó a recorrer los Andes peruanos hasta llegar al pueblo minero de Espinar. "Conocí a una señora que me contó lo que pasaba con su pueblo. Me habló de la pérdida de su esposo, producto de un cáncer al estómago; de la contaminación del agua, y decidí compenetrarme con el conflicto ambiental que estaba viviendo la ciudad", recuerda. Como fotoperiodista que es, comenzó a preguntarse por las dimensiones de lo que sucedía, a recoger la opinión del pueblo, la versión de la mina, de los trabajadores, pobladores vecinos. Pero, pese al esfuerzo, sentía que su mirada seguía siendo la de un forastero. Si quería seguir, debía cambiar de estrategia. Por eso, en 2018 aceptó trabajo en una agencia noticiosa de Lima y se vino a vivir a Perú, donde todavía pasa la mitad del año.
Eran los primeros pasos de su ambicioso proyecto fotográfico El precio de la Tierra, que lleva siete años ya, sigue en desarrollo y lo ha llevado a conocer de cerca la relación entre comunidades indígenas y la minería a lo largo de la cordillera de los Andes en Ecuador, Bolivia, Argentina, Colombia y Chile, además de Perú, claro. Alessandro Cinque, 35 años, hoy está en Nueva York, donde pasa la otra mitad del año. La luminosa sala de su comedor parece contrastar con sus bigotes oscuros. Sus extensos recorridos se han convertido en fotografías que han llegado a The New York Times, National Geographic, The Wall Street Journal, The Washington Post, The Guardian, Al Jazeera o Reuters. También le han valido premios como World Press Photo, Prix Pictet, Eugene Smith, POYi, Leica Oskar Barnack, Alexia Grant o el Luis Valtueña.
Además, en 2021 recibió fondos de la National Geographic Society (de la que llegaría a ser "Explorador" el año siguiente) y del centro Pulitzer para seguir su proyecto en Sudamérica. "Al principio, como persona con una ética determinada, me parecía que las situaciones que viven los indígenas en los Andes parecían como del año 1600. Eso me chocó.
Ver cuán grandes son las minas, cómo cambian completamente el territorio, ver los huecos de cuatro kilómetros de diámetro, cientos de metros de profundidad", dice hoy, antes de explicar que su trabajo solo intenta mostrar cómo coexisten la modernidad y las comunidades, sus problemas culturales, la pérdida del folclor, de identidad, de rituales. "Comencé a indagar en los vínculos contemporáneos que existen entre la gente, la divinidad y cómo todo puede cambiar", dice. De Florencia a la sierra Alessandro Cinque siempre supo qué era lo suyo. Desde sus primeros años en Florencia estaba habituado a las cámaras gracias al trabajo de su padre, fotógrafo de matrimonios, con quien trabajó desde los 16 años. Cuando los encargos comenzaron a crecer, abrió su propia oficina a los 18. "Nos iba muy bien; hacíamos cerca de 600 matrimonios al año", recuerda Alessandro. Pero él no estaba satisfecho. "Quería ir más allá con mi trabajo... ". Con parte de los ahorros de esa labor, se largó a viajar y luego a estudiar fotoperiodismo en Nueva York. Poco tiempo después, dice, ya estaba ganando becas y concursos, y colaborando con medios de Estados Unidos y Europa. Recién cuando tenía 27 años cerró su oficina de fotos de bodas. "Quería algo diferente. Quería utilizar mi trabajo para hacer algo útil". Esas son las decisiones que finalmente lo llevarían a Perú, donde ganaba diez veces menos que en Italia. "No importaba. Allí me despertaba y sabía que iba a fotografiar algo, que podía informar a la gente de lo que pasaba. Entonces, me sentía mejor conmigo mismo", dice.
En sus primeros meses en Lima, el proyecto empezó a tomar verdadera forma: partió con un mapeo de las grandes mineras que trabajan en los Andes peruanos para aproximarse a su relación con las comunidades locales. El paso siguiente era, obviamente, viajar.
Recorrió Cajamarca, Tacna, Huancavelica, Cerro de Pasco, La Oroya, Apurímac, Puno... "Rápidamente, encontré varias similitudes que se iban estableciendo en diversas localidades". Se refiere a las relaciones que se dan entre la gente y las empresas: tensiones entre lo que ellos piden y lo que ofrece la minera; compromisos incumplidos en cuanto a instalación de wifi, o construcción de escuelas y carreteras. "En muchos casos, la mina se instalaba para crear una nueva relación económica, una alternativa a lo tradicional donde se vivía de la ganadería o de la agricultura a pequeña escala. Muchas veces era un cambio brutal", dice el fotógrafo. Fotografía y cordillera Son viajes de mínimo diez días, durmiendo en el auto o en casas locales. Las travesías de Alessandro usualmente se hacen así, a veces junto a algún periodista local que lo ayuda a visibilizar ciertas historias, o lo ayudan con el quechua, que hablan en muchos lugares. De esta manera, puede lograr mejores registros. Y adentrarse verdaderamente en las comunidades. "Hay sitios donde no hay pruebas científicas de contaminación del agua, por ejemplo. Entonces, el daño no es demostrable. En otros, la mina dice que el agua ya estaba contaminada, porque, en el caso de Perú, hablamos de un país muy mineral. Poco a poco te das cuenta de que estás frente a una historia que tiene muchísimas tonalidades", dice. Alessandro reconoce que el mundo actual necesita de los minerales, "pero mi proyecto es mostrar qué pasa cuando las relaciones sociales no funcionan. Mostrar lo que la gente dice, opina y cómo habla el mismo territorio. Por eso, después de recorrer Perú quise ver qué pasaba en Ecuador, en Bolivia y Argentina.
También de ahí sale el plan de continuar con Chile y Colombia". En Ecuador visitó provincias como Loja, donde visitó una mina llamada El Mirador en la zona de Gualel; en Bolivia trabajó con comunidades de Potosí, en una mina a tajo abierto en San Cristóbal, y en Argentina, estuvo en la provincia de Catamarca, donde conoció dos minas de litio en Antofagasta de la Sierra. "Ahí pude ver cómo cambia el ecosistema de las personas con la llegada de la mina, en aspectos positivos y negativos.
La minería de alguna manera conlleva un desarrollo económico, pero algunas veces las empresas no hacen consulta previa, no reconocen a la población indígena o generan vínculos disímiles en cada lugar según el gobierno de turno", asegura Alessandro.
Estos recorridos, dice, le han mostrado la similitud que existe entre muchos pueblos andinos. "Claramente, no son idénticas, pero si comparamos la cultura kolla con la aimara o quechua, hay ciertas similitudes en el tema de la Pachamama, en costumbres, en la forma de celebrar", dice y agrega que "muchas comunidades de montaña casi siempre creen que sus cerros son sacros, que son una divinidad.
Desde ahí, trabajar para estas personas hace que tu percepción tenga más matices". Quizá por eso, Alessandro enfatiza que se ha concentrado en resguardar la dignidad de las personas que retrata, por ejemplo, sin tratar de "exotizar" su vestuario o costumbres. "Más bien, mis fotos son hechas sobre los 3.500 metros de altura, con una luz hermosa y cielos azules. Los paisajes de los Andes son maravillosos y me cautivaron.
Intento utilizar elementos visuales andinos que muestran la cultura de la gente y escenas que den cuenta de su lucha". Lo más difícil Luego de siete años recorriendo los Andes, para Alessandro Cinque lo más llamativo ha sido, además de la propia gente, cómo estos se relacionan para crear comunidad. "En Perú, por ejemplo, pude asistir a una reunión en Lima a la que llegaron personas que viven cerca de faenas mineras en todo el país. A muchos de los dirigentes ya los había conocido durante mi viaje.
Ellos ya sabían que yo era el fotógrafo que trabaja este tema, y que he podido exponer internacionalmente la situación que viven". Por el otro lado, dice, lo más difícil ha sido lograr testimonios de las propias empresas.
Muchas veces, dice Alessandro, no dan entrevistas, contestan con un mensaje prearmado o simplemente lo dejan esperando. "Una vez estuve tirado un día entero después de que me citaron afuera de la reja de una mina. Fueron 12 horas frente a la puerta, escuchando: `Sí, ya te vamos a atender'. Finalmente, me cancelaron", recuerda.
Ahora, con miles de fotos y cientos de entrevistas que tratan de recoger la realidad de todos los Andes, Alessandro espera convertir todo en un libro que integre un mapa visual desde Colombia a Chile. "Lo que he hecho es recopilar información para lograr un acopio gigantesco", dice.
Para que no falte nada, incluso ha vuelto a más de un lugar, solo para retratar alguna coyuntura en particular. --¿ Cómo esperas que trascienda el trabajo que realizas? --Mi fin último es crear un artefacto u obra periodística. Muchas veces he tenido que lidiar con que las personas toman estos temas con una mirada desde el activismo, pero yo no estoy aquí para juzgar. Solo busco mostrar y retratar lo que reporteo, lo que veo y lo que la gente dice. De eso se trata todo esto.
D EL AUTÉNTICO TESORO de todos los Andes El premiado fotógrafo italiano Alessandro Cinque ha recorrido toda la zona andina de Perú, Ecuador, Bolivia y Argentina retratando la población local para su proyecto El precio de la Tierra, donde muestra la difícil relación de estas comunidades con la actividad minera. POR Marcela Saavedra Araya. FOTOS: Alessandro Cinque. PAPAS. Muchos locales creen que la minería ha afectado la vida agrícola contaminando sus cultivos. EN CAMPAÑA. Máxima Acuña es una agricultora que lucha por conservar sus tierras en el norte de Perú. ESPINAR. Según sus vecinos, Eduarda Yauli murió por la contaminación. RESULTADOS. En Espinar, los animales mueren por el agua intervenida. AGUA. En Ayaviri, Perú, ya se puede beber de sus lagos y ríos. CERRO RICO. En Potosí, Bolivia, la minería comenzó en 1545. CAMBIO. Queso y leche eran la actividad principal en Ayaviri antes de la minería..