Raras tierras
Raras tierras Qué extraña codicia ha surgido en estos días por las "tierras raras", que al final no son ni tierras ni tan raras, sino elementos q u í m i c o s c o n nombres curiosos, como praseodimio, gadolineo o disprosio.
Todos están en la tabla periódica, pero seguro que pocos se acordaban de ellos hasta que Donald Trump los puso en la primera plana, al buscar un acuerdo de explotación conjunta con Ucrania, una condición para seguir entregándole apoyo en la negociaciones de paz. Y no es solo Trump el interesado en estos 15 metales de color blanco plateado imprescindibles para la fabricación de aparatos electrónicos, autos eléctricos, motores de aviones, equipos médicos y militares, como misiles y radares.
También Francia negocia con Kiev una participación en la explotación de estas riquezas, pero claro, el gobierno de Emmanuel Macron aseguró que no buscaba el acuerdo a cambio de la ayuda militar y financiera que dio para la guerra, como sí lo hace Trump, que lo ha presentado como "reparaciones", aunque las pagaría el invadido y no el invasor.
Se dice que en Ucrania hay depósitos interesantes de estas "tierras raras" --que no es que sean poco comunes, sino que difíciles de explotar, porque están dispersas en cantidades chicas y mezcladas entre ellas y con otros minerales--, pero nadie está seguro de cuánta hay efectivamente en ese país, porque los estudios disponibles datan de la época soviética, y como se sabe, no eran muy confiables. Quizás por eso Trump consideraba que un acuerdo sería "una oportunidad histórica" para Kiev, ya que les llegaría inversión millonaria antes de saber si habría utilidades. Hay otro problema con las tierras raras, además de la explotación complicada y el alto costo de extraerlas, y tiene que ver con la contaminación. Para procesarlas, se necesita usar solventes que producen desechos tóxicos súper poco amigables con el medio ambiente. Aunque se desarrollan tecnologías más modernas, no están totalmente en aplicación.
Ese será, probablemente, uno de los desafíos para más adelante, junto con la producción, explotación y construcción de infraestructura para poder sacarlas de los depósitos (hay que recordar que la guerra ha hecho su parte). Y volvamos a la codicia por estos elementos, que en realidad no es tan nueva, ya que, desde 2017, Trump y después Biden los tienen en la mira, dentro de una lista de cincuenta "minerales críticos" (como titanio, cobalto, aluminio o circonio), que Estados Unidos importa casi en su totalidad y que son indispensables para uso militar y en las nuevas tecnologías. Y, ¿ quién es el principal productor? China, que sabe bien su valor, y ya ha impuesto restricciones y reglamentaciones para exportar varios de ellos. Estados Unidos está atento a cualquier interrupción del suministro, y por eso busca evitar a toda costa la dependencia de China. Ahí se entiende bien, entonces, el interés por el acuerdo con Ucrania, y también la ofensiva de Trump, de otra manera incomprensible, contra Groenlandia y Canadá, cuyos territorios tienen importantes reservas de minerales críticos. C O L U M N A D E O P I N I Ó N Raras tierras Nadie está seguro de cuánta hay efectivamente en Ucrania. Si desea comentar esta columna, hágalo en el blog Por Tamara Avetikian. - - -