EDITORIAL: Futuro de la juventud rural
EDITORIAL: Futuro de la juventud rural EDITORIAL Futuro de la juventud rural El desafío es claro: no se trata de romantizar la vida en el campo ni de forzar a los jóvenes a quedarse en él, sino de ofrecerles opciones reales. Si las comunas rurales logran convertirse en espacios con conectividad, buenos servicios, oportunidades laborales diversas y un entorno social atractivo, el éxodo dejará de ser la única alternativa. Solo así la identidad agrícola de Ñuble podrá convivir con un futuro donde las juventudes rurales sean protagonistas de su propio desarrollo, y no meros espectadores de un destino impuesto desde la ciudad. L a Región de Ñuble es, ante todo, un territorio agrícola. Su identidad, su historia y buena parte de su economía siguen vinculadas al trabajo de la tierra.
Sin embargo, los cambios de las últimas décadas han impuesto un dilema que inquieta a las comunidades rurales: ¿ Podrán los jóvenes ver en el campo un espacio de futuro o continuaremos alimentando una migración que vacía los pueblos y concentra las oportunidades en Chillán y otras ciudades intermedias? La respuesta no es sencilla. Por un lado, las expectativas que despiertan la educación superior y los ingresos más altos que ofrece la vida urbana han empujado a generaciones de jóvenes a dejar atrás sus comunas de origen. Por otro, el deterioro de las condiciones de inversión en la agricultura ha debilitado la capacidad de retener talento y energía en los campos. El resultado es un círculo vicioso: menos oportunidades en el mundo rural generan migración, y la migración, a su vez, limita la capacidad de dinamizar esos mismos territorios. El reciente Encuentro Nacional de Juventudes Rurales, realizado en Chillán, puso en evidencia que la situación no es irreversible. La subdirectora de la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (Odepa), Daniela Acuña Reyes, entregó una mirada optimista. "El despoblamiento rural es un fenómeno global, pero no necesariamente irreversible.
Hay entusiasmo, organización y esperanza en los jóvenes, y el desafío está en brindar condiciones habilitantes para que se queden en sus territorios". Dichas condiciones incluyen conectividad, acceso a salud, educación de calidad y posibilidades reales de emprendimiento. No basta con mejorar la productividad agrícola, se requiere también garantizar que vivir en un pueblo o en una localidad campesina no signifique resignarse a menos oportunidades ni a servicios de segunda categoría.
Ñuble enfrenta aquí un reto mayor y exige una visión territorial de largo plazo, capaz de mirar a los jóvenes no solo como futuros agricultores, sino también como protagonistas de nuevos empleos vinculados al turismo rural, la agroindustria, la energía renovable o los servicios comunitarios. Limitar la discusión al binomio campociudad es desconocer la diversidad de aspiraciones que hoy conviven en la juventud rural. La Política Nacional de Desarrollo Rural, que comenzó en el segundo gobierno del expresidente Sebastián Piñera y ha continuado en la actual administración, constituye un marco importante. Sin embargo, su éxito dependerá de que los planes regionales bajen al territorio con pertinencia y recursos suficientes.
Lo mismo ocurre con la recién lanzada Política Nacional de Juventudes Rurales, que solo podrá dar frutos si se traduce en programas concretos de capacitación, financiamiento y acceso a tecnologías que permitan a los jóvenes ser competitivos y permanecer en sus comunas. Es fundamental reconocer, además, que las brechas no son solo geográficas, sino también de género. Las mujeres jóvenes rurales siguen enfrentando mayores barreras para acceder a ingresos, educación y autonomía, lo que limita su participación plena en la vida económica y social de sus comunidades. Cerrar esas brechas es condición indispensable para pensar en un desarrollo verdaderamente equitativo..