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Neira Oportus, una niña de solo 6 años, asesinada por su padre en 2005 tras intentar defender a su madre de la violencia que él ejercía sobre ella. Este trágico caso refleja de manera desgarradora las consecuencias de la violencia intrafamiliar y, en particular, la violencia que sufren las niñas en nuestro entorno.
Según los datos de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, publicados en agosto de 2024, se registran 51 agresiones sexuales al día en Chile, lo que equivale a una agresión cada 28 minutos. De estas víctimas, se estima que 9 de cada 20 son niñas y adolescentes menores de 18 años. Esta alarmante cifra nos recuerda la vulnerabilidad de las personas menores de edad frente a la violencia sexual y física, la cual ocurre, en muchos casos, dentro de sus propios hogares.
La realidad es que muchas niñas viven diariamente sumidas en contextos de violencia intrafamiliar, a menudo perpetrada por aquellos que deberían ser sus cuidadores y protectores. Los estudios han demostrado que los abusos ocurren con frecuencia dentro de la misma familia, lo que complica aún más la situación de estas niñas. A lo largo del tiempo, crecen en un entorno donde las relaciones interpersonales y afectivas se ven distorsionadas por la violencia. La pregunta que surge es cómo estos primeros años de vida impactan en sus relaciones futuras y cómo influirán en sus futuros vínculos afectivos y sexuales.
Un caso paradigmático que resalta esta preocupación es el de una joven universitaria que, durante una discusión en un grupo de investigación, narraba la violencia que había vivido su madre a manos de su padre. En medio de la conversación, se dio cuenta, como un descubrimiento, de que estaba viviendo una relación similar con su pareja actual. Este momento de reflexión, facilitado por el intercambio con otras mujeres, le permitió darse cuenta de la peligrosa relación en la que se encontraba. Este tipo de conciencia, a menudo, solo surge cuando las víctimas tienen la oportunidad de compartir sus experiencias y reflexionar sobre ellas.
Hoy, en este día de recuerdo para Javiera y todas las víctimas de violencia, existen muchas niñas que, en silencio, enfrentan el horror cotidiano de vivir bajo la amenaza constante de la violencia en sus hogares. Ellas esperan con temor la llegada de su padre o de la pareja actual de su madre, y viven alertas al maltrato psicológico y físico que puedan sufrir sus madres. En estos hogares, las niñas se convierten en víctimas del terrorismo patriarcal, una forma de violencia en un contexto donde el cariño filial se ve distorsionado por la violencia y el abuso.
¿ Cómo se rompe la cadena?
Los movimientos feministas han luchado incansablemente por romper este ciclo de violencia, pero el camino es largo y complicado. Los abusos continúan debido a fallas estructurales y la perpetuación de las políticas públicas. El Estado ha creado instituciones de protección infantil, pero en muchos casos, también en estos espacios de refugio se perpetúan abusos. La vulnerabilidad de las niñas frente a estas situaciones de violencia está vinculada a un sistema patriarcal que justifica la desigualdad, el abuso de poder y desvaloriza la vida, especialmente la de las mujeres y niñas.
Es esencial que se eduque a las niñas sobre lo que constituye una relación sana y lo que no es tolerable, incluso si se trata de su propio padre. Sin esta educación, los mensajes que reciben pueden ser confusos, y pueden llegar a justificar o culpar a sus madres por los abusos. En algunos casos, incluso pueden culparse a ellas mismas, creyendo que han provocado las conductas agresivas de su progenitor u otras personas adultas. Es urgente romper el silencio y las cadenas de violencia, brindando herramientas para la autodefinición y el empoderamiento de las niñas, para que puedan reconocer y rechazar la violencia en sus vidas.
La verdadera ruptura de la cadena solo será posible cuando se eduque, proteja y se escuche a las niñas, y cuando la sociedad, en su conjunto, cuestione las estructuras de poder que perpetúan la violencia. Solo a través de la educación y la sensibilización se podrá romper este ciclo de violencia que afecta a tantas niñas y jóvenes, construyendo una sociedad más justa e igualitaria. Mientras tanto, recordemos a Javiera y a todas las niñas que siguen viviendo este horror en silencio y tomemos conciencia del flagelo del femicidio.
El femicidio es el asesinato de una mujer por el hecho de ser mujer. Es un crimen de odio basado en el género, que refleja y perpetúa la desigualdad estructural entre hombres y mujeres. Refiere a “la muerte de las mujeres perpetradas por hombres con alguna vinculación afectiva, emocional o legal ha sido recurrente en la historia de nuestro país, siendo naturalizada por siglos de negligencia de las políticas de Estado” (Brito, Basualto y Posada, p. 2021b). Está estrechamente relacionado con la violencia de género, una violencia sistemática que afecta a las mujeres en diversos contextos, como el hogar, el trabajo, las relaciones de pareja o incluso en espacios públicos. Es un crimen que refleja la violencia estructural y sistémica hacia las mujeres. Para erradicarlo, es necesario un esfuerzo conjunto de la sociedad, las instituciones y el Estado para cambiar las normas sociales, garantizar la justicia y crear un entorno seguro para todas las mujeres.
Este tipo de crimen no solo es un acto de violencia física, sino que también refleja una cultura de discriminación, subordinación y control sobre las mujeres. La idea de que las mujeres son propiedad de los hombres, o que su vida y autonomía son menos valiosas, está profundamente enraizada en muchos sistemas sociales y culturales. El femicidio es la manifestación más extrema de esa violencia de género, pero no es un acto aislado, sino el resultado de una acumulación de agresiones físicas, psicológicas, sexuales y económicas a lo largo del tiempo.
El femicidio tiene raíces profundas en diversas dinámicas de poder, como la desigualdad de género, cultura patriarcal, ciclo de violencia intrafamiliar, falta de protección institucional. Tiene consecuencias devastadoras no solo para las víctimas directas, sino también para sus familias, amigos y comunidades. Las mujeres asesinadas dejan atrás a hijos, padres, amigos y otros seres queridos que sufren la pérdida. Además, el femicidio genera un clima de terror en las comunidades, afectando la seguridad y el bienestar general de las mujeres, quienes viven con miedo constante. También provoca un impacto profundo en las niñas y niños que son testigos de la violencia, ya que este tipo de experiencias deja secuelas emocionales y psicológicas graves.
El femicidio es un fenómeno antiguo silenciado en el entorno privado que hoy se resignifica y se manifiesta como un problema social, legal y humano. Convoca a diversas instancias de la sociedad civil como colectiva y movimientos sociales quienes han levantado la voz de denuncia y visibilización de un flagelo instalado en la sociedad chilena y que ha cobrado a lo largo de la historia un sinnúmero de vidas de mujeres. (Brito, Basualto y Posada, 2021a, p. 42)
Por estas razones, la prevención del femicidio requiere un enfoque integral que aborde tanto las causas profundas como los efectos inmediatos de la violencia de género, tales como la educación y sensibilización, fortalecimiento de las leyes y políticas públicas, apoyo a las víctimas y cambio cultural, “así mismo, formar ciudadanos y ciudadanas que denuncien crímenes misóginos, machistas y de envidia hacia las mujeres, que alcen la voz y se hagan escuchar comprometiéndose al nunca más, ni una menos y que finalmente no falte ninguna de nosotras”(Brito y Basualto, 2021, p. 2).
Es necesario enseñar el respeto a los derechos humanos y la igualdad de género desde edades tempranas, tanto a hombres como a mujeres y garantizar el acceso a servicios de ayuda sin temor a represalias o estigmatización. Esta es una tarea URGENTE que no debemos soslayar.
¡ Nos queremos vivas!
EN CASO DE SER VÍCTIMA DE VIOLENCIA PIDE AYUDA.
SI ERES VÍCTIMA DE VIOLENCIA Y NO SABES QUÉ HACER, LLAMA AL 1455 PARA RECIBIR INFORMACIÓN Y APOYO AL RESPECTO. TAMBIÉN PUEDES LLAMAR SI ERES TESTIGO DE VIOLENCIA CONTRA UNA MUJER. (SernaMEG, 2024)
IMPORTANTE: RECUERDA QUE PARA DENUNCIAR VIOLENCIA DE GÉNERO PUEDES HACERLO DIRECTAMENTE EN:
149 FONO FAMILIA DE CARABINEROS.
134 PDI.
Referencias
Brito Rodríguez, Sonia, Basualto Porra, Lorena, y Posada Lecompte, Margarita. (2021a). Femicidio y violencia de género. Percepciones de mujeres chilenas estudiantes de educación superior. Rumbos TS, 16(25), 41-77. https://dx. doi. org/10.51188 /rrts. num25.484
Brito Rodríguez, Sonia, Basualto Porra, Lorena, & Posada Lecompte, Margarita. (2021b). Percepciones, creencias y sentimientos de mujeres estudiantes de educación superior sobre los femicidios y los medios de comunicación. Cuadernos de Trabajo social, (22), 57-71.
Brito, S. y Basualto, L. (2021). El femicidio, la otra pandemia. Lemonde Diplomatique, Chile.
SernaMEG. (2024) sernaMEG orienta. Recuperado de https://www.chileatiende.gob.cl/fichas/11937-fono-de-orientacion-en-violencia-contra-las-mujeres-1455
Dra. Sonia Brito Rodríguez
Departamento de Trabajo social
Universidad Alberto Hurtado
Dra. © Lorena Basualto Porra
Carrera Trabajo Social
Universidad Alberto Hurtado
Dra. © Andrea Comelin Fornés.
Carrera de Trabajo Social
Universidad de Tarapacá
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