Editorial: Uso de la violencia en la sociedad
Editorial: Uso de la violencia en la sociedad E s curiosa la dicotomía que se expresa diariamente en la sociedad, no sólo en Chile, sino que en muchísimos otros lugares del orbe.
Por un lado, en los últimos años se ha avanzado en el reconocimiento de los derechos de las personas, en el convencimiento de que no debiera haber trabas para que los seres humanos realicen sus proyectos de vida desde sus individualidades, preferencias y convicciones.
Ha sido sin duda un avance civilizatorio notable que ha llevado igualdad allí donde no la había y que le ha dado una esperanza a quienes como ellos, en décadas anteriores tenían que ocultarse o se les marginaba porque no estaban en el canon esperado. Extrañamente, mientras la sociedad ha avanzado en este sentido, ha retrocedido de manera profunda en cuanto al uso y validación de la violencia como méto do para la consecución de fines personales o colectivos. En Chile, permanecen frescas aún las imágenes de los días del estallido social, en que las legítimas manifestaciones fueron acompañadas de violentas acciones que no fueron repudiadas inmediatamente por todo el arco político. Y en estos días, la delincuencia, cada vez con mayor utilización de la violencia atemoriza a los ciudadanos en sus casas, en las calles y en los estadios de fútbol.
La población juvenil ha sido testigo de una sociedad en que la violencia crece por los bordes, por lo que no debiera extrañar (aunque si escandalizar) que haya adolescentes dispuestos a zanjar sus diferencias con ataques a sus pares, que es lo que ha sucedido en Puerto Montt, donde desde abril a la fecha se han registrado siete incidentes en que ellos han sido protagonistas o víctimas. El más reciente fue el apuñalamiento que sufrió el estudiante de un colegio en Alerce a la salida de clases. Antes ha habido escolares acuchillados para robarles y amedrentarles, como también jóvenes que han agredido peligrosamente a sus pares o adultos. La sociedad nacional y local está sumida en una crisis de violencia. Se han desdibujado los límites de lo permisible y lo que antes estaba en el campo de lo prohibido, hoy lo está en el de lo posible. Esto no se resuelve sólo con orientaciones de gobierno ni con leyes o decretos. El primer paso es tomar conciencia del problema y cada uno, desde su esfera de acción, renunciar a la violencia y exigir lo mismo en su entorno, ciudad y país. Un espacio sin violencia es el único posible para el ejercicio de las libertades conquistadas.
El estudiante apuñalado por un adolescente en Alerce es el reflejo de un país en el que se ha corrido el cerco de la normalidad.. E Editorial El estudiante apuñalado por un adolescente en Alerce es el reflejo de un país en el que se ha corrido el cerco de la normalidad.