Del corazón humano al corazon divino
Del corazón humano al corazon divino al corazón divino HUMANITAS Ml "Del corazón humano al corazón divino. La antropología origeniana en la Encíclica Dilexit nos" es el título completo del artículo que abre el número 108 de Revista Humanitas. Escrito por el académico y doctor en Teología Fernando Soler, nos presenta un primer ángulo de lectura para la nueva encíclica del Papa Francisco. Ml Compartimos a continuación un fragmento, el texto completo y todas las referencias están disponibles en www.humanitas.cl.
Por Fernando Soler El 24 de octubre de 2024, el Papa Francisco ha publicado la encíclica Dilexit nos, "sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesucristo". En ella, Francisco elabora una profunda reflexión sobre el corazón como centro integrador de la persona humana y lugar de encuentro con el amor divino.
En estas páginas busco sistematizar las principales características del corazón presentadas en la Encíclica, profundizando especialmente en las referencias a Orígenes de Alejandría, un autor fundamental en la historia de la teología cristiana, pero a menudo olvidado en el magisterio eclesiástico.
La presencia de este autor patrístico en el documento papal no solo muestra la profundidad del pensamiento teológico del Papa, sino que también permite recuperar una rica tradición mística que ve en el corazón el punto de encuentro entre el amor divino y humano. El recorrido que propongo sigue un itinerario que busca profundizar progresivamente en el misterio del corazón, a la luz de la Encíclica. Comenzaremos examinando su naturaleza como centro integrador y lugar de unidad de la persona, para comprender luego cómo esta realidad corpóreo-espiritual constituye el núcleo más íntimo del ser humano.
Desde allí, exploraremos su dimensión moral como lugar de sinceridad y centro de las decisiones fundamentales, para, finalmente, reflexionar acerca de su vocación más alta como sede de la capacidad relacional y lugar del amor divino. Este camino culminará con una reflexión sobre el corazón como espacio de originalidad irreductible de la persona, especialmente significativa en nuestro contexto tecnológico actual.
En cada etapa de este recorrido, la profunda comprensión que Orígenes desarrolló sobre el corazón nos ayudará a descubrir nuevas dimensiones de esta realidad central de la existencia humana, iluminando así la rica síntesis que el Papa Francisco nos ofrece en Dilexit nos. Centro integrador de la persona El concepto de corazón en ámbito cristiano ( = kardia) tiene profundas raíces en el pensamiento griego.
Ya en Homero el término indicaba no sólo el centro corporal sino Homero el término indicaba no sólo el centro corporal sino también el centro anímico y espiritual del ser humano, donde el pensar y el sentir están íntimamente unidos. En la Ilíada, el corazón aparece como centro del querer y lugar de las decisiones fundamentales.
Esta idea se enriquece en Platón, quien le atribuye una función sin= tetizadora de lo racional y lo tendencial, donde confluyen tanto los mandatos de las facultades superiores como las pasiones*. Como se ve, las diversas tradiciones filosóficas nos ayudan a comprender que el ser humano no es una suma de distintas capacidades, sino un mundo anímico corpóreo con un centro unificador que otorga sentido y orientación a todo lo que vive en cuanto persona.
Orígenes desarrolla una interesante interpretación de la relación entre el corazón y el Logos de Dios a partir del texto del Cantar de los Cantares 1,1 ("tus pechos son mejores que el vino"). Para el Alejandrino, el gesto de Juan reclinándose sobre el pecho de Jesús representa la más íntima comunión con el Logos divino*, pues el pecho es, siguiendo la tradición estoica, la sede del corazón (prin= cipale cordis/h = hégemonikón), donde reside la sabiduría y la ciencia.
Así, las palabras del Cantar expresarían: "tu corazón y tu mente, esposo mío, es decir, los pen samientos que hay dentro de ti y la gracia de la doctrina, son mejores que todo el vino que suele alegrar el corazón del ser humano"*. Esta interpretación mística muestra cómo el corazón humano está llamado a participar de la sabiduría del Logos mediante una íntima comunión con él. Para Orígenes, el corazón como centro integrador de la persona se manifiesta especialmente en el camino del auténtico discipulado.
Este proceso de integración espiritual culmina simbólicamente en la cena con Jesús, momento que requiere un progresivo acercamiento y purificación del corazón*. La culminación de esta intimidad se representa en el gesto de reposar la cabeza en el pecho del Señor, donde reside su corazón, sede del intelecto y del principio rector (u=hégemonikón). En esta unión íntima, el corazón del discípulo se integra con el del Maestro, recibiendo así la plenitud de su revelación*. del Maestro, recibiendo así la plenitud de su revelación*. El lugar de la unidad de la persona En la línea de lo anterior, la capacidad unificadora del corazón tiene raíces profundas en la antropología cristiana.
Martin Heidegger, según la interpretación que se recoge en la encíclica, señala que el corazón alberga los estados de ánimo, trabaja como "un custodio del estado de ánimo" y oye de una manera no metafórica "la silenciosa voz? del ser*. Esta función integradora se ilustra bellamente en la figura de María, quien "miraba con el corazón" y era capaz de dialogar con las experiencias atesoradas ponde= rándolas en su corazón.
El verbo griego symballein, del que proviene "símbolo", significa precisamente reunir, ponderar, examinar consigo mismo, reflexionar, dialogar interiormente*, Una realidad corpóreo-espiritual La comprensión del corazón como realidad corpóreo-espiritual tiene una rica tradición que se remonta a los primeros siglos del cristianismo. En la escuela alejandrina, particularmente con Orígenes, se desarrolló una comprensión del corazón como realidad capaz de ser transformada por la gracia hasta convertirse en fuente. Del corazón humano al corazon divino MM de vida divina. Esta visión integral supera tanto el reduccionismo biológico como el espiritualismo desencarnado, mostrando cómo el corazón humano puede ser elevado a una nueva dimensión sin perder su realidad corpórea.
Tomás de Aquino, siguiendo estas ideas, afirmaba que cuando alguien "se apresura a comunicar a otros diversos dones de la gracia que recibió de Dios, agua viva fluye de su seno"*. Lugar de sinceridad La Sagrada Escritura nos presenta el corazón como el lugar de la verdad más profunda, donde no cabe el engaño ni el disimulo, aunque, a menudo, haya en él una especie de coraza que hace "que se vuelva difícil sentir que uno se conoce a sí mismo y más aún que conoce aotra persona"*. Esto, en todo caso, no oculta totalmente el hecho de que el corazón es el espacio donde residen las verdaderas intenciones, lo que uno realmente piensa, cree y quiere, los secretos que a nadie dice y, cree y quiere, los secretos que a nadie dice y, en definitiva, la propia verdad desnuda.
Esta dimensión se ilustra bellamente en el relato bíblico de Sansón y Dalila, dondeella reclama: "¿ Cómo puedes decir que me quieres, si tu corazón no está conmigo?"*. Solo cuando él revela su secreto, "ella comprendió que él le había abierto todo su corazón"*. Centro de las decisiones fundamentales La comprensión del corazón como sede de las decisiones vitales tiene una profunda raigambre en la tradición eclesial.
Como explica el Concilio Vaticano 11, el ser humano "por su interioridad es superior al universo entero; a esta profunda interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones, y donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino"*. Es en el corazón donde surgen las preguntas decisivas: quién soy realmente, qué busco, qué sentido quiero que tengan mi vida, mis elecciones "Esta capacidad relacional no es meramente humana, sino que es reflejo de la imagen divina en cada hombre y mujer, y está orientada al servicio de la humanidad. Así, cuando alguien se une al Corazón de Cristo, no solo sacia su propia sed, sino que se convierte en manantial para otros". En la imagen, Cristo del Templo Mayor de Campus Oriente. OVictoria Jensen de Campus Oriente. OVictoria Jensen de Campus Oriente. OVictoria Jensen "Para Orígenes, el corazón como centro integrador de la persona se manifiesta especialmente en el camino del auténtico discipulado.
Este proceso de integración espiritual culmina simbólicamente en la cena con Jesús, momento que requiere un progresivo acercamiento y purificación del corazón" o mis acciones; por qué y para qué esto este mundo*. En este sentido, la tradición origeniana, aludida en varias ocasiones por la encíclica, nos enseña que el corazón no está determinado por naturaleza hacia la salvación o la perdición, como sostenían los gnósticos, sino que tiene la capacidad real de elegir.
Esta elección está determinada por cómo el corazón, siendo la sede de la razón enel ser humano*, es capaz de elegirel mirar al Logos divino, y hacerse semejante a él, al punto de ser como el Hijo de Dios.
En Orígenes*, la libertad del corazón para decidirse por Dios se entiende dentro de un camino de progreso místico que, después de la caída desde la contemplación originaria, comienza con la vida práctica y culmina con la teórica, que es la contemplación última: conocer al Padre como el Hijo lo conoce.
Este itinerario espiritual implica que los seres racionales son guiados por el Logos desde la vida práctica hasta la teórica, deviniendo hijos e hijas de Dios a semejanza del mismo hijos e hijas de Dios a semejanza del mismo hijos e hijas de Dios a semejanza del mismo Logos.
El fin de este camino, como señala el Alejandrino, es que el corazón humano se vuelva capaz de conocer al Padre como el Hijo lo conoce, lo cual representa una forma inédita y sublime de contemplación que solo es posible mediante la transformación del corazón por la acción del Logos Sede de la capacidad de relación La dimensión relacional del corazón encuentra una profunda comprensión ya desde los Padres de la Iglesia, particularmente en Orígenes.
Para este autor, el corazón transformado por la gracia se convierte en una fuente viva para los demás: el alma del ser humano, que es a imagen de Dios, puede contener en sí y producir de sí pozos, fuen= tes y ríos*. Esta capacidad relacional no es meramente humana, sino que es reflejo de la imagen divina en cada hombre y mujer, y está orientada al servicio de la humanidad.
Así, cuando alguien se une al Corazón de Cristo, no solo sacia su propia sed, sino que se convierte en manantial para otros*. Esta comprensión fue luego desarrollada por otros padres de la Iglesia, como Agustín, quien sostenía que este río que brota del creyente es la benevolencia". La comprensión origeniana del corazón como espacio de relación encuentra su fundamento más profundo en la dinámica trinitaria: el Logos media la presencia del Padre en el corazón humano, permitiéndole participar de la vida divina.
Como explica el Alejandrino en su Comentario a Juan, "el logos que está en cada ser dotado de logos tiene, respecto al Logos que estaba en el principio, el Logos Dios estaba con Dios, la misma relación que el Logos que es Dios tiene respecto a Dios (Padre)"*. Esta relación de ordenación tiene un fin fontal, mediador y pedagógico, pues el Logos, siendo insepara= ble de la naturaleza de los seres racionales, les instruye internamente, permitiéndoles conocer aquellos preceptos que responden a la ordenación universal. Así, el corazón humano se vuelve capaz de una relación filial con el Padre, mediada eternamente porel Hijo. (... )* porel Hijo. (... )* *Texto completo y referencias disponibles en www.humanitas.cl. en www.humanitas.cl. Veintiséis años sirviendo al encuentro de la fe y la cultura www.humanitas.cl www.humanitas.cl.